Adrian Segers y su clase magistral de Jazz

A comienzos de los 60, cuando los Beatles se lanzaron a la fama con «Love me do», Adrián Segers, actual integrante de La Porteña Jazz Band, decidió comprarse su primera guitarra… ¡y lo bien que hizo! Tenía 14 años cuando formó su primera banda con sus compañeros del colegio Champagnat (del barrio de Belgrano), llamada «Deimos», cuyo nombre se debía a un satélite de Marte. «En el colegio todos nos comprábamos guitarras y bajos para tocar esa música.” Tocaban las canciones de los cuatro grandes de Liverpool en el cine-teatro Acassuso en San Isidro: “Hacíamos turnés de conjuntos de pop, que duraban 3 o 4 horas, y cerraba la Porteña Jazz Band. A mí me encantaba el jazz, pero mis amigos decían que era la música del abuelo”.
Segers explicó que “en los 60 cambió todo, el instrumento le dejó paso a la voz, los Beatles cantaban, y el jazz era tocado. Nos ponía a nosotros más al alcance de poder hacerlo, porque el jazz es difícil de tocar”. Si bien en su adolescencia comenzó ejecutando las seis cuerdas de su guitarra rockera, desde hace 22 años se dedica profesionalmente a otro instrumento menos tradicional: el banjo, y, desde hace 8 integra la legendaria formación de la Porteña Jazz Band, cuyo origen data del año 66 (hace 46 años). “Toqué bossa nova durante mucho tiempo, me encanta, es otra vertiente negra, también doy clases de banjo y de guitarra, de jazz y Beatles, tengo alumnos en casa.”
Además de músico, es licenciado en publicidad y marketing, profesión en la que trabajó hasta hace poco y durante muchos años, pero asegura que lo que lo atrapó fue la música: “Tiene que ver con la publicidad y con la creatividad, ¿no? La publicidad es complicada, es muy estresante, es linda porque es muy dinámica y ningún trabajo se parece al anterior, cambia, como el jazz, y eso lo hace ameno: nosotros hacíamos jingles”.
Un instrumento atípico: el banjo

Segers explicó que es un instrumento relativamente moderno: “El banjo llegó a Estados Unidos más o menos en 1840, con los esclavos negros: era una calabaza con un cuero de animal estirado, mojado y secado, con un mango y una cuerda. Ellos buscaban la nota y con esa nota cantaban. Antiguamente, era muy de vaudeville, como no había cine, ni televisión, ni nada, y me imagino que la gente sería bastante más feliz que ahora porque leía y hablaba, iban a pasar la tarde o la noche a la varieté o vaudeville: había números con una base musical de piano y banjo, entonces venía una cantante que decía `yo quiero cantar tal tema´, y el piano y el banjo la acompañaban, por ahí los instrumentos hacían temas solistas, y venía otro que decía `yo toco la guitarra y quiero tocar tal tema´, y lo acompañaban también, era abierto, había de todo: jazz, magos, baile, elegantes y no tan elegantes”.

Dado que no es un instrumento común, aseguró que “los que tocamos el banjo somos muy pocos, tiene mucho trabajo de mano derecha, una agilidad que hay que conocerla. Hay de cuatro cuerdas y de cinco: el del jazz tiene cuatro, el del `bluegrass´ tiene cinco (es el del country), ese no corresponde al jazz y se llama picking banjo porque se toca con una púa, punteado».
Actualmente, en castellano, al ejecutante de banjo se le dice banjista o banjoista, pero al consultarle sobre cuál es la forma correcta de denominarlo, comentó que: “es un instrumento africano, ellos le llamaban `banjar´, entonces en Estados Unidos le pusieron `banjo´ y a su ejecutante le dicen `banjoist´, así que en nuestro idioma, lo correcto sería `banjoista´”.
