Se rompe una maldición

«Es una antigua tradición escandinava: me nominan para el premio y se lo dan a otro. Ya todo eso es una especie de rito. Todos los años me proponen, todos los años me olvidan, eso da prueba de cierta simetría», bromeaba Jorge Luis Borges. «Siempre recibiré el premio el año que viene», reflexionaba irónico el argentino.
A 32 años de su muerte y un poco más de esta icónica frase, le es otorgado como homenaje póstumo el Premio Nobel de Literatura.
La iniciativa de otorgarle el reconocimiento al escritor argentino surge a modo de protesta y descontento tras el anuncio de no conceder el premio este año. La Academia Sueca, con sede en Estocolmo, fue sacudida por acusaciones de acoso sexual en contra de Jean-Claude Arnault, marido de una de sus miembros, y por tal motivo fue suspendida la entrega. La polémica generó una serie de renuncias que no permitieron elegir correctamente al ganador. Ya el pasado 13 de abril la entidad no tuvo quórum para decidir el Nobel, dado que solo 10 de los 18 asientos estaban ocupados. Este año, por primera vez desde 1949, no se entregó el Nobel de Literatura, que solo ha quedado desierto en 1935 y no se ha dado en 1914, 1918 y de 1940 a 1943 debido a las dos guerras mundiales.

Símbolos

El 11 de octubre un comité internacional de escritores y simpatizantes tomaron partido y decidieron otorgárselo a Borges. Durante una ceremonia simbólica, una veintena de invitados internacionales y más de cien participantes celebraron el anuncio y, mediante una performance, dieron a conocer el nombre del ganador. El evento tuvo lugar en el cine del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA).
Eterno candidato al prestigioso galardón, en el año 1967 el literato estuvo cerca de obtener el reconocimiento. Fue uno de los candidatos «serios» a llevárselo, junto a Graham Greene. Sin embargo, esa mención la obtuvo Miguel Ángel Asturias y, de esa manera, llevó el preciado premio a Guatemala.
Siempre figura en las listas de candidatos al Premio Nobel de Literatura, a Borges nunca le otorgaron ese honor. La sospecha acerca de la negativa apuntaba a razones políticas antes que propias del arte. Una de ellas se remonta a 1976 cuando, en plena dictadura chilena de Augusto Pinochet, Borges fue invitado por el régimen totalitario. Incluso este llegó a destinarle algunas palabras de elogio al represor, al calificarlo de «excelente persona» y destacarle su «cordialidad y bondad».
No sabremos a ciencia cierta qué originó el eterno desencuentro de Borges con el premio. Lo que sí podemos afirmar es que Borges trasformó para siempre la literatura latinoamericana y fijó su «Aleph» en el centro de nuestra trivial sociedad. Tal vez esa fue la gota que llenó el vaso de la Academia Sueca siempre exigente y altiva.