The Rocky NBA show

El comienzo de “Hustle” marca el pulso de un cine de otra época -que aparece actualmente en cuenta a gotas en el streaming y del cual no hay nada en salas de cine- porque se toma los minutos necesarios para presentar a un personaje, su mundo y una secuencia de títulos como correlato de todo lo anterior (una rareza absoluta en las producciones actuales).

Esa máquina aceitada de las estructuras narrativas, que es el cine estadounidense, encastra sin rebarba para narrar la historia de un cazatalentos de la NBA, que tiene entre sus manos la última posibilidad de éxito. Por un lado, en esta presentación, sabemos del trabajo de Stanley Sugarman (Adam Sandler) que se trata de ver jugadores extranjeros por todo el mundo que podrían integrar la plantilla del equipo Philadelphia 76ers. Por debajo de esta labor se esgrime la fatiga y las consecuencias de esos viajes durante gran parte del año pero, principalmente, su frustración de no poder integrar un cuerpo técnico, y así cumplir el sueño de ser entrenador. Algo peor que un anhelo no cumplido es el que se desvanece a los pocos instantes de haberse materializado, a priori. Eso es lo que le sucede al protagonista: de estar a un paso del banquillo del técnico a regresar a ese mundo que pretendía dejar para poder acercarse más a su familia y, más que nada, a su deseo más ansiado.

En la espiral de ver jugadores potenciales para un equipo profesional en lugares de mala muerte, con especuladores e infladores de estadísticas, surge una mina de oro en el medio del desierto. Stanley descubre en España, por medio del azar (y la magia de los guiones de este tipo, claro), a un joven atlético y alto con enormes condiciones que juega por pocos euros en un barrio de bajos recursos. A partir de allí se traza el camino en búsqueda del éxito: un abrazo narrativo entre las historias de superación clásicas y el devenir de un deportista en ese tránsito a una gloria propia. Bo Cruz (el jugador de Utah Jazz, Juancho Hernángomez) es, además de un joven con todas las características del jugador con hambre de triunfo, un peligro para sus aspiraciones personales de llegar a la NBA y, además, para las del propio Stanley por tener reacciones impulsivas durante las pruebas. Esta variable negativa es la que el cazatalentos debe sortear para llevar a esta joya en bruto a la máxima liga de básquet, también y al mismo tiempo es su prueba definitiva para saber si tiene el temple y el talento para convertirse en un entrenador.

Si la película camina por la senda del arquetipo de “una posibilidad en un millón” es porque el faro no es más que “Rocky” (1976), probablemente la historia de superación más grande y que traspasó las fronteras del cine para convertirse en un fenómeno popular. No es casual que “Hustle” tenga epicentro narrativo en la ciudad de Filadelfia. La otra cara apunta a revalorizar el producto NBA, en lo que por muchos momentos es una presentación de la dinámica para elegir jugadores como lo es el evento “combine”. Adam Sandler siempre mostró una facilidad para soltar nombres, así aparecen aquí una lista enorme de basquetbolistas, exjugadores, técnicos y diferentes personalidades interpretándose a sí mismos, incluso, Kenny Smith (exfigura de Houston Rockets y actual personalidad de la TV) hace de un agente llamado Leon, el único amigo dentro del ambiente que tiene Stanley. “Hustle” es un abrazo entre la historia clásica de progreso y la envoltura de la NBA que engalana para los fanáticos del básquet, pero que podría asfixiar a los que ignoran y no tienen un mínimo interés en el deporte.

Lejos del drama deportivo como podría ser “El juego sagrado” («He Got Game», 1998) de Spike Lee, aquí el deporte se impone y eclipsa cierta densidad en la construcción de los personajes con sus miserias y costados oscuros. Todo lo que pueda vislumbrar un acto cuestionable es justificable y redimible para que ninguno quede afuera de este cuento. En esta variable es donde se percibe el “toque Netflix”, el cual consiste en acomodar todas las piezas de lo políticamente correcto para no irritar a ningún posible público. El foco en el último acto está puesto en la carrera de Bo Cruz para llegar a ser elegido por alguna franquicia de la liga, todos los otros matices que la película construyó hasta ese punto quedan en pausa.

A pesar de este desbalance, “Hustle” no pierde la magia ni tampoco se transforma en una película solo preocupada por ser amable, pero sí en tener un nivel de luminosidad libre de cinismo gratuito.