Cine del cuerpo y del territorio

El pasado 20 de febrero tuvo lugar una masterclass de la realizadora audiovisual Clarisa Navas. La cita fue por Zoom, enmarcada en el Festival Internacional de Cine LGBTIQA+ cordobés “Amor es Amor”, un nombre que de por sí refleja la calidez y la camaradería con la que se llevaron adelante estos encuentros.

En poco más de una hora, la charla moderada por el realizador audiovisual Daniel Tortosa y nutrida por los comentarios y consultas de los, las y les participantes, logró recorrer temas tan variados como los modos de hacer cine, la relación entre las experiencias y sus contextos o los espacios otorgados (y negados) a las diversidades en el audiovisual. Tomando como punto de partida el último film de Clarisa, “Las mil y una”, película filmada enteramente en Corrientes y que participó del Festival de Berlín, San Sebastián y Mar del Plata, entre otros, la conversación permitió conocer el universo creativo de la autora, con las particularidades que presenta ser una realizadora audiovisual correntina y no amoldarse a las reglas hegemónicas de un territorio conservador.

Clarisa Navas define su forma de hacer cine como “un cine hecho desde el cuerpo”, y esto se ve reflejado en su modo de crear y de producir, no solo porque sus películas están nutridas de experiencias de su vida personal sino porque, al momento de ponerlas en escena, trabaja desde un lugar de mucha sensibilidad y no tanta técnica. “Cuando empecé a estudiar cine me volvía loca con todo el tecnicismo de la división en escenas, planillas, etcétera”, le confiesa a los asistentes y, si bien acepta que todo eso es necesario, admite que se conecta mucho más con el arte y el proceso creativo leyendo poesía que viendo películas.

Su proceso de trabajo con los actores y las actrices también está muy ligado al cuerpo: ensayaron durante meses para generar la confianza necesaria entre intérpretes y para “habilitar un espacio sensible” que les de la posibilidad de “prestar el cuerpo a la reacción”.

El contexto también es un elemento esencial en el desarrollo de la obra de esta autora. En esta última película, no solo el encontrarse en la provincia de Corrientes era determinante sino la propia arquitectura del barrio se trabajó como un elemento activo e incidente en la historia de los personajes (no es casual que esté filmada en el barrio donde fue criada Clarisa). Enfrentar el conservadurismo de la provincia a partir de sus creaciones, es para ella una fuerza creadora. Cuando se le consultó por las dificultades de contar este tipo de historias en ese contexto, contestó que “con esta peli tuve miedo hasta de que me vengan a hacer un escrache o algo así (…) los fantasmas siempre están, pero son alimento creativo contra esa opresión que no nos permite existir».

La importancia de la representatividad también fue un tópico del encuentro. Si bien la realizadora problematizó el encasillamiento que generan las categorías de diversidad, género o similares dentro de los festivales, también destacó la importancia de no perder los espacios que “cuiden esas temáticas y sensibilidades” para superar la historia de invisibilización de la que venimos, teniendo en cuenta, además, que el hecho de ver historias con las que nos podamos identificar ayuda a vernos capaces de desarrollar nuestra propia creatividad.