Hace unos días se emitió el último capítulo de «Chespirito: Sin querer queriendo», la bioserie inspirada en la vida de Roberto Gómez Bolaños y basada en sus memorias. Escrita y producida por sus hijos, Paula y Roberto Gómez Fernández, la serie busca rendir homenaje a una de las figuras más queridas de la televisión latinoamericana.
Cuando se realiza una serie sobre una persona tan emblemática como fue Chespirito, no se trata solo de contar una historia. Se trata de abrir una caja de recuerdos compartidos: risas, frases que se convirtieron en un idioma cotidiano y personajes que atravesaron generaciones frente a la televisión. La serie recorre su camino desde la infancia, pasando por sus primeros pasos como guionista hasta su consagración como un ícono cultural. Con una narrativa ágil, emotiva y algunos saltos temporales, construye un retrato sensible del artista: lo muestra como un hombre creativo, obsesivo, comprometido con su trabajo y su visión del humor.
El título elegido, «Sin querer queriendo», no es casual. Retoma una de las frases más emblemáticas del Chavo del 8, uno de los personajes más entrañables del universo de Chespirito. Uno de los pilares fundamentales de la miniserie es la nostalgia, como era de esperarse. Las recreaciones del mundo del El Chavo del 8, El Chapulín Colorado, El doctor Chapatín y otros clásicos están cuidadas al detalle y apelan directamente en la emoción del espectador. Funciona porque es imposible no sonreír o conmoverse al reencontrarse con esos personajes que marcaron infancias enteras.
Si bien algunos conflictos aparecen, como las tensiones con el elenco o las disputas por los derechos de personajes, la serie no profundiza en ellos. Mantiene un tono de homenaje con una mirada afectuosa, las contradicciones del protagonista están, pero se suavizan. En ese panorama, una de las historias más interesantes y a la vez más sorpresivas de la serie es el lugar que ocupa Graciela Fernández, la primera esposa de Roberto y madre de sus seis hijos. Lejos de ser una figura secundaria, su personaje está construido con una profundidad emocional: es el sostén, la mirada crítica, la voz serena que acompaña, aunque también confronta. A través de ella, se muestra un costado poco conocido de Chespirito: sus ausencias como padre, la dificultad para equilibrar la vida familiar con la obsesión por su trabajo y la tensión interna que vive entre su vocación artística y sus responsabilidades personales. Graciela aparece como una testigo silenciosa del éxito, pero también como una pieza clave en su historia.
Su inclusión elegida por sus hijos aporta una mirada necesaria y representa uno de los pocos espacios en donde la serie permite cierta autocrítica. En contraste, la ausencia de Florinda Meza, quien no participó en el proceso creativo ni fue consultada para la serie (sumada a sus declaraciones públicas al respecto), aparece representada dentro del relato. Se muestra el inicio de su relación con Chespirito mientras él aún estaba casado con Graciela. Sin dramatizar, la serie expone el vínculo extramatrimonial permitiendo incomodar y mostrar una faceta más conflictiva del protagonista.
«Chespirito: Sin querer queriendo» estuvo dirigida por Rodrigo Santos, David «Leche» Ruíz y Julián de Tavira, contó con las actuaciones de Pablo Cruz Guerrero, Paulina Dávila, Bárbara López, Andrea Noli, Paola Montes de Oca, Miguel Islas, Arturo Barba, Eugenio Bartilotti y Juan Lecanda y puede verse en HBO Max.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Camila Arjemi Álvarez.
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