"GirlBoss" y el falso poder femenino

«GirlBoss» es una serie original de Netflix creada por Kay Cannon que lanzó su primera temporada en abril del corriente año y fue rápidamente cancelada luego de su emisión. La serie está basada en el libro que cuenta las memorias de Sophia Amoruso (interpretada por Britt Robertson), la fundadora de «Nasty Gal», un emprendimiento de moda femenina que la llevó de la cuasi bancarrota en la que se encontraba hacia un salto millonario. El programa no recibió las mejores críticas y no de forma gratuita. La serie parece equivocarse en varios aspectos a la hora de elegir el modo de contar la historia.
Para empezar, no profundizan en los personajes que pueden resultar de interés, prefiere enfocarse en conflictos infantiles y en personajes demasiado superficiales cuando ya tenemos uno principal que tiene por demás estas características.
Otra complicación puede ser la falta de coherencia que le quita verosimilitud, y lo puedo ejemplificar en concreto con una descripción en detalle: la escena en la que Sophia se roba una alfombra, sí, una alfombra, y el fin es que el personaje siempre «zafa». Hay varios momentos muy manipulados para direccionar la historia hacia donde quieren que vaya.

El personaje nos tiene que parecer cool

Por otro lado, el personaje no es el más óptimo para sentir empatía sino más bien cierto rechazo, lo cual no necesariamente tiene que ser un aspecto negativo de la serie, porque hay muchos programas y películas memorables centrados en personajes detestables. Pero ahora bien, «GirlBoss» no usa las estrategias que usan estos productos, y en lugar de aprovechar ese potencial odio y explotarlo más bien parece, una vez más, forzar el relato para gritarnos en la cara que el personaje nos tiene que parecer cool y hacernos reír aunque sea un desastre. Y no.
La serie está basada en la historia real de una persona y parece existir demasiado esfuerzo por hacer quedar bien al personaje real, al estilo «si usamos su historia y es una de las productoras, no podemos hacerla quedar mal», por lo que hay un tono de picardía y romanticismo alrededor de todo lo que hace el personaje que no cierra, y esto se da porque las acciones del personaje son tan fuertemente rechazables que, por más que lo intenten, no nos va a caer bien tan fácil.

La peor actitud

Pero lo más complicado, y lo que a mi parecer es la peor actitud de «GirlBoss», es el hecho de creer que se está dando un mensaje de poder femenino al utilizar como emblema a una mujer como Sophia Amoruso solo por el hecho de crear un emprendimiento que creció y la llevó a ser millonaria de muy joven, pero que no tiene ningún aspecto que la relacione con lo que se quiere difundir como el espíritu y la esencia de las luchas de género.
Una mujer que logra que su propio negocio tenga éxito, pero que al mismo tiempo enfrenta demandas de parte de varias empleadas por ser despedidas por el solo hecho de haber quedado embarazadas, no puede representar ningún tipo de revolución de género. Simplemente porque se mueve bajo las mismas reglas que han significado una opresión para el mismo y forjó claramente su éxito sobre estas bases.

Autobombo

Si consideramos su imagen positiva bajísima en su ambiente laboral y que fue calificado como tóxico en alusión a cierto maltrato, sumado a las demandas del tipo mencionado anteriormente, queda en evidencia que la serie (y antes el libro autobiográfico) nos muestra el principio: la germinación de este tipo de mujer que es hoy fuera de la ficción, pese a los intentos de hacernos simpatizar con ella de los creadores del programa entre los cuales se encuentra (oh, sorpresa) la propia protagonista.
Los cálculos cierran, hay que tomar a una joven que se la pasa llevando a cabo actos de ridícula rebeldía y egoísmo puro para perjudicar al resto y sumarle el hecho de que, repentinamente, sin ningún tipo de necesidad de crecimiento personal y/o reflexión, logra conseguir todo lo que quiere y más. Es fácil vislumbrar el resultado que está a la vista de todos fuera de la pantalla.