Prometeo, defensor del género humano

prometeoSu nombre significa “El precavido” y sus hermanos son Epimeteo («el que no piensa»), Atlas («el más juicioso») y Menetio («el más arrogante»). Sus padres son los Titanes Japeto y Climena, su tío es Cronos y su primo Zeus.
En el Cosmos hubieron varias revueltas, entre ellas las dos siguientes. La primera cuando Cronos destronó a su padre (Urano) y necesitó, para eternizarse en el trono, a los Titanes. La segunda cuando Júpiter hizo lo mismo al derrocar a Cronos y quedarse eternamente en el cuidado del firmamento. Para eso también solicitó la colaboración de los Titanes, los cuales algunos les fueron fieles y otros no. A estos últimos los envió al Tártaro o, como en el caso de Atlas, a sostener el mundo en sus omóplatos. Quienes lo ayudaron (entre ellos Prometeo y Epimeteo) se quedaron cerca del Olimpo para disfrutar de las mieles del triunfo.
Reunion olimpicaPrometeo tenía una cierta rivalidad con su primo y siempre lo ridiculizaba. Él veía que si Zeus tenía que tomar la decisión de exterminar a la raza humana no tenía miramientos, pero este amaba demasiado a los mortales, que no son los hombres que hoy conocemos: eran hombres bestias, no estaban dotados de inteligencia y, por lo tanto, la raza iba por el camino de la degeneración.
Un día se encontraba Prometeo caminando por el Olimpo, escuchó en una reunión de Dioses que Zeus, harto de la humanidad reinante, estaba dispuesto a extinguirla y crear una nueva. Prometeo al escuchar esto no tuvo mejor idea que desafiarlo y le propuso un juego de adivinanzas. Primero sacrificó a un Buey que dividió en dos partes, en esos dos sacos por separado puso en uno la carne más sabrosa y en el otro bolso los huesos. A este último lo rellenó de grasa, le dijo a Zeus que eligiera la parte que él consideraría más sabrosa para los Dioses y le afirmó que la otra la dejaría para los hombres. Cuando Zeus tocó las bolsas pensó en la que contenía carne (que en realidad era la rellena de grasa) que sería la más sabrosa, abrió la bolsa y al ver la trampa y la burla entró en estado de cólera.
Prometeo roba el fuego a los diosesPrometeo entonces redobló su rebeldía y decidió que iría por más. Llevó una antorcha consigo y extrajo fuego del carro solar y se lo dio a los hombres. ¡Ay que osadía desafiar a Júpiter! Ahí sí que Zeus no tuvo contemplaciones: pretender que el hombre se convierta en un Dios, porque eso le daba el fuego, ser un dios en la Tierra si el único dios con atributos de rey que existía en el firmamento era él. Ya bastante tuvo al compartir con sus hermanos otros planos del Universo.
Ahora era Júpiter quien quería ridiculizar a Prometeo, así que le envió por medio de Hermes una mujer llamada Pandora con una caja (la caja estaba llena de plagas, por supuesto que nadie sabía lo que contenía), pero Prometeo era muy astuto y conocía muy bien a su primo, sabía perfectamente que todo lo que viniera de Júpiter no era bueno para él, por lo tanto la rechazó. Zeus, ya cansado de la inteligencia y astucia del titán, decidió encadenarlo eternamente en el Cáucaso y dispuso que un buitre le devore el hígado todos los días haciendo que se reconstruya al día siguiente. Se trataba de un castigo eterno, debía sufrir por su insolencia por siempre porque ya no se podía hacer más nada con los hombres, si habían adquirido “el fuego”.
El Fuego
Representa la parte divina del hombre, la chispa mental, lo que compartimos con los dioses. Hasta el momento en el que Prometeo nos trajo “la luz en la cabeza”, el hombre no era más que un animal dentro de ese paraíso. Zeus no quería que tuviese nada de divina la humanidad… ¿pensar, para qué? Si es mejor para gobernar y dirigir cuando no se piensa. El fuego cuestiona, inquiere, investiga, averigua, el fuego te “revela” y te “rebela”: el primero te descorre el velo, deja que la verdad se desnude poco a poco ante los ojos del que quiere saber y el segundo te deja más en alerta, no acatás tan fácilmente, ya no te pueden pensar, te tildan de rebelde y si tenés una identidad muy fuerte, para muchos podés llegar a ser un guerrillero.
fuego«El hombre con fuego ya no es un hombre domesticado», diría José Ingenieros.
El hombre que piensa ya puede tener acceso a las ciencias, a la matemática, las artes, la aritmética, la astucia, los astros, la oratoria.
Todo esto se lo debemos a Prometeo, el padre de la humanidad, el que enalteció a la raza humana, nos puso en un lugar privilegiado. Tan privilegiado es este lugar que “el hombre que piensa” ya puede entrar al Olimpo sin acreditación de Zeus.