¡Feliz Día de la Radio!

Un día como hoy, pero en 1920, en Argentina se realizó la primera transmisión de radio. Los vecinos que en aquella época tenían estos equipos a galena pudieron escuchar la obra «Parsifal» de Wagner interpretada por la soprano Sara César, que en esos momentos se realizaba en el Teatro Coliseo.
La transmisión la abrió Enrique Telémaco Susini al presentar este festival y quienes lo acompañaban en esta travesía eran sus amigos César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica. La antena para que la transmisión se pudiera realizar había sido colocada en la azotea de un edificio del centro porteño (el Teatro Coliseo).
Estos jóvenes contaban con algunos elementos que el mismo Susini había traído de un viaje que había realizado a Francia (lámparas, válvulas y micrófonos) y fueron los que permitieron este gran logro que, con el pasar de los años, se convirtió en un maravilloso medio a través del cual, desde el lugar de oyente, te permite soñar e imaginar, reflexionar, informarte y escuchar ese tema que te hace acordar a determinado momento de tu vida y disfrutar de la banda que más te gusta, además de conocer cómo va a estar el clima o el tránsito. La radio te permite conocer un poco más a un invitado y, por qué no, a los integrantes de ese programa que escuchás a diario, además de otros tantos servicios que se volverían bastante largos de enumerar.
Quienes ponemos el cuerpo para hacer cada una de estas tareas, tenemos la satisfacción que del otro lado alguien siempre va a estar. Ya sea desde la operación en la producción, locutando marcas, conduciendo o aportando información sabemos que es el mejor trabajo. Creo que por esos motivos me apasiona y me enamora cada vez que el cartel de «aire» se pone rojo, cuando podés contar la gran noticia del día, las buenas y a veces las que no lo son tanto. Simplemente, creo que es el medio a través del cual se puede contar lo mismo que en otros pero de una forma diferente, porque allí cada uno le pone el cuerpo, la voz y el alma… porque no se puede fingir. Por eso, simplemente quiero decir que todos aquellos que sentimos esta pasión que es la radio le agradecemos a «los cuatro locos de la azotea» que nos permitieron descubrir este mundo. Porque cada vez que una radio es sintonizada, la magia de estos locos no está muerta y, a sus 94 años, está más viva que nunca.