Libra, un signo que busca el equilibrio

Libra es el séptimo signo del mandala zodiacal. Pertenece al elemento Aire y está regido por el planeta Venus. Este astro representa las relaciones libidinales, amorosas, la autoestima y el lazo social, con lo cual la afectividad del signo de Libra toma un cariz intelectual y a la vez armonioso.

Libra es el signo de la búsqueda del equilibrio a través de la oscilación entre opuestos. Es la energía que busca constantemente la complementariedad, el acuerdo y la belleza. El símbolo que lo representa es una balanza. Es el primer y único signo del zodíaco que está representado por un objeto, lo cual marca un corte en la continuidad simbólica y, con ello, un nuevo comienzo.

En Libra nos encontramos con el otro, el alter ego, las relaciones que nos especularizan y nos devuelven la imagen de un yo constituido. Es el diplomático refinado, amante y reflexivo. Representa la búsqueda constante del equilibrio y armonía, la moderación de los instintos y el reconocimiento de la negociación como base de la convivencia con otros.

Podemos traer aquí los aportes de Freud en «Psicología de las masas», donde plantea que el sujeto, para formar parte de la sociedad, debe renunciar en cierta medida a su instinto individual. Si todos quisiéramos satisfacer nuestras pulsiones bajo el principio de placer, la civilización se derrumbaría y retornaríamos al caos. La vida social se ordena, en gran parte, bajo la energía libriana, pues debemos pulir nuestros instintos, negociar y ejercer la diplomacia.

Los librianos suelen ser sujetos moderados, suaves y diplomáticos. Priorizan la búsqueda de la armonía por sobre todo, lo cual los lleva a evitar conflictos y en muchas ocasiones mostrarse complacientes para suavizar enfrentamientos.

Libra representa la justicia, puesto que la balanza es su símbolo. La relación entre ambos se hace notar en los nativos de este signo porque suelen comprender profundamente posiciones que parecen antagónicas para buscar soluciones salomónicas en cada caso. Esta capacidad de encontrar el sentido a diversas posiciones muchas veces los lleva a un estado de duda constante.

Por eso, los librianos pueden tener problemas para decidir, pues suelen instalarse en el punto medio entre dos posiciones y quedarse allí oscilando. Su mente capta la verdad y utilidad de cada posición y es eso lo que les dificulta decidir e inclinar la balanza hacia «un costado».

Algunos librianos se polarizan a su opuesto complementario (Aries) y, de un momento a otro, toman decisiones bruscas e instintivas, dejando de lado la reflexión que hasta hace un momento les resultaba tan importante. La balanza libriana es tan sensible que hasta la caída de una pluma sobre uno de los lados puede desestabilizarla y generar un cambio radical de conducta.

Básicamente, es un signo que representa la inclusión en la consciencia de la alteridad. Esto modifica radicalmente nuestro psiquismo. El otro suele cumplir una función especular, mostrándonos como si fuera un espejo nuestras propias partes proyectadas. Este principio regulador de los vínculos es lo que los vuelve un desafío constante y una fuente de crecimiento para la existencia individual.

Para utilizar una imagen mítica podemos tomar a la madrastra de Blancanieves, que constantemente se miraba al espejo y pretendía que este responda exactamente aquello que ella deseaba escuchar. Cansada de recibir una respuesta distinta, termina por romper el espejo y decide eliminar a Blancanieves. Muchas veces, en la vida diaria nos comportamos como la madrastra: pues queremos que los demás nos devuelvan la imagen egoica que es sintónica con nuestra autodefinición. Cuando el otro refleja algo distinto de aquello que esperamos solemos enojarnos y romper las relaciones o, en otros casos, negar lo visto.

Los otros son espejos de partes nuestras que hemos proyectado para construir una imagen de nosotros mismos sin conflicto ni contradicciones. La especularidad que nos ofrecen los semejantes nos pone frente a las narices aquellos aspectos de la sombra que permanecen ocultos. Recordemos que la sombra no solo se compone de los aspectos molestos y distónicos sino también de aquellos tesoros y talentos que por diversos motivos hemos apartado de nuestra conciencia.

