Votamos modos

Mauricio Macri es el nuevo presidente argentino. Algo inesperado hace unos años, cuando tenía la imagen de niño rico con ambiciones desmedidas probablemente causadas por una mala relación con su padre. Ganó bien pero por poco y tendrá en el Poder Legislativo una enorme oposición tanto desde el bloque kirchnerista como la Izquierda, que cada día tiene mayor presencia.
El PRO, un partido vecinal que es principalmente un proyecto económico, se alió a un partido histórico con armado y estructura territorial y así consiguió que «la derecha» obtuviera en forma democrática un poder pocas veces visto en las manos del mismo partido. Es para observar el hecho de que la semana posterior al balotaje, Ernesto Sanz -presidente de la UCR y principal impulsor de la alianza Cambiemos- se bajó del barco por cuestiones personales.
La idea de un gobierno de coalición entre una derecha económica y un partido de centro con un proyecto político completo se vio trunca a partir de que Sanz se retirase y también a partir de que Mauricio Macri anunciara los ministros que forman parte de su gobierno. Casi todos vienen del PRO o del mundo empresarial, es decir, que seremos gobernados por un partido que consiste principalmente en ofrecer un proyecto económico y que todas sus otras políticas se han ido moviendo en base al marketing político que le permitiera obtener el poder.
¿Está mal esto? No parecería más que una estrategia como tantas en el mundo a la hora de disputar un lugar político.
Un gran sector de la sociedad votó con cansancio y molestia por los modos que tuvo el gobierno saliente principalmente durante los últimos cuatro años.  Pareciera ser que Cristina Fernández de Kirchner y sus «secuaces» entendieron que el 54% de 2011 les dio la posibilidad de actuar como si fueran a gobernar para siempre y se decidió comunicar el discurso en base al relato desde el que se pararon. Como podemos ver a partir del resultado del balotaje, los votos no son de nadie y tampoco te dan vía libre para actuar como sea.
En 2013 quedó demostrado que el Frente para la Victoria (FpV) no era amo y señor de la provincia de Buenos Aires y perdió las legislativas contra Sergio Massa, líder de un peronismo desligado del kirchnerismo. Esto, en lugar de hacerles entender que había un descontento real y que excedía al fogoneo mediático, reafirmó la posición del FpV de considerarse la verdad popular y tomar a la crítica como «antipatria», y así consiguió que se empezara a prestar más atención a los modos que a las políticas de Estado. Un ejemplo claro es que molestó que hubiera cepo a la compra de dólares sin tener en cuenta que esto no era más que una medida para tapar las consecuencias de haber decidido desendeudar al país utilizando las reservas. La política de Estado fue buscar, con muchos errores y algunos aciertos, la soberanía económica.
¿Se consiguió? Definitivamente no, pero el intento demuestra lo que se buscó. El reclamo por la actualización de los límites de cobro de Impuesto a las Ganancias probablemente haya excedido al sector que realmente afectaba esto, pero el hecho de que el gobierno de Cristina no haya decidido encararlo de frente demostró que el relato a veces le come los tobillos a la realidad. Asumir que había que subir el límite era asumir que la inflación era un problema y, como la intervención al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) condicionó la publicación de estadísticas, esto contradecía el relato.
No parece necesario centrarse en cada uno de los errores del gobierno de Cristina tanto durante la gestión como en el marco de la campaña, sino que desde este análisis se plantea la idea de que a causa de los modos bastante bruscos, verticalistas y algunas veces autoritarios de actuar que tuvo el oficialismo saliente le dio la posibilidad a un proyecto económico con formas «republicanas» de llegar al poder. Este proyecto se dice desarrollista, tal vez con algo de razón: tienen a Rogelio Frigerio (nieto de un desarrollista) como ministro del Interior. El desarrollismo tuvo su pico durante la presidencia de Arturo Frondizi y consistía en un proceso de sustitución de importaciones combinadas con el ingreso de capitales extranjeros y canalizarlos en la industria pesada. Se diferenciaba del peronismo en estos últimos dos puntos, ya que el primero era rechazado (aunque al final de la segunda presidencia de Perón ya no tanto) y con respecto al segundo hasta 1955 se había desarrollado solamente la industria blanda que fomentaba el consumo masivo interno.
Se puede considerar al desarrollismo, si cumple con sus objetivos de la mano de un Estado fuerte, un estadío superior lógico al peronismo. El tema es que, por otro lado, Macri incluyó a economistas muy alineados (o directamente implicados) a la convertibilidad, al neoliberalismo y a todo lo que representó Domingo Cavallo cada vez que estuvo en el poder, como Federico Sturzenegger, actual presidente del Banco Central (BCRA) y sobreseído de la causa del Megacanje. O Alfonso Prat Gay, ministro de Hacienda, administrador de la fortuna de Amalita Fortabat y sospechado de haber fugado parte del partimonio de la exdueña de Loma Negra. También tenemos a Carlos Melconián, actual presidente del Banco Nación y uno de los encargados de estatizar la deuda privada de empresas durante los ochenta. Esto da la idea de que en esta nueva etapa el país volverá a tomar deuda, sí, eso que era mala palabra hace quince años y ahora es «lo que necesita el país», y volverán a correr los dólares como le gusta tanto a la city porteña.
¿Es malo endeudarse? No, es malo o bueno lo que se hace con esos capitales. Históricamente, esos capitales extranjeros se usaron para negocio de unos pocos, es cuestión de esperar a ver si realmente se consigue el desarrollo o vamos a ver cómo entran dólares y se van volando a pocas cuentas que no dejan nada al país.
En definitiva, se puede interpretar que a partir de los modos kirchneristas, principalmente de los últimos cuatro años donde se rompieron lazos con el peronismo ortodoxo, donde ningunearon reclamos sensatos de sectores sociales que históricamente no fueron representados por el PJ, donde se ocultaron estadísticas que contradecían al relato, con múltiples denuncias por corrupción constantes aunque no siempre 100% sostenidas en la Justicia aunque fogoneadas desde los medios claramente opositores al gobierno y con relaciones internacionales consideradas polémicas para el eje occidental tradicional, llegamos a unas elecciones con Daniel Scioli como único candidato que representaba, a su manera, al FpV. No es un dato menor que consiguió mejores resultados cuando buscó diferenciarse de las maneras conflictivas de relacionarse del kirchnerismo.
Esto significa que los modos agotaron a un gran sector de la sociedad y, tal vez, un sector de esta decidió votar a candidatos que representaran más el tradicional «respeto a la República y a la Constitución» sin prestar realmente la debida atención al proyecto económico que estaban apoyando. La idea de que votando modos, votamos deuda puede que aplique para una buena cantidad de argentinos y esperemos que esos capitales sirvan para hacer crecer al país. Eso sí, al ver la cantidad de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) aplicados desde que asumió Macri y la modificación de la Ley de Medios, puede que demuestre que el respeto a las instituciones vamos a tener que verlo en otro momento.