El banjo tiene una base de madera y que, en la parte de adelante, donde van apoyadas las cuerdas, tiene un parche plástico que puede ser rugoso, liso, blanco o transparente, “según la sonoridad que le quieras dar al instrumento: al ser transparente es más brillante, al ser rugoso el sonido es más `mate´, como si el parche fuera de cuero.” Amplió la información al decir que los originales eran de cuero, pero que en invierno el cuero se aflojaba con la humedad, “entonces había que arrimarlo a una estufa para que se estire porque si no el banjo no sonaba. Algunos le ponían dentro una lamparita con una pila, entonces el calor de la bombita mantenía el parche estirado. El parche plástico tiene 40 años de historia, no más”.
Adrián empezó oficialmente con el banjo en el año 1990, y que tenía uno con parche de cuero, antiguo y que según el día, sonaba o no: “un día de lluvia, ¡chau! Mal día para el banjo, no tenía fuerza… el plástico, en cambio, se mantiene inalterable». Continuó con la descripción del instrumento y comentó que “tiene un puente que transmite el sonido de las cuerdas, es simplemente ingeniería acústica, en realidad no tienen ningún micrófono, no tiene nada.
Al igual que la guitarra, cuenta con un mango o mástil con divisiones o trastes que también van por semitonos, y la longitud del mástil depende de la afinación del instrumento. En el banjo hay tres afinaciones básicas: tenor, plectrum y Chicago tunning. Las cuerdas van afinadas en distintas notas. El banjo tenor afina igual que la viola: do, sol, re, la. El Chicago tunning es más grave, el mástil es más largo y afina en mi, si, sol, re.”
Según aclara el maestro, si hay una cantante es mejor usar el más grave, porque el otro es más estridente: “el Chicago tunning es el mejor para acompañarla y no pelearte con ella, si no la superposición de los agudos hacen desaparecer a la cantante, hay una competencia entre agudos, medio tremenda.” De todos modos, dado que por lo general no se presentan con una integrante vocal, normalmente usan el banjo tenor, típico del dixieland “que es bien agudo y tiene otra presencia”.
También comentó que hay una cuarta afinación que es la del bluegrass, que posee una quinta cuerda, más corta: “ese te puede variar un poco la afinación, depende de los bajos que quieras hacer”. Respecto a las cuerdas del instrumento, para el jazz son de metal y hay algún tipo de banjo que usa de nylon, pero es para un tipo específico de música, no para el jazz. “Las de nylon le dan un sonido mas grave, mas bajo.”
A pesar de que en nuestro país se elaboraron banjos, “los únicos que se fabricaron acá servían para lámpara, estaban más cerca de Edenor que de la música, eran inaudibles”. Completó la idea y aseguró que los buenos son todos actuales e importados: “podés comprarte un banjo de hace 80 años, pero no te lo recomiendo por tus dedos, porque son muy duros de tocar”.
Un ritmo nuevo: el jazz
Le consulté al maestro Segers respecto a los orígenes del jazz y tal como lo suponía, me respondió que “es muy largo y bastante confuso”, y amplió al informar que cuando terminaron las guerras de secesión en 1861, en Estados Unidos, y los negros del sur que sobrevivieron quedaron libres, formaron las primeras bandas con trompetas, clarinetes, trombones, tubas y empezaron a tocar. “Cantaban spirituals, y empezaron a dividir de una manera distinta, ahí interviene el banjo, que es traído por los esclavos negros de África, es el único instrumento negro que tiene el jazz, el resto son, por lo general, instrumentos clásicos.”
Siguió con su recorrido histórico, y comentó que a inicios del siglo XX apareció el ragtime, con Scott Joplin como su máximo exponente: “Tocaba cosas muy rítmicas y variadas. El ragtime también tiene cosas de minué, porque es del año 1900, pero es alegre: la música de `El Golpe´ es todo ragtime. Joplin era un compositor negro que tocaba por la comida en un boliche de los bajos fondos y murió muy joven, de sífilis. En pocos años compuso un montón de ragtimes que se hicieron famosos: le dieron un Oscar póstumo hace algunos años, por lo que había compuesto. Vale la pena escucharlo, es uno de los más grandes del ragtime, sino el más grande”.
