Retrospectivas en el Doc Buenos Aires

Doc Buenos Aires es un Festival Internacional de carácter no competitivo, que se lleva a cabo en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, el espacio cultural más importante de Buenos Aires, y en la Alianza Francesa de Buenos Aires, Cine Gaumont, Centro Cultural San Martín y en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires.

Desde hace 19 años promueve el desarrollo del cine y el video documental generando encuentros para la financiación y la distribución de este género en latinoamérica.

En esta edición se presentan retrospectivas sobre la obra de tres directores internacionales: Stéphane Goel (Suiza), Bernd Schoch (Alemania) y Florent Marcie (Francia). Con estos dos últimos tuvimos la oportunidad de conversar sobre algunos conceptos del cine documental en su región y sus perspectivas personales.

El director artístico por segundo año, Roger Koza, se expresó sobre estos particulares elegidos.

«Son tres miradas muy diferentes sobre qué es el cine de lo real, y sus estéticas no son menos inconmensurables entre sí. La curiosidad mueve al primero y al segundo, la urgencia al tercero. Todos tienden a filmar más allá de sus narices y, en ese sentido, dan cuenta de una cierta auto conciencia sobre un problema: filman más allá de sus propios espacios porque ven los límites de la perspectiva eurocéntrica, lo que no significa que conjuren enteramente el punto de vista que encarnan».

Bernd Schoch trabajó como DJ y curador de diferentes programas de música y cine. Florent Marcie filmó, editó y produjo él mismo todas sus películas, relacionadas siempre con la guerra, en distintos lugares del mundo.

¿Qué es el cine de lo real?

Según Bernd Schoch: «Me puse en contacto con Werner Ruzicka, que tenía un seminario en el que pasaba películas y, entre ellas, algunas de Harun Farocki, películas que yo no tenía la menor idea que existían y gente que no había escuchado al respecto. En cierta medida eso me reconstituyó, me arregló. Me di cuenta que el cine documental podía ser mucho más de lo que me habían enseñado que era. Es una posibilidad de apertura total, no solamente desde los aspectos formales sino también algo que surge en la propia práctica y en la experiencia de filmar: trabajar con un equipo muy pequeño, interesarse por cosas específicas, y algo que resulta muy en oposición a lo que sucede en la ficción en donde uno tiene treinta personas a su cargo y donde termina siendo casi una experiencia militar en la que hay que hacer todo en un determinado tiempo. En definitiva, es el costado práctico que tiene el documental y la posibilidad de apertura de poder hacer con poco dinero».

Por su parte, Florent Marcie detalla: «Cuando empecé a hacer películas documentales, o incluso antes, siempre encontré que lo real no está filmado ‘correctamente’. No encuentro en lo que veo en el cine y en la televisión lo que yo siento cuando vivo una situación fuerte. Hay situaciones que son muy grandes en lo real en términos humanos e históricos. Hoy tenemos herramientas para filmar que son extraordinarias y en muchos países hay mucho dinero, pero encuentro que el resultado es bastante débil y bastante pobre, como una paradoja del mundo actual. Desde mi punto de vista, el cine de lo real no está a la altura de lo real. Porque es muy difícil filmar lo real, pero también es un tema de cultura en la que no se tiene un deseo real de filmar de manera libre lo real. Se filma para la información, no hay una cultura para filmar los acontecimientos más allá de la documentación».

Además, pudimos consultarles por el panorama actual del cine documental en sus respectivas naciones. Sobre Alemania, Bernd cuenta que «desde ya que el cine documental está en la periferia del cine en el que hay dinero. Pero, desde que existen las herramientas digitales para hacer cine, uno puede realmente hacer las películas, y quejarse de que no se pueden hacer es un poco erróneo, por lo tanto, cuando empieza ese tipo de queja lo que uno está haciendo en realidad es razonando desde una lógica capitalista neoliberal. Se puede filmar, aunque puede llevar más tiempo porque para sobrevivir tengo que hacer muchas otras cosas. Al mismo tiempo, si tuviera que argumentar y defender el cine documental, no dejo de decir que debería existir más dinero para este rubro».

Florent Marcie comenta, por su parte, que «lo que puedo decir es que somos uno de los países con más suerte para la producción de documentales. Hay una enorme ayuda del Estado, hay todo un sistema que permite a mucha gente filmar, eso es una condición bastante excepcional… ¡pero! A pesar de todo ese sistema, personalmente no sé si lo que se hace es tan interesante. Encuentro que la economía hace que las películas se parezcan, sean bastante previsibles y no muy originales, yo siento eso. No siento que las personas se comprometan desde lo profundo con una película. Esa es la paradoja de este sistema. Nos vuelve interesantes porque hacemos películas pero… ¿qué es lo que realmente contamos a través de ellas? Creo que no es en Francia que las películas comprometidas están pasando, sí en otros lados. Yo creo que ese sistema de la ayuda francesa a veces ahoga la creación».

Al respecto, comparó esta situación en contraposición con la película de apertura del Doc Buenos Aires, «Lluvia de Jaulas» de César González.

«‘Lluvia de Jaulas’ de Cesar González es muy original y muy comprometida. Es una película independiente que tiene un motor profundo y afectivo. Eso es tomar riesgo porque muestra su sensibilidad, no son películas fáciles de mostrar pero eso es parte de la creación y en Francia no tenemos muchas personas así.»

Sobre su propia película, el director César González comparte las siguientes palabras: «‘Lluvia de Jaulas’ es una mezcla de distintos formatos y géneros, donde intenté que puedan convivir ciertas abstracciones formales con imágenes que queman de dolor, muchas de ellas registradas en vivo al momento de los hechos. Su alma es denunciar la represión total con la que se vive en los barrios populares pero sin dejar de pensar en la forma de transmitir esa denuncia. Entre otras cosas, siento que es un ensayo visual sobre los conflictos  que siempre trae el decidir mostrar el horror, una discusión que estuvo siempre presente en el cine y que, por suerte, será eterna. Se da por hecho que la denuncia es inevitablemente poco artística, yo en este caso quise indagar cuánto de verdad, de mentira o de ideología conservadora hay en ese pensamiento. La película es un poema sobre ser joven y vivir en un barrio popular, en una villa, en algún lugar estigmatizado y marcado a fuego por la estética dominante, habituado a las razzias, a los arrestos, al hostigamiento de las fuerzas de seguridad, a la precariedad laboral, a la paternidad y maternidad temprana, al contacto con las drogas de más baja calidad. Y cómo, a pesar de tanta violencia, tienen una voluntad de vivir que sorprende, que es incoherente con lo que viven en su día a día».