Londres a través del espejo

El pasado jueves se estrenó en salas “El Misterio de Soho” («Last Night in Soho»), la nueva película del director británico Edgar Wright que tuvo su estreno mundial en el último Festival de Venecia.

“Si pudiera vivir en cualquier lugar y en cualquier época viviría aquí en Londres, en los sesenta”, dice una risueña Ellie (Thomasin McKenzie) mientras admira la habitación que acaba de alquilarle a la señora Collins (la inigualable Diana Rigg).

Con esa fascinación inocente de Ellie se nos presenta la Londres de la década del 60′, una escapatoria surreal y onírica a la ciudad actual en donde tanto le cuesta encajar y sobre la que todo el mundo le advierte que puede resultar agobiante.

El eje de estas visitas al pasado es Sandie (Anya Taylor-Joy), una aspirante a cantante que desborda de confianza y personalidad, un alter-ego perfecto para Ellie. Esta estudiante de diseño tímida y retraída que se irá involucrando cada vez más en la fantasía para ir descubriendo, muy a su pesar, que hasta los “swinging sixties” tienen un costado oscuro y podrido del que cada vez le costará más escapar.

Desde «Spaced» (la serie de TV que marcó el inicio de su fructífera colaboración con Simon Pegg y Nick Frost) hasta acá, pasaron más de 20 años y varias películas en las que este director fue desarrollando su estética personal: el cruce de géneros y el montaje acelerado de la trilogía «Cornetto» como el montaje rítmico y las enormes secuencias de acción que dominan «Baby: El aprendiz del crimen» («Baby Driver», 2017) son elementos infaltables en la filmografía de Edgar Wright.

En «El Misterio de Soho» esta obsesión por la forma está más al servicio de la historia que nunca. Si bien la película sigue llena de complejos movimientos de cámara, elementos del decorado que se transforman al ritmo de la música y referencias cinéfilas, las marcas de estilo de Edgar Wright se sienten más sutiles y orgánicas al desarrollo del film.

Si hay algo más que siempre es garantía en el cine de Wright es una banda sonora atractiva y, en este caso, también activa: no solo termina de pintar las épocas en las que discurre el film sino, además, aquello que la propia Londres representa para este realizador.

«El Misterio de Soho» es una carta de amor a Londres de parte de un Edgar Wright que sabe que aquello que amamos no es perfecto y que la fantasía siempre puede convertirse en pesadilla.