Una lección de pura vida

La presentación de Uruguay, siempre un equipo a tener en cuenta, y Costa Rica, tal vez una de las selecciones que en los papeles resulta candidata a volverse en primera ronda, dejó las más insospechadas sensaciones.
Los charrúas comenzaron ordenados y con mejores perspectivas e, incluso, tuvieron su momento para ponerse arriba en el marcador. A los 22 minutos Junior Díaz tomó a Diego Lugano en el área y el árbitro alemán Felix Brych no dudó: penal para Uruguay que Edinson Cavani cambió por gol. El delantero definió de derecha fuerte al palo izquierdo del arquero Keylon Navas. El panorama era ideal a los 24 del primer tiempo.
Poco a poco se fue diluyendo esa ilusión, ya que apenas comenzado el segundo periodo, un centro al área chica provocó el esfuerzo de Oscar Duarte quien asustó a la defensa celeste y, con un cabezazo a un metro de Fernando Muslera, obligó al arquero a evitar el gol. Las desinteligencias defensivas comenzaban a aflorar y los ticos se consolidaban poco a poco… y tendrían su premio. El mejor jugador del partido, Joel Campbell, tomó el balón después de un centro que toda la defensa uruguaya dio por perdida, y no perdonó. La clavó de zurda y empató el partido.
Después de este gol, todo se potenció: los errores charrúas se multiplicaron y la selección de Costa Rica se consolidó como nunca antes en una Copa del Mundo. Así vino una jugada casi idéntica al anterior centro que conectó Duarte, que este mismo cabeceó desde ese preciso lugar pero esta vez el arquero nada pudo hacer. La cenicienta del Grupo D estaba ganando.
Y para liquidar el juego volvió a aparecer la figura. A los 84′ Campbell metió un pase largo para la entrada de Marcos Ureña, quien acompañó la pelota ante la salida de Muslera y, con un toque suave, hizo que el balón avance lentamente hacia el arco. El ánimo de ambos seleccionados no podía ser más opuesto: por el lado de Uruguay era todo desolación y en Costa Rica se celebraba el 3-1 que quedará por siempre en la historia. Pura vida y pura felicidad.