Una fábula gótica del vínculo: humor negro, sudor bajo el encuadre y carne como conjuro; Shanks hace crujir el «para siempre» de Brie y Franco.
Aparentemente no se puede filmar «terror corporal» sin invocar a John Carpenter y «El enigma de otro mundo». Aunque las películas no estén emparentadas, siempre aparece un encuadre, un ángulo, una textura que la trae de vuelta. Y no está mal.
«Together: Juntos hasta la muerte», escrita y dirigida por Michael Shanks y protagonizada por Alison Brie y Dave Franco, comienza como drama de convivencia y se abandona a la pesadilla física con la misma naturalidad con la que una pareja salta de la risa al reproche. Su tono no busca el pozo existencial de «El legado del diablo» o «Midsommar: el terror no espera la noche». Elige, en cambio, el vaivén reconocible de una relación larga: humor tierno y nervioso, chistes internos, pequeños compromisos, lágrimas discretas, silencios que pesan y, cuando menos se lo espera, un estallido de horror que revuelve el estómago.
Las set pieces funcionan sobre todo por cómo están miradas. Los efectos cumplen con solvencia. Hay mezcla de prótesis y efectos visuales bien dosificada, pero es la puesta y el diseño sonoro lo que realmente deja una vibración persistente. No son escenas interminables ni buscan el shock a toda costa: si acaso, se echa en falta que la película se atreva a ir un paso más allá. Aún así, la inventiva con la cámara y el pulso del montaje compensan esa contención: hay ideas visuales que se adhieren como ansiedad a la piel.
La fotografía de Germain McMicking es, sin dudas, uno de los grandes aciertos. El trabajo con tomas espejadas y transiciones que encadenan estados emocionales, la forma de usar el zoom como latido, el control de texturas húmedas y orgánicas, todo construye una atmósfera que no ilustra el conflicto sino que lo contagia. La cámara respira con los personajes, se agita con ellos, y el encuadre sabe cuándo acercarse hasta lo insoportable y cuándo retirarse para que la incomodidad nazca en fuera de campo. Es cine que entiende que el terror también se coreografía.
En esa clave, «Together» es un festín de los sentidos, pero corrupto. Se huelen los miedos, se saborea el trauma, uno siente que puede escuchar las heridas abiertas y tocar el pánico. Más que alegoría solemne, propone una experiencia física en la que el cuerpo funciona como zona sísmica. Todo tiembla, todo amenaza con desbordarse, y lo íntimo se vuelve superficie inestable. Las comparaciones con «La sustancia» se agotan en el cariño por los efectos prácticos. Aquí, prótesis y efectos visuales se integran con discreción, habilitan texturas palpables, sostienen la ilusión y no compiten con las actuaciones. Esa contención técnica mantiene el foco donde debe estar, en la reacción, en el roce, en la incomodidad que producen los pequeños desajustes.
Ayuda, y mucho, la química de Brie y Franco (casados desde 2017), bien apuntalada por Damon Herriman, en un reparto que juega a favor de la incomodidad sin subrayarla. También se percibe una dirección atenta al género por parte de Shanks, gusto por la precisión espacial, montaje seco, crueldad con humor negro que estalla y se repliega antes de volverse costumbre.
Ahí aparece, sin embargo, la objeción que impide coronarla: falta intimidad y comunicación entre los personajes por fuera del dispositivo, y falta, también, entre ellos y el espectador. La película es clarísima sobre lo que les sucede: menos precisa sobre quiénes son cuando la maquinaria simbólica se detiene. Esa capa de profundidad, la exploración de la subjetividad sin el arnés de la metáfora física, podría haber empujado a «Together» del «muy buen terror» al «clásico».
El cierre, por su parte, opera más como punto de partida que como estocada final, un truco de magia bien ejecutado cuyo mecanismo intuimos y que nos deja mirando los hilos, más curiosos que devastados. Hay hallazgos formales y una propuesta sensorial que merece verse. Lo que falta, quizá, es el golpe que convierta esa promesa en una herida inolvidable.
«Together» estuvo dirigida por Michael Shanks y contó con las actuaciones de Brie Larson, Dave Franco, Damon Harriman, Mia Morrissey y Karl Richmond.
Artículo elaborado para puntocero por María Cabrera.
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