¿Una película de porristas adelantada a su época? Sí: «Triunfos robados» («Bring It On») se atrevió a hablar de representación, sexualidad y deporte femenino cuando Hollywood miraba para otro lado.
Cuando se estrenó en el año 2000, «Triunfos robados» parecía otra comedia ligera de secundaria: porristas, uniformes coloridos, romance juvenil. Sin embargo, 25 años después, sorprende descubrir que la película sigue fresca, divertida y, sobre todo, moderna. Su elenco ya era un festín pop -Kirsten Dunst en su papel más recordado de los años dos mil, Gabrielle Union como la imponente Isis, y dos figuras salidas directamente de «Buffy, la cazavampiros», Eliza Dushku y Clare Kramer-, pero lo verdaderamente interesante es cómo la historia desafió los estereotipos de su tiempo.
Desde la primera coreografía, la película se ríe de la superficie para tomarse en serio el fondo. «Triunfos robados» nunca trató a sus personajes como caricaturas de la secundaria americana, los mostró como lo que realmente eran: atletas. Jóvenes disciplinados, obsesivos, contradictorios, con diferentes visiones sobre cómo ganar. No había villanas de manual ni santitas intocables. Era un equipo, con egos y tensiones internas, pero también con respeto por la competencia. Esa mirada la acercaba a los dramas deportivos de la época, como «Juegos de campeones» («Varsity Blues», 1999), pero con un giro: el humor. Uno inteligente, ácido, que no banalizaba sino que exponía con gracia los dilemas de la competencia.
El corazón del conflicto aparece cuando los Rancho Carne Toros, un equipo blanco de San Diego, claramente acomodado, descubren que sus rutinas habían sido robadas durante años al conjunto mayormente afroamericano de Los Angeles, los Clovers. Allí la película toca un tema que para el 2000 era sorprendentemente audaz: la apropiación cultural. Lo hace sin bajada de línea, simplemente mostrando la asimetría entre un grupo que tiene visibilidad y recursos y otro que, aun siendo más talentoso, lucha desde los márgenes. Veinticinco años después, esa trama no perdió fuerza, más bien se resignifica en un mundo que todavía discute crédito, autoría y representación.
La disrupción no se queda ahí. Missy, interpretada por Eliza Dushku, entra al equipo no por popularidad ni por belleza sino por talento puro. Su queja es clara y actual: a los equipos femeninos no se los respeta como atletas, se los sexualiza para el consumo de otros. Su hermano Cliff, mientras tanto, funciona como interés romántico, pero sin que el amor opaque la trama: Torrance no resuelve el conflicto por «enamorarse» sino aprendiendo a liderar. Incluso en los vínculos, «Triunfos robados» se adelantó: los personajes masculinos no eran el centro, eran satélites en una historia de deporte femenino.
Y hay más: en el equipo encontramos dos porristas hombres, uno gay y otro no, ambos integrados a la dinámica sin ser reducidos a clichés. No son el «amigo gay simpático» ni el chiste de vestuario sino personajes con peso propio, que entrenan, compiten y forman parte del corazón del grupo. Para una película mainstream de 2000, esto fue una rareza saludable, y lo sigue siendo en comparación con muchas representaciones posteriores.
El resultado es que, aunque algunos guiños estéticos delatan la época -montajes musicales, moda, lenguaje-, «Triunfos robados» envejeció sorprendentemente poco. Su fuerza está en que trató a las porristas como atletas, habló de apropiación cultural cuando nadie lo hacía, y exploró la sexualidad y los roles de género con naturalidad, sin solemnidad ni discursos pesados. Todo sostenido por una banda sonora icónica de punk y pop que reforzaba el pulso competitivo de cada escena.
Al revisitarla hoy, se confirma su condición de película de culto. No solo porque marcó a una generación sino porque planteó debates que siguen vigentes: el crédito creativo, el valor del trabajo propio, la representación de minorías y la visibilidad del deporte femenino. Lo hizo con ironía, coreografías espectaculares y personajes memorables. Veinticinco años después, «Triunfos robados» sigue recordándonos que ganar no es copiar mejor, es crear algo propio.
«Triunfos robados» («Bring It On») estuvo dirigida por Peyton Reed y contó con las actuaciones de Kirsten Dunst, Eliza Dushku, Jesse Bradford, Gabrielle Union y Clare Kramer.
Artículo elaborado para puntocero por María Cabrera.
Este artículo fue elaborado especialmente para puntocero.
Si te interesa colaborar podés comunicarte con nosotros.
Esperamos que lo disfrutes.