Temas de los que mejor hablar

Lo percibo. Es un dolor en el pecho, arriba, a la derecha, punzante. Comienzo el día y se me pasa, me entrego a mi rutina y no me acuerdo más de la puntada. Llego a casa, sigo trabajando un poco más y, por fin, me tiro en la cama a mirar la tele.

La puntada vuelve a aparecer y ahora está acompañada por el galope fuerte y acelerado de ese corazón que siempre creo que se va a romper. Es ansiedad, lo sé, ya me pasó en otras ocasiones. Lo hablé en terapia y pude salir adelante. Después de un rato logro dormir.

Al día siguiente se repite. Esta vez sin el dolor en el pecho, solo las palpitaciones. Hago varias respiraciones lentas y profundas durante un tiempo prudente y me digo a mí misma que no pasa nada. Trato de dormir. Mañana será otro día.

Estoy leyendo «Barullo», el libro de Valeria Sol Groisman, es su primera novela y habla sobre los ataques de ansiedad o de pánico, no sé muy bien la diferencia. Llamo a Liliana, mi psicóloga, y le pregunto. Tengo esa libertad de «molestarla» en la semana. Me la gané a fuerza de momentos críticos, y un poco también por el gran cariño que nos tenemos. Me responde rápido y me explica: «No son lo mismo, porque la ansiedad se produce cuando estamos frente a una situación futura, que la vivenciamos como estresante o amenazante, o que no contamos con los recursos para resolverla. Cierto grado de ansiedad es funcional, porque nos permite tener iniciativas y afrontar la resolución de situaciones. Entre las manifestaciones de ansiedad podemos sentir miedo, preocupación y angustia. En el ataque de pánico se produce un temor abrumador y va acompañado (en personas predispuestas) de varios síntomas físicos que se viven con una intensidad perturbadora. Muchas veces la persona cree estar teniendo un grave problema (por ejemplo, un ataque cardíaco o estar perdiendo la razón) cuando en realidad se trata de una manifestación muy extrema de la ansiedad, que dura unos minutos pero que se viven como eternos».

Me doy cuenta de que pasé por ambas a lo largo de mi vida. Soy una de las personas predispuestas. Esto no me enfurece. Leí en la investigación que la escritora española Rosa Montero hizo para su libro «El peligro de estar cuerda», en la que dice que los escritores y la gente creativa tienen más posibilidades de desarrollar algún trastorno del ánimo. Me considero dentro del grupo de gente creativa, por ende, en el grupo de «los predispuestos» del que habla mi psicóloga. Todo cierra.

Vuelvo al libro de Valeria Groisman, leo y no puedo dejar de sentir un déja vu: «Mi primera vez fue de noche y más o menos así: volvía a casa del trabajo. Había sido un día como cualquier otro. Digo, y esto es importante, no es que siempre haya una razón/detonante/una flecha en el arco que se dispara, da justo en el blanco (o sea vos, o sea yo) y atiza el fuego. No, en general llega ‘como si nada’ y también ‘como si nada’ se va. Es ahí que te preguntas: ¿estoy loca? ¿Puedo fiarme de lo que siento? ¿Y si es todo imaginación?».

Todos aquellos que pasamos por una situación igual, sabemos que es así como ocurre, de la nada. A veces, hay causas justificadas: una pérdida, algún problema en el trabajo, en la familia, con los amigos. Pero, a veces, simplemente son cosas buenas: lograste lo que querías, un negocio que salió bien. Sigo con dudas, así que directamente decido entrevistar a Liliana.

Ella es en verdad Liliana Rancan, licenciada en Psicología, y decidió ayudarme a poner palabra sobre algo de lo que no se habla.

A pesar de estar viviendo un momento histórico en el que se levanta la bandera de libertad, la salud mental sigue siendo algo de lo que mejor no hablar, algo tabú. Cuando uno quiere contar su experiencia, normalizar lo sucedido para quitarle entidad, la gente te cambia automáticamente de tema. Puede que no sepan qué contestar, muchos todavía tienen miedo. Ni te cuento si es a un jefe/a a quien se pretende narrar la historia. Rápidamente te detienen, no sea cosa que se les complique el ámbito laboral. La ignorancia empuja a la antipatía.

Vamos entonces a poner claridad al asunto. Le pregunté a la licenciada.

¿Por qué pueden generarse los ataques de ansiedad y pánico?

«Se puede generar, muchas veces, cuando la persona siente que perdió el control de algo importante. También ocurre al estar con el miedo de tener un ataque de pánico. Eso predispone a que suceda, porque nos va conectando con pensamientos negativos que, a su vez, van generando un terreno apto para que pase. Lo que hay que hacer en ese momento, en primer lugar, es intentar cambiar el foco del pensamiento, tratar de respirar muy lentamente durante unos minutos. Sería importante estar acompañados para lograr la calma. Cuanto más uno se conecta con las problemáticas que pueda tener, es cuando ese terreno predispuesto se alimenta.

En casos extremos se debe llamar al médico. Muchas veces, la sola presencia del doctor calma, porque la persona se asegura de que no está teniendo un ataque cardíaco, que es lo que se suele sentir.»

El mundo en el que hoy vivimos predispone mucho más a este tipo de enfermedades. «De alguna manera, vivir en un medio que tiene muchos estímulos sonoros y visuales, sumado a lo social, en ciertas personas, predisponen a que en algún momento puedan tener un ataque de pánico. Reitero, hay personas predispuestas, no cualquiera tiene ataques de pánico, pero es cierto que vivir en una sociedad como la nuestra, que es hostil en cuanto al ruido y a los destratos, de alguna manera nos hace bañarnos en climas de ansiedad que se van multiplicando».

¿Pero qué siente una persona cuando está teniendo un ataque de pánico?

Tratemos de ponernos en ese lugar mediante la explicación técnica: «Aquellos que sufren ataques de pánico tienen un sentimiento de temor a morir a volverse loco literalmente o sienten que se están despersonalizando, pero esto no es real, es causado por la sintomatología física. Lo ideal es buscar la posibilidad de tranquilizarse sabiendo que es intenso pero breve. Que en verdad no pasa nada de eso que se siente. El cuerpo se hace como un amplificador de los estados de miedo y de terror, pero no sucede nada de lo que él parece transmitir. Lo importante en estos casos es la auto calma, tener en claro que lo que se está sintiendo, pasa. Es un ataque de pánico y no otra cosa lo que sucede. Y, reitero, es importante cambiar el foco de atención».

Sigo leyendo «Barullo», aún no lo termino, pero sé que va a ser uno de mis libros recomendados. Principalmente, por poner sobre el tapete un tema prohibido. Por otro lado, la diversidad de voces que se encuentran en la narración, ayuda a descubrir los diferentes puntos de vista sobre el problema. Y, sobre todo, porque la identificación que siento con la protagonista me ayuda a surcar mis propios lados oscuros a los que, por suerte, a esta altura no les tengo miedo, porque incorporé el ejercicio de contar con naturalidad, a pesar de los oídos sordos.

Poner en palabras es parte de sanar. Por eso decido escribir esta nota. Tal vez vos, querido lector, te sientas identificado o conozcas a alguien que esté pasando por lo mismo. Te invito a habilitar el diálogo y aprender que hay temas de los que mejor hablar.

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