El sistema carcelario de Diego Gachassin

Hablamos con el director Diego Gachassin sobre su film «Los cuerpos dóciles», disponible en la plataforma CINE.AR. Además, dialogamos sobre el estreno de «Pabellón 4», ambas películas sobre el sistema carcelario en Argentina.
Tu producción anterior, «Los cuerpos dóciles», y esta última «Pabellón 4» son como películas hermanas, una se desprende de la otra.

¿Cómo surge «Los cuerpos dóciles»?

«La codirigí con Marías Scarvaci, él estudió derecho con Alfredo García Kalb (el protagonista) y un día vino a proponerme hacer una película con él para hablar de la justicia. Él todavía no sabía si hacer una ficción o un documental y yo le propuse hacer un documental de observación, que es lo que vengo trabajando desde mi película anterior («Habitación disponible»). Entonces probamos un par de jornadas con Alfredo y resultó ser un personaje increíble.  En principio pensamos hacer algo más centrado en la diferencia entre la teoría del Derecho y la práctica, con cuestiones más academicistas, pero el personaje de Alfredo era tan fuerte que contenía todo lo que nosotros queríamos decir sin decirlo explícitamente.»

¿Y luego «Pabellón 4»?

«En ‘Los cuerpos dóciles’ fuimos a filmar un par de jornadas a la cárcel y a mí me habían quedado ganas de profundizar en ese mundo, más desde adentro. Y cuando estrenamos la película se acercó una persona que trabajaba haciendo la prensa de los libros que saca Alberto Sarlo y me comentó sobre el proyecto, investigué en internet y después me reuní con él. Me contó su proyecto de una manera muy fuerte y muy emotiva. Su proyecto, además, me permitía entrar con la cámara al pabellón, algo muy complicado de hacer en otro contexto.»
En relación a lo antes mencionado por Diego Gachassin, «Pabellón 4» trata sobre el proyecto de Alberto Sarlo de enseñar filosofía y literatura a los presos dentro del pabellón. Además, en la película se suma el punto de vista de Carlos, un expresidiario que se incorporó al taller como ayudante, ahora desde el otro lado.

¿Cómo trabajaste el equilibrio entre las historias de Alberto, Carlos y el espacio de la cárcel?

«Eso fue lo más difícil de la edición, cómo balancear los protagonismos. Fuimos editando a medida que grabábamos y, de esa forma, fuimos dándole forma y balanceando los protagonismos. Ya en el guión había pensado que no podía ser solo la cárcel sino que teníamos que salir y verlos a ellos dos en sus vidas, para contextualizar sus historias.»

¿Cómo salís del contexto de la cárcel para meterte en sus casas?

«Y bueno, eso fue cuando nos fuimos haciendo amigos y conociéndonos más. Esto depende mucho de la voluntad del otro y de lo que ese otro te quiera dar. Hay que ser muy claro con lo que uno tiene como idea para que ellos también te puedan ayudar a lograrlo. Carlos y Alberto, en ese sentido, colaboraron mucho y fueron muy buenos compañeros para el laburo.»
Cuando te referís a «comunicarles la idea»…

¿Cuál era esa idea sobre la que vos te paraste para avanzar?

«Todo era sobre contar sus realidades. Por ejemplo, una cosa que a mí me interesaba mucho era la historia de la infancia de Carlos y el tema era lograr que él la contara en un documental donde no hay entrevistas, cómo hacerlo de forma verosímil. Ahí hay algo más armado, pero desde el lugar de ‘vamos a tomar una cerveza y charlar con algunos amigos tuyos’ y en algún momento pedirle que me cuente la historia de su infancia. Es un poco eso, ir organizando las escenas. Ellos también saben que están formando parte de esto, yo estoy ahí en el medio con la cámara, me muevo todo el tiempo y ellos me ven, pero participan del juego de contar su realidad.»

¿Cuánto tiempo fue el proceso de rodaje?

«Desde octubre del 2016 a junio del 2017. Yo quería seguir el proceso de escritura de un libro. ‘La filosofía no se mancha’ es el libro que van escribiendo a medida que yo hago la película.»

¿Se pueden conseguir esos libros?

«Todos los libros que hacen los podés descargar de forma libre en su página. Ahí pueden encontrar relatos de sus vidas, poesías y reflexiones que, la vedad, son buenísimas.»

¿Cómo trabajaste el lugar de víctima y victimario?

«Cuando fui ahí los fui a ver como poetas y filósofos, no los fui a ver como delincuentes. Sobre todo fui a verlos como personas y como personas que, encima, hablan mejor que muchos de los espectadores que van a ir a verlos o saben más de filosofía, o reflexionan de forma más elaborada. Lo que más me gustó de la película es desestigmatizarlos y desestereotiparlos.»
Lo primera imagen que dispara la placa inicial es como si uno fuera a ver «El marginal» y luego la película es todo lo contrario.

¿Qué pasa con la imagen actual que tenemos de ese mundo?

«Primero hay que decir que el pabellón 4 es la excepción, no es la regla. Hay violencia y hay muertes en la cárcel, en general, al margen del avance del pabellón 4. Lo que muestra ‘El marginal’ es un verosímil para la clase media. Cuando entré a grabar estaban pasando la primera temporada y los presos la odiaban, no es verosímil para ellos. Obviamente que la ficción tiene otras reglas y utiliza la cuestión dramática de otra manera y puede hacerlo tranquilamente porque es una ficción, no están contando la realidad y no tiene por qué ser la realidad. Es un verosímil posible para una clase y para otra ese verosímil no funciona y por eso no les gusta.»