Y es, por sobre todo, la pareja el vínculo que más intensamente nos especulariza. Libra, de hecho, representa la unión romántica de dos sujetos. Dentro de los arquetipos pos junguianos representa al Amante. Este arquetipo polariza al del Guerrero y lo complementa. Los mitos artúricos, por ejemplo, están repletos de guerreros que a la vez son amantes fieles a sus damas. Basta recordar a Lancelot, el mismo Arturo o Gwain para comprender esto.

Cuando la energía del Amante es luminosa el sujeto es un ser con gran destreza para las relaciones personales, capaz de dar y recibir amor, de enfocar su libido en un único objeto y perdurar a lo largo del tiempo. El amor es gran parte de su sentido de vida y un alto ideal a defender. Pero cuando esta energía está desequilibrada, el sujeto puede volverse fácilmente un seductor compulsivo para caer en el denominado Complejo de Don Juan. Son Libra y Tauro, signos regidos por Venus, los que tienden a generar más fuertemente este complejo (recordemos que no hace falta ser libriano o taurino para tener estos signos exaltados en la carta natal).

Por otro lado, si recurrimos al mito, encontramos a Venus o Afrodita y la relación con su hijo Eros, el dios del amor y el flechazo. Este personaje se representa muchas veces como un niño-ángel que revolotea a los seres humanos disparándoles fechas que los enamoran profundamente de quien tengan enfrente. Eros tiene su propio flechazo con la bella Psiqué, que trae a ambos como protagonistas de una rica historia.

Sea como sea, la idea del flechazo proviene de la antigua mitología y nos muestra cómo el amor tiene también mucho de impulso y de fuego (Aries). El estado de flechazo constante o la actitud de flechar al otro a cualquier precio forman parte del complejo de Don Juan. La labilidad de la libido es notoria en esos casos y se traslada de un objeto a otro sin ninguna dificultad.

Sabemos por los desarrollos de Von Franz que el Complejo de Don Juan esconde detrás un feroz complejo materno no resuelto, lo cual nos llevaría a la relación de Libra con otro signo cardinal con el que forma una cuadratura perfecta: Cáncer. Este último signo representa a la madre y está regido por la Luna. Esto quiere decir que para llegar disponibles a la casa de la pareja y ejercer libremente la energía libriana debemos comprender antes la energía canceriana y resolver aquello que anida en nuestra raíz psíquica: nuestros vínculos más primarios.

Otro aspecto sombrío de Libra puede ser la excesiva dependencia de las relaciones amorosas. Muchas personas sienten que su autoestima y su imagen depende de lo que el entorno les muestre o de la medida en que los acepten y los amen. Son sujetos que necesitan del otro para auto valorarse y suelen caer en profunda depresión cuando están solos. Este sentimiento de dependencia psicológica puede ser lo que los lleve a desarrollar una actitud de seducción constante, evitando de este modo carecer del amado que le otorga sentido a su vida.

Este poderoso signo nos trae desafíos importantísimos para nuestro desarrollo psicológico. Es en la convivencia diaria con los demás, moderando nuestros aspectos egoístas y aprendiendo del reflejo que encontramos en los otros, que podemos ir uniendo nuestras partes fragmentadas.

Las relaciones de amor son vitales para todo ser humano, independientemente del modo en que elija expresarlas. Crear buenas relaciones es un trabajo que muchas veces nos resulta arduo y doloroso. Actualmente asistimos a una coyuntura histórica donde las relaciones y el amor mismo son altamente vapuleados. La degradación de la vida erótica que Freud planteaba hace más de 100 años hoy se vuelve completamente veraz. Todos nos vemos en la necesidad de replantearnos los conceptos librianos para aprender a generar relaciones más armoniosas y equilibradas.

El maravilloso signo de Libra nos muestra pautas arquetipales que nos ayudan a comprender el gran misterio del amor y de los vínculos con el entorno.