Luego, a fines de la década del 10, aparece lo que se considera la primera grabación de jazz negro, con una marcación rítmica diferente: “El jazz es una forma de dividir e improvisar y lo que hacían lo estaban inventando, la diferencia es que era improvisado”. Esto se denomina una `pizza´: “es una reunión de músicos en donde van a tocar, a hacer una `jam session´, no sabemos lo que vamos a tocar, lo tiramos ahí o se hace una lista, ya sabemos en qué tono va, lo ameno es eso, eso es lo que lo hace jazzístico, porque el resto de las otras músicas es más previsible: en el jazz nadie sabe lo que va a pasar”.
El jazz nació frente a Nueva Orleans en un barrio humilde que se llamaba Storyville: “La sociedad francesa de Nueva Orleans no lo toleraba, ellos bailaban el minué, y cuenta una anécdota, que no sabemos si es cierta o no, que había un trompetista que tocaba tan fuerte que se lo escuchaba en Nueva Orleans, al otro lado del Mississippi, entonces la gente iba a ver qué era eso, y como era bailable, todo el mundo iba a bailar y empezó a llevarlo a Nueva Orleans”.
Segers comparó los orígenes: “El tango y el jazz nacieron en el mismo lugar, el arrabal, son de baja ralea; el tango estaba prohibido en la zona norte, dicen que ambos vienen de los negros, ambos son bailables, aunque el tango es muy difícil de bailar, el jazz no. Después vinieron los años locos donde todo eso surgió: el charleston bien estridente, el fox trot más romántico, el minué iba en extinción y el afrancesamiento en Nueva Orleans desaparecía”.
Respecto al origen de la palabra jazz comentó que hay varias versiones, pero una de ellas dice que se debe a que había un negro que se llamaba Jess que tocaba de una manera especial y que por eso decían “to play like Jess = tocar como Jess” y agregó: “dicen que viene de ahí, pero es como la palabra tango, tampoco se sabe de dónde viene, hay teorías; el tango, debe ser una palabra africana, como candombe, no es hispánica. En el jazz, al igual que en el tango, también hay algunas cosas con `habanera´”.
Acerca de La Porteña Jazz Band

Una de las cosas características de la banda es su estilo, que si bien comenzó siendo como el jazz negro de New Orleans, aclaró que también hacen un poco de `jazz blanco´: “el de la época era más pulido, los músicos eran todos músicos de estudio, de conservatorio, pocos negros tenían la posibilidad de ir a estudiar porque no les era fácilmente accesible. En cambio, había muchos músicos blancos clásicos tocando jazz, era a groso modo, mas prolijo, mas sinfónico”.

Para Adrián Segers el jazz negro tiene más swing, porque se toca de corazón y, si bien ambos son improvisados, varían en los arreglos, cada uno tiene su estilo y la forma de tocar es otra. “Vos fijate cómo habla un negro y cómo habla un blanco, es distinto, como cuando canta, vos cerrás los ojos y te das cuenta cuándo la cantante es negra.” Sin embargo, aclaró que en la presentación que realizaron el 15 de septiembre en la sede Belgrano del Centro Universitario de Buenos Aires (CUBA), tocaron con la formación standard de `dixieland´, así se llama al jazz negro tocado por los blancos.
En los comienzos de La Porteña, uno de los integrantes también cantaba: “se le llama `crooner´, es el cantante de la banda que cumplía la función de ser como otro solista; cuando era una mujer se le decía `lady crooner´.” Hoy no tienen un solista vocal en la formación, pero hicieron algunas funciones con una cantante femenina que participa solo cuando alguien la pide.
