Procesos femeninos y el poder sanador de la Tierra

Hoy vamos a trabajar sobre el mito de Calisto, una ninfa del bosque que es convertida en osa, asesinada por las flechas de Artemisa y consagrada como la conocida constelación de la Osa Mayor. Vayamos al relato mitológico.
Calisto era una musa del bosque, algunas versiones la definían como la hija del rey Licaón o de Nicteo. Era una bellísima joven consagrada a la diosa Artemisa (diosa de la caza), situación que le exigía mantener la castidad y pasar el tiempo cazando con sus compañeras.
Zeus, el gran dios del Olimpo, posó su mirada en Calisto y quedó prendado de su belleza. Sabía que para poseerla debería engañarla, pues era una sacerdotisa virgen que no aceptaría romper sus votos. Por ello, como buen dios camaleónico, decidió hacerse pasar por la mismísima Artemisa. Hay otras variantes que indican que Zeus tomó la forma de Apolo, dios hermano de Artemisa. Sea como sea, la unión de Zeus y Calisto tuvo como fruto a Árcade.
Cuando Calisto supo de su estado trató de ocultarlo, pero un día al bañarse con las ninfas en el bosque quedó a la vista su vientre y Artemisa la expulsó del grupo. Algunas versiones agregan que la diosa amazona también convirtió a Calisto en Osa, otros dicen que fueron los celos de Hera, la esposa de Zeus, los que determinaron este castigo. El final fue trágico, pues Calisto convertida en osa fue asesinada también por una flecha de Artemisa. Zeus, para resarcir a su amante, la convirtió en la constelación la Osa Mayor.
Hasta aquí el mito. Pero como siempre mencionamos, el mito es la descripción de experiencias individuales en código simbólico y universal. Por lo cual, ¿de qué nos estará hablando este mito?
Es interesante destacar que Artemisa, diosa de la caza y guardiana de los bosques, es la representación amazónica de los griegos. Es una diosa vírgen que compite con los hombres en destreza y habilidad, que se niega a los amores y posee una profunda cualidad masculina. Una de las sombras del arquetipo de Artemisa es la represión de aspectos netamente femeninos como la dulzura, la necesidad de nutrición o la sensibilidad. De alguna forma, Artemisa es una hija que debe ser adulta muy pronto y así cuidar de su madre Latona. Al nacer, Artemisa se convirtió en partera de Latona, que aún debía dar a luz a Apolo, el hermano gemelo de la diosa. De ahí en adelante, la hija se convirtió en guardiana y protectora de su propia madre, alterando el orden natural del vínculo.
Claramente, desde el comienzo Artemisa tiene un conflicto con lo maternal y lo femenino, por tanto eligió reprimirlo y llevar una vida con mucho contenido masculino. Cabe mencionar también que es hija de Zeus, el mismo dios que embarazó a Calisto.
Si consideramos esto podemos empezar a pensar que Calisto comienza su vida agrupada con las amazonas y reprimió igual que ellas gran parte de los aspectos femeninos y maternales que quedan alojados en la sombra. Igual que sus compañeras, se dedica a la caza, deporte que implica aprender a dar en el blanco, ser certera, precisa y definida. Estas son cualidades que responden al costado ánimus del psiquismo. Tanto Atenea como Artemisa son arquetipos del ánima (esencia femenina), que se ubican en un cierto desarrollo masculino y deja en sombra aspectos típicamente femeninos. Ambas son vírgenes, hijas de Zeus y las dos tienen madres-niñas. La diferencia es que Artemisa es más impulsiva y Atenea es más fría y mental. Pero ambas muestran ciertas virtudes y, a su vez, ciertas problemáticas que pueden aparecer en el desarrollo femenino.
Pero volvamos a Calisto. Empieza su vida con la insignia arquetípica de la amazona pero algo sucede en su vida y aparece Zeus (que proviene del término griego «luz» y es un dios que representa el espíritu creador) y la deja embarazada. Lo femenino maternal aparece con toda su fuerza y ya no puede ocultarlo, lo cual la lleva a ser expulsada de su grupo de compañeras guerreras y aceptar el castigo de convertirse en osa.
Tomemos ahora el símbolo del oso. Por empezar, tiene largos períodos de hibernación en hondas cuevas, lo cual explica por qué en distintas culturas se lo considera un animal que nos conecta con el inconsciente, la introversión y lo profundo de la tierra. El oso simboliza el regreso a la Madre Tierra en esos tiempos de reclusión y re-encuentro con lo profundo del vientre de Gaia.
Si conectamos este simbolismo del oso con el hecho de que Artemisa es un arquetipo que presenta de base una conflictiva con la Gran Madre, podemos empezar a comprender por qué Calisto retorna a Gaia convertida en osa. De alguna manera, Calisto representa una parte de la propia Artemisa que necesita sanar y reconectar con aquello que abandonó hace tiempo: el respeto y la grandeza de la Gran Madre, el contacto con el inconsciente, con el tiempo de descanso y reposo creativo (recordemos que Artemisa vive de caza, vive en actividad). El oso también es un animal relacionado con la Luna por sus procesos de hibernación y con la protección de los infantes y los poderes curativos. Artemisa también es una diosa lunar, pero representa la cara doncella y nueva de la luna, llena de brío, actividad e iniciativa, mientras que el oso estaría relacionado con la fase menguante cuando la luna está en proceso de retroceso y inmersión en lo profundo del cielo.
La pugna entre Artemisa y Calisto puede simbolizar también el pasaje de los ciclos de la luna:

Luna nueva

Atermisa y Calisto como amazonas llenas de brío y actividad, dando caza a todo lo que encuentran, en estado virgen.

Luna llena

Calisto embarazada, plena de vida y en su máxima redondez y apogeo.

Luna menguante

Calisto convertida en osa y después muerta se sumerge en la noche y en el inconsciente, despierta los poderes curativos de lo femenino y se reconcilia con la Gran Madre.
De alguna forma, este es un mito que nos habla de los ciclos femeninos y de la necesidad de saber dar paso de una fase a la otra: activar con la fuerza de Artemisa, dejarse preñar por el espíritu como Calisto, convertirnos en Osas que vamos a lo profundo del vientre de la Gran Madre a sanarnos y recuperar fuerza para reiniciar el ciclo.
Este proceso lo vivimos las mujeres todos los meses y sería óptimo sintonizar con símbolos que nos ayuden a procesar los profundos cambios que vivimos como, por ejemplo, este mito.