Al final, hay recompensa

Esta semana se estrenó en salas de todo el mundo la secuela de «Ghostbusters», un clásico de la comedia y la ciencia ficción que marcó toda una época a mediados de los 80′ en el cine. «Ghostbusters: Afterlife» (2021) es el homenaje póstumo a Harold Ramis, uno de sus creadores.

Quizás no sean de público conocimiento las peripecias que tuvo que afrontar junto a Dan Aykroyd para llevar a la pantalla a los «Cazafantasmas»: desde que la descabellada idea fue aprobada por los estudios hasta que se proyectó en el cine, solo transcurrieron 10 meses, incluida la escritura de guion, la problemática llegada del carismático Bill Murray (debían contar con una figura de renombre para vender tickets) y la, hasta último momento, negativa de usar el mítico título, que por entonces tenía los derechos un dibujo animado de Filmation (los mismos responsables de otro culto: «He-Man and the Masters of the Universe»).

Ramis dejó este mundo a los 69 años, en febrero de 2014, incluso antes de la salida del reboot «Ghostbusters» en versión femenina, por cierto también muy bien lograda, pero que nada tiene que ver con el universo que creó de la mano de Aykroyd. Por eso el guionista, actor y director no llegó a tener el reconocimiento a semejante creación, que se acomoda con pomposidad en el escaparate de los clásicos del cine que vemos una y otra vez.

Los queribles cazadores de fantasmas Egon Spengler (Ramis), Raymond «Ray» Stantz (Aykroyd), Peter Venkman (Murray) y Winston Zedemore (Ernie Hudson) debieron esperar un lustro para volver a las andanzas luego del celebrado debut en 1984, pero posterior a la secuela solo se mantuvieron vigentes en referencias cinéfilas y en fans que crecieron con la historia de unos científicos salvando a New York y el mundo de Gozer, Stay Puft, Slimmer y cualquier otra ánima que intente cruzar de plano.

Asimismo, y tendrá relevancia una vez vista la nueva película, hay que destacar el férreo cariño que Ernie Hudson tiene por su participación, ya que asiste a toda convención se realice en cualquier parte del mundo que le haga lugar a los «Cazafantasmas», como una manera de eterno agradecimiento por el espacio que ahora ocupa en la cultura pop.

Hubo que transitar varias décadas hasta que Jason Reitman, precisamente el hijo de Ivan Reitman, director de las antecedentes, rindiera el mayor de los homenajes y entendiese la importancia que dejó el legado en, al menos, un par de generaciones. Frente a públicos «exigentes» que suelen apropiarse de los productos que genera la nostalgia, el «heredero» cumple y con creces este sentido homenaje. Junto al propio Aykroyd y Gil Kenan (en su debut con las tintas), escribieron un guion a la altura sin caer en las repeticiones innecesarias a las que nos acostumbra la industria ni abrir una franquicia con el único objetivo de acrecentar las arcas de Sony Pictures. No. La meta planteada es entretener, divertir y transformar la butaca del cine en una montaña rusa de emociones, que no me deja más que plasmar un aviso: si sos tan fan como yo y creciste con tanto amor hacia estos «locos lindos», recomiendo seriamente agudizar la memoria para disfrutar las referencias y tener a mano pañuelitos descartables para secar lágrimas.

Pero «Ghostbusters: Afterlife» es más que lo antes mencionado. También es rendir tributo a una década, sus películas y formas de retratar las aventuras, con tintes naive y la dosis de suspenso justa para esos cuarentones que volvemos a ser niños frente al doctor «Pete» Venkman y compañía. El film retrata la vida de la familia Spengler, porque Callie (interpretada por Carrie Coon) tiene problemas financieros y debe mudarse con sus hijos Trevor (Finn Wolfhard) y Phoebe (Mckenna Grace) a la granja que su padre, Egon, les dejó. Allí reharán sus vidas y conocerán al profesor Gary Grooberson (Paul Rudd), Lucky (Celeste O’Connor) y «Podcast» (Logan Kim), en un camino que los llevará a reflotar la labor por la que el abuelo se volvió leyenda: atrapar fantasmas.

Finalmente, si hay algo de lo que no quepan dudas con «Ghostbusters: Afterlife» es que se trata de un gran homenaje. Por tal motivo, es necesario tomarse su tiempo y quedarse hasta el final del film, porque cuenta con dos escenas pos créditos.