La batalla contra la langosta del desierto

La langosta del desierto es la plaga migratoria más destructiva del mundo. En respuesta a estímulos ambientales, pueden formar enjambres densos y de gran movilidad, lo que ocurre con más fuerza desde comienzos del 2020. Este insecto voraz ingiere su propio peso cada día, mostrando preferencia por los cultivos alimentarios y el forraje. Un enjambre de un kilómetro cuadrado puede contener hasta 80 millones de ejemplares adultos y tiene la capacidad de consumir la misma cantidad de alimentos al día que 35.000 personas. Esto supone una grave amenaza para la seguridad alimentaria y los medios de vida rurales en África Oriental, Asia Sudoccidental y la región del Mar Rojo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) continúa con los esfuerzos para frenar el repunte de la langosta del desierto en el África Oriental, a pesar de las restricciones a la circulación de personal y equipos resultantes de la pandemia de COVID-19. Los seis países de esta región más afectados o en situación de riesgo por las langostas son Etiopía, Kenia, Somalía, Sudán del Sur, Uganda y Tanzania, donde unos 20 millones de personas padecen ya de inseguridad alimentaria aguda, además de otros 15 millones en Yemen, que también está afectado por la plaga y por el coronavirus. La FAO afirma que es el peor brote que afectó a Etiopía y Somalía en 25 años y la peor infestación que sufre Kenia en 70 años.

Los factores climáticos como la lluvia, que se espera en mayo para estas regiones, incrementa el miedo al aumento de la plaga y que los enjambres se desplacen de Kenia hacia Sudán del Sur y Uganda.

Cómo se lucha contra la plaga

La FAO intensifica los esfuerzos de los países prestando apoyo a la vigilancia, así como a las operaciones de fumigación aérea y terrestre que se están llevando a cabo en 10 países afectados. Mediante eLocust3, un resistente dispositivo portátil y una aplicación que registra y transmite datos en tiempo real por satélite a los centros nacionales de lucha contra la langosta y al Servicio de Información sobre la Langosta del Desierto con base en la sede de la FAO en Roma, se busca tener información precisa que permita rastrear la plaga y plantear estrategias para combatirla.

Más de 450 de estos dispositivos portátiles se distribuyeron a equipos de África del Norte, el Cercano Oriente y Asia Sudoccidental, lo que permite transferir datos en tiempo real desde el corazón del desierto directamente a las oficinas nacionales de lucha contra la langosta y a la sede de la FAO desde el 2015. Actualmente, la FAO desarrolla una versión de eLocust3 que puede utilizarse en teléfonos móviles y en un dispositivo GPS con el objetivo de ampliar su uso y cobertura.

En cuanto a las fumigaciones, hasta ahora se trataron más de 240.000 hectáreas con plaguicidas químicos o bioplaguicidas en toda la región, y se capacitó a 740 personas para llevar a cabo operaciones de lucha contra la langosta sobre el terreno. Pero el COVID-19 afecta al suministro de pulverizadores motorizados y plaguicidas, así como la movilidad de los operarios necesarios para tales tareas.

Servicio de Información sobre la Langosta del Desierto

Este servicio está en funcionamiento desde hace casi 50 años. Su objetivo es la vigilancia, previsión y la lucha contra la langosta del desierto como parte del mandato original de la FAO. La consolidada presencia de la FAO sobre el terreno, su capacidad para vincular a las autoridades de diferentes países y su experiencia en la lucha contra la langosta del desierto es fundamental y clave para responder a brotes como el que afecta actualmente a África Oriental.

Fondos para financiar la lucha

La FAO amplió recientemente su llamamiento para la lucha contra la langosta del desierto a 153,2 millones de dólares y hasta la fecha se prometieron o recibieron 111,1 millones de dólares.

El 20 de marzo Estados Unidos aprobó un préstamo de 10 millones de dólares por medio del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia de las Naciones Unidas (CERF, por sus siglas en inglés). Este crédito complementa la ayuda de 10 millones de dólares que el CERF aportó a la FAO en enero del 2020 para frenar el brote que amenaza con provocar una emergencia alimentaria.

Los fondos que se incorporaron a la lucha contra la langosta proceden de Alemania, Arabia Saudita, Bélgica, Canadá, China, Dinamarca, Francia, Italia, los Países Bajos, Suecia y Suiza, así como de la Autoridad de Agricultura e Inocuidad Alimentaria de Abu Dhabi, el Banco Africano de Desarrollo, el Fondo Fiduciario de Solidaridad con África, la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria (ECHO), la Unión Europea, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Mastercard, el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID), el Fondo central para la acción en casos de emergencia de las Naciones Unidas (CERF) y USAID, así lo segura la FAO en su informe contra la lucha de la langosta del desierto.

Finalmente Cyril Ferrand, jefe del equipo de resiliencia de la FAO para África Oriental, señala: «El mayor reto al que nos enfrentamos en este momento es el suministro de plaguicidas y tenemos retrasos porque el transporte aéreo mundial se vio reducido en forma considerable. Nuestra prioridad absoluta es evitar que se produzca un colapso de las existencias de plaguicidas en los países. Eso sería desastroso para las poblaciones rurales cuyos medios de vida y seguridad alimentaria dependen del éxito de nuestra campaña de control».