Hasta cuándo

Una novela, un libro y una entrevista dieron origen a varias hipótesis que hoy vengo a compartirte.

Creemos vivir en una sociedad libre. Estamos seguros de que tenemos una mente abierta, capaz de comprender a todos y todas. Aseveramos que esta época rompió con los patrones de la antigüedad. 

¿Qué pasa si yo te digo que no es así, que aún falta mucho camino por recorrer?

En una de las visitas que hice a la Feria Internacional del Libro me topé con un ejemplar escrito por el periodista Matías Máximo, que se llama «El nunca más de las locas. Resistencia y deseo en la última dictadura», un libro de no ficción, extremadamente documentado, incluso ilustrado, en el que el periodista investiga acerca de qué fue lo que sucedió con la comunidad LGBTIQA+ en la época de la dictadura y pos dictadura. Las conclusiones fueron las siguientes: no hay un número exacto de personas de la comunidad que fueron secuestradas. Se estima que 400 de ellas forman parte del número de desaparecidos. Se llega a esta cifra gracias a algunos documentos brindados y testimonios de gente que sobrevivió.

Justamente de esos testimonios se desprende el dato, de que recibieron un trato «diferente» al resto de los secuestrados, de los desaparecidos. Fueron torturados por demás y, sobre todo, por su condición. También hay registros de violaciones reiteradas. Se dice que están a la par de los desaparecidos judíos a los que trataron de una manera cruel e irracional. Por supuesto que violencia sufrieron todos, torturas también, pero se tomaron el trabajo de hacer con ellos una excepción aún más sádica.

El libro también habla de cómo era la vida en aquella época. Que cuando la democracia volvió, no la pudieron disfrutar. La gente del colectivo siguió en el ojo de la tormenta. Para ellas y ellos, la democracia no existió. Vivir en la oscuridad, ser rechazados, incluso por sus propias familias, tener que desandar caminos tortuosos por el solo hecho de sentir distinto, fueron parte de la diaria que tuvieron que padecer.

En este punto me pregunto: ¿tanto molesta lo «distinto»? ¿Qué nos importa cómo vive su vida el de al lado? Mientras sea buena persona, comprensiva, cariñosa, afectiva, su orientación sexual no debería estar en debate.

Pero van a refutar mi reflexión y me van a decir que hoy en día se puede vivir en libertad. Todos los años se realiza la Marcha del Orgullo y cada vez más gente apoya la moción. Es cierto, pero en parte. Aún hoy necesitan existir novelas como «Argentina, tierra de amor y venganza» («ATAV») que se emite de lunes a viernes por la pantalla de ElTrece. La historia de amor principal es la de Antonio y Segundo, que buscan amarse en la convulsionada Argentina de 1985, donde las apariencias abundaban y las verdades debían permanecer en la clandestinidad. Ser gay en aquella época era una lucha que no todos se animaban a librar. Que amarse libremente, entre personas de un mismo sexo, atentaba contra la moral y la solución era la cárcel.

La novela no tiene el éxito esperado y seguro me dirán que la culpa la tienen los innumerables errores temporales que se suceden o algunas escenas inverosímiles, que logran quitarle realidad a los hechos.

Yo tengo otra teoría: creo que esta sociedad no está preparada para ver una telenovela en la que la historia de amor principal sea entre dos hombres y que, para colmo, tenga a los derechos humanos como tema principal. Por lo menos no entre la gente que aún consume la televisión en forma tradicional.

En lo particular, la historia me gusta mucho. Creo que más allá de algunas licencias, muestra lo que era la sociedad en los años 80′. Los personajes funestos de aquella época, que repudiaban el ser homosexual, aún no desaparecieron.

Sin ir más lejos, el otro día estaba escuchando la entrevista que le hizo el periodista Luis Novaresio a la candidata a vicepresidenta por el partido La Libertad Avanza liderado por Javier Milei, Victoria Villarruel, que hoy en día está en funciones, ya que es diputada nacional, y quedé espantada.

En un momento, Novaresio le preguntó qué opinaba del matrimonio igualitario, a lo que ella le respondió: «Para mí, estaba garantizado con la Unión Civil. Yo tengo que ser franca, en lo legal estaba garantizado. Había que ampliar algunos derechos, sí, pero llamarlo matrimonio… que es una institución que tiene que ver, si querés, más con lo religioso. La institución del matrimonio es previamente religiosa». Ante tremenda manifestación, el periodista le dijo que no es así, que el matrimonio siempre fue laico. Pero ella insistió con su postura de que en la Unión Civil ya todo estaba garantizado.

Como verás, aún hay gente a la que todavía le molesta que algunos derechos, que antes eran exclusivos para los heterosexuales, hoy puedan ser ejercidos por todos y todas.

Las declaraciones de Villarruel me parecieron extremadamente violentas y más si tenemos en cuenta que la persona que la entrevistaba, confesó… no, no me gusta la palabra confesar porque no hay culpa de nada, contó abiertamente que era gay y que, de hecho, se casó con su pareja ejerciendo su derecho al matrimonio igualitario. Pero aún así, a la diputada no le importó.

Entonces, me pregunto: ¿verdaderamente vivimos en una sociedad que lo acepta todo? ¿Este libro «El nunca más de las locas» se lo banca cualquier persona?

Realmente escuchar las historias, las tremendas historias y los testimonios desgarradores de las travestis que en aquella época sufrían una y otra vez las torturas por parte las autoridades, es espeluznante.

A la Marcha del Día del Orgullo podríamos ir todos y todas. Yo fui una vez para acompañar a un amigo, y era una verdadera fiesta, porque lo que siento, en definitiva, es que el colectivo LGBTIQA+, más allá de todo lo que tuvieron que padecer y tienen que seguir padeciendo aún hoy, viven en libertad y con alegría, cosa que no sé si todos podríamos decir. Para ellos y ellas la vida es un hecho de celebración.

Cuánto que tenemos que aprender aún. El libro cierra con la frase, ya popular, «Nunca más». Yo decido cerrar esta nota diciendo hasta cuándo.