Desde siempre, la adolescencia es considerada una etapa especial de la vida de una persona, pues acarrea cambios, turbulencias y tareas psíquicas difíciles de resolver. Es una etapa en la cual la formación definitiva de la personalidad, la elección sexual y vocacional, la elaboración del vínculo con los padres, etcétera, imponen un fuerte desafío al psiquismo en evolución.
Aunque desde hace mucho tiempo se ha considerado a la adolescencia como una etapa con muchos derroteros, los adolescentes de hoy nos traen un nuevo e importante reto. Las circunstancias sociales, los vertiginosos cambios en la costumbres, las libertades y la forma de poner límites imprimen fuertes cambios en la producción de la subjetividad, cambios que muchas veces nos dejan desconcertados e impotentes, sin saber cómo responder ante las circunstancias.
Los adultos de hoy somos los responsables de sostener a nuestros jóvenes adolescentes y hacer todo lo posible por colaborar en su desarrollo, sin embargo muchas veces el papel del adulto respecto del adolescente de hoy se ve desdibujado, frágil y con una clara pérdida de autoridad. ¿Acaso no sucede como problemáticas globales que los padres no saben cómo poner límites a sus hijos, que reciben tratos y contestaciones impensadas, que ven en ellos una precocidad que los asusta?
La problemática está instalada de manera masiva y es fundamental abrir el tema para encontrar soluciones que restablezcan los vínculos de respeto mutuo y afecto. El fenómeno de desencuentro entre padres e hijos adolescentes tiene raíces muy profundas y merece la pena ser tenido en consideración por los profesionales de la salud mental, que somos los encargados de cooperar en la sanidad de los vínculos entre personas.
Tener un adolescente en casa seguramente traerá revolución, movimiento y crisis para toda la familia. Un adolescente en casa es sinónimo de desafíos que sortear. El tema es cómo lograr atravesar ese torbellino codo a codo con el joven, sin tener daños que lamentar.
La adolescencia, con toda su magia y su fuerza, es una etapa donde deben realizarse grandes procesos alquímicos de cambio. Y no solamente es el adolescente el que está sujeto a esta fuerza tan radical, sino también sus padres. Desde lugares distintos, la adolescencia impacta en el hijo y en el padre y todos deben reacomodarse a la nueva situación. Por ello, sería bueno comenzar a considerar que los padres y sus hijos adolescentes están en un mismo barco que atraviesa turbulencias y derroteros en muchos momentos, pero están juntos.
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