La fallida obra maestra

Gastón Duprat estrena «Mi obra maestra», una película que contraría su título.
Renzo (Luis Brandoni) es un artista en decadencia, un viejo carcamán y borracho. Arturo (Guillermo Francella) es su galerista y amigo. Pocas veces hemos visto a estos dos actores tan desdibujados. Es como si no hubiera interacción y cada uno actuara en un bloque propio e inmutable. No hay un vínculo explotado y, pese al esfuerzo de los protagonistas, los momentos verdaderamente graciosos son contados con una mano.

«La estructura se desploma»

El mundo del arte es un tema recurrente en las obras previas de Duprat junto a Mariano Cohn («El hombre de al lado» y «El ciudadano ilustre»). Sin embargo, pareciera que en este caso el patetismo toma a la obra cinematográfica misma, y lo que debería ser una ironía resulta de esta manera.
Como si fuera poco, la dinámica no sorprende y, por el contrario, todo resulta previsible y favorece a la sensación de que la película se hace eterna. Con un guión de base tan flojo, es lógico que toda la estructura que se le pone encima, por más vistosa que sea, se desploma.
Andrés Duprat, hermano de Gastón, es el guionista de la película y actualmente el director del Museo Nacional de Bellas Artes. Además, es quien aporta la mirada más cercana a este mundillo. Pese a confiar en su óptica, el clima no termina de cerrar y genera cierta desconfianza sobre el verosímil que no culmina de constituir. La dupla de dos íconos de la comedia argentina tampoco explota y el director, que en otras obras logró convencernos, esta vez se ha desinflado.
La sumatoria de estas participaciones debería asegurar cierto éxito y, quizás, esta «sobre confianza» transformó al producto final en un paso en falso.