¡Astros, rayos y centellas!

En mis años de experiencia impartiendo clases de Tarot he comprobado y llegado a esta conclusión: el “alumno” que viene a tomar clases ya sabe hacerlo, ya tiene las capacidades intuitivas y “psíquicas” para leer el Tarot, y lo único que viene a buscar es un espaldarazo, un reconocimiento de esas cualidades, alguien que lo avale y que le reafirme las mismas. En definitiva, viene a buscar confianza.
Claro está que cada carta, sobre todo si hablamos de los Arcanos Mayores, tiene su propia impronta, su configuración arquetípica. Aún así, me he dado cuenta que tampoco es necesaria una excesiva intervención de mi parte con respecto a eso, ya que esa persona sentada frente a mí, al abrirse a sentir la carta, conecta inexorablemente con la energía que la misma representa.
Si algo trascedente le aportó la astrología a mi consciencia, es la profunda convicción de que cada uno de los seres humanos que pisamos la faz de la Tierra somos absolutamente únicos e irrepetibles. Desde esa convicción, es sencillo comprender que haya tantos métodos diferentes para enseñar esta maravillosa disciplina, cada uno de los cuales hallará eco en las personas que resuenen con una modalidad de enseñanza-aprendizaje determinada.
Hasta donde he observado, y me desmentirá o corregirá quien leyendo esto pueda aportarme otra mirada, los métodos clásicos de cualquier enseñanza tienen una fuerte impronta sagitariana-capricorniana. Esto es: existe un “profesor” o maestro (Sagitario), poseedor del saber, y yo, como alumno, recibo ese conocimiento de una manera más o menos pasiva, dentro de una estructura que puede ser un instituto, una universidad, escuela, colegio o similar, con un programa de estudio pautado al que, dentro de lo posible, se respeta (Capricornio).
Siendo el Tarot una disciplina fuertemente ligada a los aspectos intuitivos y “psíquicos” del ser humano, es natural que así como muchas personas se sienten cómodas en la clásica estructura de enseñanza, a tantas otras se les dificulte enormemente este “aprendizaje”, ya que tienen que memorizar conceptos y los significados de las cartas, y, en algunos casos, diferentes combinaciones de cartas para hacer las tiradas, recibiendo información más ligada al consciente izquierdo de nuestro cerebro que al derecho, el que nos permite concebir las situaciones y las estrategias del pensamiento de una forma total, integrando varios tipos de información (sonidos, imágenes, olores, sensaciones) y transmitirlos como un todo.
Pues es de suponer que ha sido mi propia configuración energética natal (para los que entienden, ascendente en Géminis, Casa IX, la de los estudios “superiores”, el aprendizaje y la enseñanza, en Acuario; y Urano, el regente de este signo, en conjunción con Mercurio en la Casa III) la que ha motivado esta inquietud y la que ha hecho que llegaran a mí estudiantes frustrados con esos métodos de enseñanza convencionales, luego de haberlo intentado en varios lugares y casi, como me dijo una alumna en nuestra primera clase, a punto de darse por vencida convencida de que el Tarot no era para ella.
El «anti método» que me surgió un día antes de tener a mi primer alumno de Tarot (con esa configuración astrológica que ya describí, no estaba dentro de lo probable que me pusiera a diseñar un “plan de estudios” sistemático, ni mucho menos), fue el de invitar al mismo a que pusiera cada carta, de una por vez, delante de sí y que simplemente me dijera qué le decía esa carta, qué sensaciones experimentaba al verla, que se fijara en la expresión del rostro del “protagonista” de la misma, y que me dijera qué le sugería esa expresión, pero que también observara el dibujo de la carta en su totalidad. En fin, que no usara la “mente” y que, sin pudor alguno, expresara lo primero que sentía.
Pues no tengo manera de contar la enorme sorpresa que me provoca escuchar tan bellas y originales “explicaciones”, tan particulares y tan propias de cada ser… y “jugar”, geminianamente hablando, en un ida y vuelta de impresiones y sensaciones que ambos nos proveemos desde nuestros aspectos más descontracturados, en un espacio de libertad y placer. Sentir y ver la felicidad y alegría de los alumnos, al sentirse liberados y aliviados, como me dijo otra alumna, “¡al no tener que hacer memoria!” y respetados y respaldados con respecto a lo que sienten y ven.
Como docente no hay nada que temer ni, como expresé al principio, mucho que hacer: la impronta energética de cada carta no se desdibuja en ningún momento, ya que al invitar al “aprendiz” a que se conecte con el Arcano desde su consciente derecho, hay enormes posibilidades de que entre en contacto con el arquetipo que ese dibujo representa en el inconsciente colectivo. Esa persona empieza así a familiarizarse con lo que luego va a ser moneda corriente cuando se disponga a hacer una lectura o tirada: conectar con su intuición, con su sensibilidad, con lo que le dice su “panza”.
Me limito a compartirle a mi interlocutor lo que me ha representado esa carta en mi experiencia tirando el Tarot y luego, claro, le enseño diferentes tiradas, haciendo hincapié en la denominada “astrológica”, es decir, usando las 12 Casas o áreas de Vida con las que se rige la Astrología, ya que me parece en principio la más completa.
Ver a estas personas desplegar sus cualidades y capacidades cuando se apropiaron de la seguridad en sí mismas, y ser protagonista de la felicidad que eso les provoca y los sentimientos de libertad con los que entran en contacto, es una de las gratificaciones más grandes que recibo trabajando con estas disciplinas.
ASTROS, RAYOS Y CENTELLAS!!
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Félix Olivari Tenreiro.