Por un pelo, esperanza y lucha

El cáncer es una de las principales causas de muerte alrededor del mundo. Según la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer, en 2012 hubo 14,1 millones de casos nuevos y 8,2 muertes relacionadas con esta enfermedad. 57% de los nuevos casos de cáncer en ese año ocurrieron en regiones menos desarrolladas del mundo, que incluyen Centroamérica y partes de África y Asia. El 65% de las muertes por cáncer en el mundo también ocurrieron en estas regiones. El número de casos nuevos de cáncer se prevé que aumente a cerca de 23,6 millones para 2030.
«Una mañana desperté acalorada porque había tenido una pesadilla, soné que se me caía el cabello a puñados. Abrí los ojos alterada, me llevé la mano a la cabeza buscando desesperadamente los hilos de pelo que aún me colgaban cerca de las orejas. No quería ser una pelada, aunque todo indicaba que iba a ser así. Me habían diagnosticado cáncer en el útero, después de retirar una masa de 12 centímetros de él». Así lo cuenta María, entre risas nerviosas.
Según la Organización Mundial para la Salud (OMS), las infecciones oncogénicas, entre ellas las causadas por virus de las hepatitis o por el virus del papiloma humano, ocasionan el 25% de los casos de cáncer en los países de ingresos medios y bajos.

Tratamientos

«Al principio me aferré a la esperanza que solo fuera un tumor más, asociado a los miomas que siempre padecí. Pero esta vez el tumor crecía rápidamente al igual que el dolor. No quería asustar a mi familia, así que decidí callar hasta que los médicos encontraran una solución. Después de superar una cirugía de casi nueve horas supe que lo más difícil había pasado. Que al no tener ese tumor dentro de mí, estaba casi sana. Lo que no imaginé era que, para terminar con las células malignas, tenía que someterme a quimioterapia durante un año y dos meses, y a un control de por vida. El espíritu flaqueó y desee haber muerto en la cirugía antes de pasar por todo lo que me iba a tocar», relata María.
La detección de cáncer en una fase avanzada y la falta de diagnóstico y tratamiento son problemas frecuentes. En 2017, solo el 26% de los países de ingresos bajos informaron que la sanidad pública contaba con servicios de patología para atender a la población en general. Más del 90% de los países de ingresos altos ofrecen tratamiento a los enfermos oncológicos, mientras que en los países de ingresos bajos este porcentaje es inferior al 30% según la OMS.

«Frío y vergüenza»

«Junto con mi familia decidimos que nadie tenía por qué enterarse. No tardaron las preguntas de todos acerca de la enfermedad y el tratamiento, el pésame de muchos y la lástima de verme siempre vestida de cabeza a pies en un clima tropical de Colombia. Por la quimioterapia el médico me recomendó no recibir sol directo. Por la cirugía no hacer fuerza y realizar ejercicios moderados. Algo casi imposible para una persona que vive y trabaja en el campo. Sin embargo, seguí adelante. Mi hija menor cuidó de mí hasta que la herida, ya sana, me dejó atender mi casa y animales.
Han pasado 14 meses desde que tuve aquella pesadilla en la que perdía todo el pelo. Me miraba al espejo aterrada. No quería peinarme, ni tocarme la cabeza, era tan frágil que caía como vidrio esmerilado al piso. Sin poder hacer nada para detenerlo. Nada me dejó más abrumada que la pérdida de todo el vello de mi cuerpo. Sentirme pelada como una niña a mis 56 años. Acomplejada, con frío y vergüenza, nunca permití que me vieran desnuda. Nunca mostré mi cabeza calva. Mis sobrinas me regalaron una peluca de cabello natural, cosa que agradecí enormemente. No salía de casa desde que el último pelo se perdió entre las sábanas.»

Un órgano y no el alma

En el libro «La historia de mis tetas» escrito por Jennifer Hayden, una mujer se da cuenta de que sus pechos podían explicar la historia de su vida cuando le diagnosticaron un cáncer de mama a los cuarenta y tres años. Mediante un viaje a su historia encontró que sus senos eran solo parte de su cuerpo y así superar la ausencia de ellos y llevar con alegría la superación de una enfermedad. Un poco lo que pasa cuando te extirpan un órgano y no el alma.
«Hace un mes y medio me comenzaron a nacer vellos en todo el cuerpo. Y en mi cabeza el pelo brotó con fuerza y de un color blanco como la nieve. No conozco la nieve, pero supongo que luce como mi pelo. Blanco y denso.
El cáncer y la pérdida de pelo para mí fueron como volver a nacer.  Sentí que cambié de piel. Una nueva y más fuerte ahora me recubre. Es raro porque casi todas las personas que estuvieron en tratamiento conmigo, sus vidas siguen sumidas en la enfermedad y cada diagnóstico es peor que el anterior. Nunca pensé en deprimirme. Sabía que no había otra opción. Siempre supe que el pelo crece, que la vida trascurre en paz para los que tienen esperanza y que lo mejor por hacer era esperar. Tal vez mi amor y cuidado por mi cuerpo ayudó a transitar con más tranquilidad esta etapa. Cosa que nunca vi reflejado en el rostro de los que recibían conmigo el tratamiento». María termina su relato tocándose con firmeza la cabeza, cómo hace mucho tiempo no lo hacía.
Según la OMS, alrededor de un tercio de las muertes por cáncer se debe a los cinco principales factores de riesgo conductuales y dietéticos: índice de masa corporal elevado, ingesta reducida de frutas y verduras, falta de actividad física, consumo de tabaco y consumo de alcohol. Y solo uno de cada cinco países de ingresos medianos o bajos dispone de los datos necesarios para impulsar políticas de lucha contra la enfermedad.