También había un ejecutante de corneta: “es una variante de trompeta, es de bronce y a pistones, lo que pasa es que es más corta y tiene otro tipo de sonido, más dulce, ahora hay tres trompetas en la banda, pero el trompetista puede perfectamente tocar una corneta, es cuestión de gusto”. Otro de los instrumentos que tuvo la orquesta en sus comienzos es la tuba: “el primer tubista nos acompañó durante muchísimo tiempo y falleció hace 4 años, después vino un muchacho joven que se fue a tocar a la obra `Chicago´ en el teatro, y lo reemplazamos por un contrabajo, que le da una dinámica más ágil a la orquesta: la tuba es un poco más pesada, a mí me gusta la tuba en uno o dos temas, como un efecto, como un cambio, pero todo el tiempo la tuba se hace un poco densa”.
Segers también nos contó que no siempre improvisan en el mismo orden: “nos miramos, a veces por una cuestión de organización vamos de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, pero no tenemos un orden, es una gimnasia, es intuitivo, vos escuchás que va a terminar un solista y empezás a mirar a ver quién va, después del saxo tenor, vas vos y después de la trompeta, va él, o va el otro, más o menos se arma así”. Con entusiasmo, relató que juntarse a ensayar o hacer presentaciones, es algo que les encanta: “es de corazón, yo estoy esperando que llegue el día del ensayo para ir a tocar; ensayamos siempre, temas nuevos, temas que hace un tiempo que no se tocan, cuando hay una actuación se ensaya ese repertorio, la música no la podes dejar, porque si no ella te deja a vos, ¿viste? Es un cable a tierra bárbaro, es mas barato que el analista”.
Algo que llama la atención es cómo hizo la banda para perdurar en el tiempo, durante varias generaciones y con el publico tan cambiante. Según explicó el maestro: “siempre hay público; incluso hemos notado que a los jóvenes también les interesa, les sorprende y les gusta que todo sea acústico, que no haya amplificador”. Consideró que si el jazz tuviera una mayor difusión tendría más público. “Actualmente, la FM Urquiza es casi la única radio que pasa jazz durante una buena cantidad de horas, no sé si pasarán otras cosas, pero solo se oye en los alrededores del barrio de Villa Urquiza, a Olivos por ejemplo, no llega.”
En 2007 recordó que estuvo con la banda en Brasil, fueron a un festival de jazz tradicional y aseguró que: “nos ha ido muy bien, los brasileros son muy afables, muy cálidos, tienen swing hasta cuando caminan, es la herencia negra africana, son alegres a pesar de que tampoco les ha ido muy bien, porque la gran masa del pueblo siempre ha sufrido más estrecheces que nosotros, pero por su filosofía de vida cantan, se ríen, hacen el carnaval y está todo bien, además tienen muy buenos músicos, es un país que se acerca un poco al primer mundo, por la infraestructura que tiene, impresiona”. Afirma que los brasileros son mas nacionalistas que nosotros, y que aman su país aunque no coman, y cree que eso es meritorio y lo que los hace fuertes: “acá viene un yankee de afuera, medio rubio, que es un chanta, y lo reciben como si fuera Sinatra. Borges decía que en Argentina existe una profunda devoción por agasajar a sus colonizadores”.
A pesar de que le envié un mail para concertar la entrevista, reconoce que prefiere el teléfono antes que el correo electrónico y que, con sus amigos, sigue optando por las charlas de café: “los antiguos hablamos, yo todavía me encuentro con amigos, cosa que mi hijo no hace, hoy si no les anda el celular o la computadora se `murieron´”. Simple, claro, sincero. Como habrás podido observar, la charla que tuve con el maestro Segers fue más que una entrevista, fue una clase magistral de teoría del jazz, en la que respondió con lujo de detalles todo lo que le consulté.
Seguramente querrás ir a verlo tocar junto a La Porteña Jazz Band, por eso te comento que hay tres presentaciones confirmadas que se realizarán antes de fin de año: las primeras dos serán en noviembre y en la ciudad de Buenos Aires, el viernes 9 en Notorious a las 21 horas (Callao 966) y el domingo 25 en el `Buenos Aires Jazz.12´, a partir de las 17 horas, en la terraza del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930); la tercera, el domingo 9 de diciembre en el Teatro Municipal de Lomas de Zamora (Manuel Castro 262).
¡Yo que vos, no me los pierdo!

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