En permanente cambio

Ezequiel Radusky estrenó «Planta permanente», su ópera prima en solitario luego de siete años desde el estreno de «Los dueños» en codirección con Agustín Toscano. Esta nueva entrega nos acerca una película con filo político y verosimilitud con cuidado milimétrico, entre otras virtudes que la pusieron en el foco de atención durante su primera semana en la plataforma de CINEAR.

«La trilogía de Liliana Juárez»

Hace algunos días, Agustín Toscano publicaba en redes sociales las tres películas que están atravesadas por el sello de Liliana Juárez: «Los dueños», «El motorarrebatador» y ahora «Planta permanente», y la describía como «inconfundible, popular, querible y delirante. Conocer a Lili nos cambió la vida: nos inspiró tres películas». Su participación en esta última sostiene la impronta de su habla suave y tucumana, su comedia sutil y la naturalidad con la que interpreta la sencillez, aunque su esencia en la vida real se corresponda con la de una estrella de cine nacional, reconocida y premiada.

Lila (Juárez) y Marcela (Rosario Bléfari) son amigas y trabajan desde siempre como personal de limpieza de una dependencia estatal. Conocen sus recovecos como nadie y tienen un comedor absolutamente irregular en un rincón abandonado del edificio. Pero los tiempos cambian: llega una nueva directora (Verónica Perrota) y, con ella, la hostilidad camuflada en promesas vacías, el cierre del comedor y una ola de despidos que destruyen el precario equilibrio de la vida en el Estado y transforma las tareas cotidianas en una lucha por la supervivencia.

Marcela es Rosario Bléfari, que el 6 de julio de este año falleció y dejó a su paso un mar de tristezas y cariños en las personas que la conocieron y otras que la admiraron en secreto. El cine tiene la capacidad de capturar la vida a través de las imágenes en movimiento y del sonido. A la película no le afecta la partida de Rosario, porque tiene en sí una porción de su energía vital. Para quienes somos espectadores el estreno de una obra póstuma implica un desorden de la lógica de las cosas. En el concepto de estreno vemos algo nuevo y, en esa novedad, hay vida, pero una vida que hace meses se apagó y que ya lloramos. En fin, las paradojas mágicas del cine.

La relación entre los personajes es de amistad, parece incluso que Lila es la madrina de la hija de Marcela, pero la nueva gestión (como todas) lo primero que hacen es prometer que no habrá despidos y lo segundo es despedir. Ellas son parte de la planta permanente, pero en esa ola de despidos cae la hija de Marcela, Yanina (Nina Suárez, hija de Rosario) y, a partir de ese momento, se marca una pequeña grieta entre ambas que lo único que hace es crecer producto de rencores, reclamos y traiciones. Y en el medio está el comedor…

Ilusión de realidad

Uno de los aspectos más fuertes de «Planta permanente» es el logro en la ilusión de realidad: la naturalidad de los diálogos, los gestos, la ambientación de los espacios. Sobre estos últimos se nota la intención de registrar los recovecos y ubicar la cámara en lugares novedosos que no solo registran la acción sino que ofrecen más para ver.

La figura política encarnada en la nueva directora trae en sus modos una cercanía clara a María Eugenia Vidal en sus años de gobernadora bonaerense, lo cual no quiere decir que el discurso de la película sea una crítica exclusiva hacia esa gestión. De hecho, la idea fue concebida mucho antes de ser realizada, pero hay una voluntad de hacerse cargo de que sí, en definitiva, la película transcurre en ese tiempo histórico. Es importante hacerse cargo de esas características y no inventar una realidad paralela para mostrarse neutral.

Tenemos claro que la gran villana de esta película es la directora, pero hay otra linea no tan sencilla y es la que construye el vínculo entre Marcela y Lila con muchos grises que nos proponen replantearnos las intenciones de ambas en cada momento. El personaje de Marcela es probablemente el más antipático, porque ella es la que actúa con descaro, pero vale invitar a observar a Lila en sus sutilezas y en sus silencios para descubrir también sus verdaderas intenciones.

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