Desarrollo personal: aprender a perdonar

¡Qué bien se siente perdonar con el corazón! En los programas anteriores de Noches Vernäculas en la radio hablamos sobre dos temas que van de la mano por la vida: el enojo y el perdón. Dos compañeros que parecen lidiar con una gran batalla en nuestro interior. Saber determinar el lugar que le damos a cada uno es fundamental para lograr liberarnos de ese sufrimiento y brillar desde el corazón. Esto determinará la manera de transitar los desafíos y superar las adversidades.
Empecemos por el primero: el enojo. Pongamos sobre la mesa las causas del mismo: frustraciones, el temor, la mentira, las injusticias, sentirse desvalorizado, los maltratos. Seguramente ya se te estarán pasando un montón de situaciones por la cabeza: conflictos con la familia, pareja, compañeros o jefes de trabajos, amistades, historias dolorosas sin resolver ni hacer el debido duelo, ganas de lograr otras cosas y no visualizar la manera, impotencia, sentimientos generados y acumulados a lo largo del tiempo. Cada uno tiene sus propias razones.
Si uno no es capaz de darle un fin, va a reaparecer una y otra vez para impedir nuestra paz, felicidad y desarrollo personal.
El problema del enojo es, precisamente, si se convierte en un hábito constante. Si le damos protagonismo a todos los sentimientos negativos van a tener un efecto devastador en el espíritu y cuerpo. Nos puede causar desconcentración, irritación, resentimiento, amargura, violencia verbal y física, cansancio y/o una mente abatida, entre muchísimas otras cosas. La vida pareciera pesar, no tener sentido y el entorno estar en nuestra contra. Pero lo bueno de todo esto es que, como dije antes, podemos darle un sentido más beneficioso y enriquecedor, recuperar y fortalecer la fe, sea lo que estemos atravesando.
A lo que me refiero es que cuando uno cambia por dentro el entorno también lo hace. Si hay alguien que se perjudica con el enojo, sabemos que es uno mismo. Los demás seguirán en la suya. Entonces, reconocer lo que nos provoca enojo, aceptarlo y expresarlo de alguna manera, si podemos decírselo a quien corresponde mucho mejor, y siempre dialogar es liberador. Empezar a trabajar ese aspecto que nos bloquea energéticamente y pedir ayuda a un profesional si vemos que no podemos solos será un gran avance para sanar, recuperar nuestra fuerza vital, nuestra autoestima y valoración. Sigamos construyendo una personalidad fuerte, confiada, decidida a triunfar y ser feliz. Purifiquemos la energía, demos espacio a todo lo bueno.
En relación a esto recuerdo alguna situación que me ha hecho sufrir y, al pasar los años, reconozco que me ha enseñado mucho. El tiempo suaviza cualquier herida. Como dicen: hay que agradecerle hasta a tu peor enemigo, porque nos impulsa a superarnos, a desafiarnos para ser mejores personas, lograr los objetivos y seguir construyendo desde el amor, la justicia y el bien. Llega un momento en que decimos «¡Basta! Hasta acá me complicaste la existencia, es tiempo de liberarme de esta oscuridad y sufrimiento». Nos forjamos en el camino del auto conocimiento y le damos lugar al perdón, que va a funcionar como medicina y alivio ante tanto dolor, será la manera de crecer en todos los aspectos de la vida, dejando en el camino todo lo que nos dañó, causó enojo, ira, para llenar el presente de buenas causas y prosperidad. Simplemente, abrirse al Universo, nos dará todo aquello necesario porque allí está a nuestra disposición. Es una ofrenda que nos da. Entonces, ¡confiemos que así será!
Para lograrlo es necesario dejar de culpar al entorno, empoderarnos y llevar adelante una verdadera revolución humana. ¡Qué valioso para la humanidad es ser referentes de esa lucha, inspirar y dar aliento a tantas personas que necesitan salir adelante y nos están esperando para recibir nuestro cálido y esperanzador abrazo! El pasado ya pasó, el presente es lo que vale y el futuro dependerá de cada decisión que tomemos en el aquí y ahora. Como analogía sobre lo antes expresado pensá en una pava repleta de hollín… para que brille hay que sacarle mucho lustre. Lo mismo pasa con nuestro interior. Nadie dice que es fácil, pero sí es posible, porque así lo decimos cada día, porque sabemos que un horizonte muchísimo mejor nos espera, porque daremos lo mejor para que así sea.
Para finalizar, y quizás proponiendo una mirada alternativa acerca del enojo y el perdón, voy a compartir unas palabras que dijo Buda a su agresor: «Entiéndeme claramente, para que alguien perdone, debe haber un ego herido; solamente el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, ese es quien puede perdonar; después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse espiritualmente superior a aquel que en su bajeza mental nos hirió. Solo alguien que sigue viendo la dualidad y se considera a sí mismo muy sabio, perdona a aquel ignorante que le causó una herida». Y continuó: «No es mi caso, yo te veo como un alma afín, no me siento superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón por ti, no puedo perdonarte, solo te amo. Quien ama, no necesita perdonar».
¡Hasta la próxima!