Coqueteos entre arte y poder

No es por agrandar una figura política que no se lo merece. Todo lo contrario: el riojano arruinó, en muchos sentidos, el país. Pero alrededor de su figura había cierto aura de celebrity. A Carlos Saúl Menem le encantaba rodearse de famosos y famosas, ostentar, salir en las tapas de los diarios y revistas. Todo esto era con un propósito: tapar las miserias que se estaban viviendo por culpa de sus políticas públicas.

El plan de convertibilidad, es decir, el cambio 1 peso equivalente a 1 dólar hacía que los que tenían dinero la pasaran bien y los que no, básicamente, mueran de hambre. Los que aprovecharon esta movida y llegaban al país como en una invasión eran las estrellas internacionales como The Rolling Stones, Michael Jackson, Guns N’ Roses, Madonna o Paul Mccartney, entre otros artistas.

«Carlitos», ni lento ni perezoso, aprovechó las visitas de estos astros de la música para sacar su costado más cholulo. Así fue como invitó, en el año 1995, a la banda que sería un faro para el rock local, a comer en la Residencia de Olivos: The Rolling Stones.

“Follow me!”, les dijo el riojano con su tonada a los británicos cuando llegaron a la quinta aquel 7 de febrero. Adentro los esperaba un menú que no podía ser otra cosa que pizza, champagne, empanadas y vino de las Bodegas Menem. No se sabe mucho de qué hablaron pero tocaron temas como el fútbol, los shows en el estadio de River Plate, el público argentino y un poco de la campaña que estaba atravesando Carlos. “Aquel que gobierna bien merece ser reelecto”, le dijo Mick Jagger, con la posterior «condena» a otro mandato del caudillo. La reunión terminó, se sacaron fotos y quedó el recuerdo.

Por último, nos quedamos en el país y un ídolo enorme de nuestro rock tenía una estrecha relación con Carlos. Incluso existen rumores de que en una ocasión lo sacó personalmente de la cárcel con una llamada telefónica. Estamos hablando de Charly García.

Menem tenía como costumbre hacer reuniones con celebridades del deporte y del espectáculo. Pero tenía una figurita difícil: Charly García.

Una vez le dijo al músico: «Vos me gustás más que los Rolling Stones, ¿por qué no te venís un día a la quinta y tocás unos temas?”. “Dale, un día de estos voy”, le respondió Charly al pasar, como quien dice “dale, después arreglamos” y se olvida.

Por una cosa u otra, se pospuso el encuentro hasta que el 30 de junio de 1999, cuando finalmente se pudo concretar. Charly llegó en una combi y cuando vio que todos estaban con el brazalete de «Say No More» gritó: “Esta es la República del Say No more! Copamos todo!”.

Ambos tomaron unas copas, cenaron tira de asado a la parrilla, se fumaron unos habanos de Fidel Castro que le llegaban periódicamente al presidente desde Cuba y se ubicó la banda para tocar. Uno de los momentos más emblemáticos (y polémicos) fue cuando tocó «Los Dinosaurios», una canción que critica el accionar de los militares durante la última dictadura y Charly la estaba tocando personalmente para el presidente que los indultó. Contradicciones que tienen absolutamente todos los artistas. Hasta los más grandes.

Cuando terminó el show privado, llegó el momento de las fotos. El mandatario se sentó en el piano e intentó tocar algunas cosas. «Creo que prefiero seguir siendo presidente», bromeó al ver que no podía estar a la altura de las circunstancias. «Sáquense la foto de la fórmula», dijo uno de los presentes. «La fórmula 2003: Menem – García», dijo Carlos. No se llegó a escuchar con absoluta claridad, pero quedó resonando que Charly le respondió: «¿Y por qué no García – Menem?».

Terminada la noche y ya en su casa, una chica que acompañaba a la banda le mostró a Charly que había filmado todo con una cámara de mano. El del bigote bicolor tomó el sonido de la grabación, lo mezcló, grabó algunas cosas arriba y de ahí salió el disco “Charly & Charly: en vivo desde Olivos”. 300 copias nada más se hicieron. Actualmente, si querés comprar una sale desde 13.000 hasta 135.000 pesos. También se puede encontrar en YouTube con una calidad digna.

Para concluir este repaso, uno de los gobernantes más nefastos desde el regreso de la democracia ya no está entre nosotros. Un Presidente que se sintió rockstar y se rodeó de ellos para limpiar su imagen, mientras un país entero se preparaba para tocar fondo. Un mandatario que demostró lo peligrosa que puede ser la relación entre el arte y la política, cuando esta última lo utiliza para su propio beneficio.