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Volver, qué hay de malo con ello. A veces necesitamos reencontrarnos con experiencias artísticas que, como espectadores, en algún momento recibieron gran parte de nuestra atención. Regresar, probablemente, nos ayude a tener una lectura mucho más clara y precisa.

Sí, en este sentido, es bueno retornar al pasado. Por ello, en esta nota quisiera escribir sobre algunas cosas (diseñadores, películas, obras de arte y canciones) con las que entré en contacto hace un tiempo (en ocasiones, hace muchos años) pero que, recientemente, me dispuse a revisar para recordarlas, celebrarlas y analizarlas. Comencemos.

Qué hay de moda

Recordando desfiles de algunas temporadas atrás, llegué hasta la colección Fall Winter 2018/2019 de la casa Gucci, diseñada por el genio de Alessandro Michele. Llamarlo genio no es una exageración, verdaderamente es un hombre que maneja muchas referencias y que, definitivamente, sabe cómo conjugar estéticas disímiles en una misma propuesta. Muestra de ello es la conjunción que hace entre materiales como el terciopelo, la lana y el denim, además de mezclar exitosamente texturas de encajes, diamantes, estampados florales, el tartán, las lentejuelas, el tejido de algodón y el bordado sobre satén.

Sin embargo, me parece que su mayor logro es el eclecticismo cultural y temporal, ya que, en dicho desfile, se pueden percibir accesorios y complementos asociados a la moda urbana como las zapatillas deportivas o las gorras, que dialogan con vestidos de mangas largas, hombreras amplias y volantes decorativos. Por otra parte, también utiliza turbantes, tocados de estética asiática, lentes oversize de marcos puntiagudos -propios de los años 60′-, mocasines y pañuelos atados en el cuello.

No puedo cerrar este apartado sin mencionar los complementos más conceptuales de la colección, como lo fueron las réplicas de las cabezas de los modelos, que estos sostenían en sus manos tal y como si fueran carteras. A ellas se sumaron mascotas peculiares como dragones bebés, lagartos y la icónica serpiente Gucci de rayas rojas, mientras que el escenario recreaba un quirófano en tonos verdes y luces con tubos blancos. Toda una puesta en escena que confirmaba la necesidad del diseñador por construir -como si de un Frankenstein contemporáneo se tratase-, un nuevo tipo de realidad, en la que los límites entre culturas y el tiempo no existen.

Qué hay de cine

Creo que una imagen, o secuencia de una película, puede lograr instaurarse en nuestra mente por muchos años si es lo suficientemente poderosa. Evidentemente, eso que llamo poderoso puede ser algo distinto para cada uno de nosotros. No obstante, me parece que lo que las convierte en imágenes trascendentales son las asociaciones emocionales e intelectuales que hacemos con ellas. Por ejemplo -y aquí viene mi recomendación de un clásico del cine español-, cuando pienso en «Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios» (1987) de Pedro Almodóvar, lo primero que pasa por mi mente es el perfil de una mujer mayor con ojos muy maquillados, vestida con la estética de los años 60′, cuyos cabellos proyectados hacia atrás, por el fortísimo viento que la envuelve mientras se transporta sobre una motocicleta, la hacen parecer una fotografía muy conceptual de lo que podría significar la locura.

En su momento, el film me llamaba más la atención por la detallada y bien pensada dirección de arte, que es un factor preponderante en todas las películas de Almodóvar. En la actualidad vislumbro que muchas, por no decir todas las decisiones estéticas del film, son una prolongación del contrastante grupo de personajes que se entrelazan en una historia que termina, en algún punto, pareciendo una comedia de equivocaciones shakespeariana. Pero que, además, pensando en las composiciones de color que se utilizan, basados en combinación de tonos contrastantes, como el rojo y el azul, reflejan el desequilibrio emocional que atraviesa la protagonista. Maravillosamente interpretada por Carmen Maura.

Una obra perfecta para recordar y celebrar el sólido cuerpo de trabajo en el que se convirtió la carrera del manchego.

Qué hay de arte

Si he de recordar alguna de las obras de arte que cautivaron mi atención por primera vez hace muchos años, me parece que esa sería el Laocoonte. Un grupo escultórico que plasma el momento en el que un sacerdote de nombre homónimo es atacado junto a sus hijos por dos serpientes que se enroscan en sus cuerpos para matarlos. Laocoonte pertenece a las gestas narradas por la mitología griega vinculadas a la guerra de Troya. Dicho personaje trató de advertir a los soldados troyanos sobre el peligro que representaba el caballo de madera, por lo que los dioses, que apoyaban a los aqueos, enviaron a las serpientes marinas para callarlo.

La pieza está compuesta por tres personajes principales dispuestos en una composición triangular y muestra una minuciosa comprensión de la anatomía humana idealizada, es decir, representa el retrato de un canon de belleza griego originado a través de las proporciones definidas a través de cálculos matemáticos. Sin embargo, y en contraposición a esto, se encuentra la torsión extrema y dramática de los cuerpos, además de la expresividad trágica de los rostros. Escultura memorable que nos ayuda a recordar lo interesantes que son los cimientos de nuestra cultura occidental.

Qué hay de música

Celebrando la grandiosa noticia que representa la merecida libertad de la estrella del pop norteamericana Britney Spears, quien finalmente dejará de vivir bajo el control de la tutela legal que limitaba considerablemente sus libertades como ser humano y artista, me parece pertinente recordar lo importante que es, desde el principio, su presencia en la industria musical, escuchando cualquiera de sus primeros discos. Yo, personalmente, escojo la producción «Blackout» (2007) y, como tema a recomendar del disco, seleccioné «Freakshow», un tema cuyos arreglos vocales dan muestra de la versatilidad de Britney. ¡A disfrutar!