Si bien el fútbol siempre fue un deporte atravesado por fanatismos y brechas, no caracterizado por tener opiniones unánimes, hoy más que nunca observamos uno de sus momentos más delicados.
La sensación generalizada es que el juego queda en segundo plano frente a decisiones que generan más ruido que certezas, incentivando la desconfianza y potenciando un ambiente que ya viene cargado de tensiones.
Hace un tiempo, principalmente en Argentina, los hinchas del fútbol buscan hacerse escuchar expresando enojo, respecto a las incongruencias que acontecen cada fecha, en todas las canchas y en cada resultado.
De repente, un deporte que buscaba ser popular y accesible, termina siendo una disputa de poder entre aquellos que presiden los organismos más importantes de este deporte y, quienes al fin y al cabo, determinan las decisiones que marcan la agenda de los clubes y, por consecuencia, la de millones de fanáticos.
Toda esta problemática se rige por las tantas decisiones infundadas por parte de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), encabezada por Claudio Fabián «Chiqui» Tapia, a lo que se suma el peso político de Pablo Toviggino, presidente del Consejo Federal del Fútbol Argentino, un órgano interno central dentro de la AFA. Y, muchas otras veces, por cuestiones dentro del campo de juego entre quienes les corresponde impartir justicia en cada encuentro, encabezados por Federico Beligoy, director nacional del arbitraje y encargado de su respectiva designación.
Hechos recientes sí que ejemplifican esta cuestión. El miércoles, el presidente formó parte de una charla en vivo con Olé, donde el tópico protagonista fueron los dichos de las últimas semanas, a raíz del partido entre Barracas Central y Huracán; y la semifinal del ascenso, entre otros, que dieron más para analizar de lo que ya había. Tapia argumentaba que «sugestiones hay desde la época de Grondona» y buscaba desviar el foco de lo institucional, llevándolo al ámbito deportivo y comparando que «los jugadores y los técnicos también se equivocan en sus decisiones».
Como si esto no bastase, este jueves al mediodía, Rosario Central fue premiado como campeón oficial de la temporada 2025 por ser puntero en la tabla anual. Lo que significa que un título fue agregado en instancias finales de un campeonato y sin previo aviso. Esto deja reflejado, una vez más, la improvisación, la poca transparencia y la menor aún importancia que se le tiene a construir un fútbol serio y competitivo.
A continuación, repasamos las constantes reformas que sufre el fútbol argentino desde la presidencia de Claudio Tapia.
Cambios en los torneos
Uno de los rasgos más notorios de su gestión es la reformulación continua del número de participantes en cada categoría sin una explicación lógica. La Liga Profesional de Fútbol (LPF) pasó de tener 20 equipos a contar hoy con 30, incorporando incluso clubes que hace pocos años competían en la Primera C y que ahora disputan copas internacionales. Este crecimiento desmedido provoca, además, que en un mismo año no todos los equipos jueguen entre sí, justamente, por la imposibilidad de sostener un torneo largo por la excesiva cantidad de participantes.
Manejo de descensos
El criterio para ascender o descender dejó de ser rígido y pasó a ser completamente manipulable. En varias ocasiones se redujo la cantidad de descensos sobre la marcha, pasando de dos a uno. Cada temporada aparece el rumor de que se podría sacar un descenso o modificar el sistema a último momento en cualquier categoría, dependiendo de cómo esté la tabla.
Arbitrajes y VAR
Un problema que existió, pero que desde la implementación del VAR y las designaciones arbitrales a último momento incrementaron las polémicas. Principalmente, por la falta de criterio unánime ante jugadas similares y sanciones opuestas y, segundo, por la poca transparencia entre los audios y las conversaciones que determinan si una jugada es fuera de juego, el trazado de líneas, si un jugador cometió una infracción para ser expulsado o si hay un posible penal por sancionar.
Falta de explicaciones públicas
Una de las grandes debilidades institucionales es la ausencia de explicaciones formales. Cambian formatos, reglas, calendarios, cupos de ascenso, descensos y torneos sin que exista una conferencia, un documento detallado o un plan presentado abiertamente, donde se confirme la previa planificación y no genere dudas en los hinchas.
Calendarios saturados
A causa de la cantidad de equipos que conforman la Liga Profesional, a veces los partidos se juegan cada 5 días, sin contar las demás competencias en la que participan los clubes, a nivel internacional o local. Ya no se destinan obligatoriamente al fin de semana: puede jugarse en cualquier horario, ante cualquier situación climática y cualquier día de la semana. Sin mencionar que todo se ajusta aún más por las fechas FIFA, generando sobrecargas o fatigas en los propios jugadores por falta de descanso.
Ausencia de proyecto a largo plazo
La falta de competitividad y el poco futuro cercano previsto: con un torneo que cambia constantemente es difícil proyectar y llevar el fútbol argentino a un mejor nivel, por el mismo sentimiento compartido de desconfianza hacia todo este poder.
Todo lo dicho anteriormente expresa la preocupación que sienten fanáticos cada vez que algo nuevo sale a la luz, ya sin sorpresa, pero con la misma decepción de siempre. Es, ni más ni menos, que lo que termina desatando la violencia dentro de las canchas y entre las hinchadas: enojo, impotencia, errores alevosos y la falta total de explicaciones. Cuando las reglas cambian sobre la marcha y nadie se hace cargo, lo único que crece es la sensación de injusticia, y ahí es donde el clima se vuelve insostenible.
En definitiva, el problema no es solo lo que pasa hoy sino lo que ya ni siquiera sorprende. Un fútbol que debería generar ilusión termina en desconfianza, y un deporte que debería unir provoca dividir cada vez más. Mientras las decisiones sigan respondiendo a intereses particulares y no a un plan serio, el fútbol argentino va a seguir girando en círculos. Y lo más preocupante es que, de a poco, se va perdiendo lo más importante: la credibilidad de un juego que es parte de nuestra identidad como argentinos.