«Epocalipsis»: poesía, surrealismo y fotografías

«¿Por qué saludamos a una sola de las cuatro estaciones?», preguntó un amigo en su Facebook y me quedé pensando unos segundos. «Creo que tiene que ver con el renacer. El ser humano -tanto como la misma naturaleza- necesita ese calorcito que nos alegra el corazón. Más allá de las preferencias, cada nueva estación es motivo para agradecer y festejar, cada una nos regala sus aprendizajes. Esos mismos que florecen cuando sale el primer sol de la Primavera y que nos ayuda a ver con más claridad nuestro camino», le respondí y agradeció la reflexión.

En lo personal, considero que la poesía está silenciosamente relacionada con la necesidad de expresar nuestros sentimientos y liberarnos de las imágenes que nos aturden como un eco repetitivo. Es un constante manantial de emociones, que nos permite transformar nuestro espíritu y darle un purificado sentido a la vida. Es crear un mundo tan íntimo, como las palabras que llenan de fragancias, historias y protagonistas las páginas en blanco. Por esta razón, nos pareció una linda experiencia compartir en Noches Vernäculas el libro «Epocalipsis» de María Verónica Noonan.

Sobre la autora

Como comentó la astróloga Luciana Ferreiro durante el programa, Verónica Noonan es una fotógrafa y poetisa surrealista nacida en Buenos Aires y criada en Los Ángeles, Córdoba. En su larga trayectoria como fotógrafa trabajó con Massacre, la banda argentina pionera del skate punk en Latinoamérica, que fusiona hardcore y punk de los años 70′ y 80′, para convertirse primero en una banda de culto que luego alcanzó la masividad con su disco «El Mamut» en el año 2007. Cuando leemos su libro, debajo del título rápidamente observamos que dice «teleoalreves». Un dato curioso es que el seudónimo lo tomó del tema «Te leo al revés» del disco «Aerial» y así fue como editó «Epocalipsis» en octubre de 2017.

«Epocalipsis» abarca la obra de Verónica Noonan desde el año 2006 hasta 2017 inclusive y conjuga sus poemas surrealistas, que nos llevan de paseo por paisajes oníricos, de un modo descarnado, al mejor estilo Oliverio Girondo (de quien la autora reconoce la influencia en su obra). Con su obra fotográfica forma entre sí un todo indivisible que nos cuenta una historia, como una biografía sin tiempo, que va desde adentrarse en los abismos para verse cara a cara con la sombra, el renacer de la conciencia y la quietud de la sabiduría.

«Cancelar la humedad de los ríos cruzando calles estirando arcadas. Recuperar la tibieza fugas de voces que muerden auriculares metálicos, ranuras pluscuamperfectas y bordes inocuos. Lavandina, pizarrones y cerezas que explotan en territorios estériles. Pez, luciérnaga, empalagado de luces dando fuerte en la raíz del ojo. Que sangra. Que agoniza en mitad de la calzada madrugadora, traspasada y de fauces abiertas.» («Epocalipsis», Verónica Noonan, página XXVII).

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