Heredera directa de «Halloween» (1978), «La hora de la desaparición» («Weapons», 2025) traslada el terror a los suburbios, esos espacios que Estados Unidos insiste en idealizar: donde los niños vuelven solos de la escuela, los jardines están podados y las casas parecen ordenadas, aunque algo podrido respire bajo la superficie. Como una reacción en cadena, cada decisión cotidiana -inofensiva en apariencia- desencadena consecuencias graves y lógicas, pero devastadoras. Zach Cregger entiende que el horror nace ahí, donde lo familiar se vuelve extraño, y construye su relato como un rompecabezas emocional de múltiples capas.
El segundo trabajo de Cregger, luego del formidable debut con «Bárbaro» («Barbarian», 2022), conserva una cualidad innegociable: es mejor entrar a la sala sin saber nada. Pero lo fundamental es eso: entrar a la sala. Hay un sentido de inmersión que solo el cine permite, y que esta película aprovecha al máximo. La estructura episódica, dividida en seis capítulos con distintos protagonistas y líneas de tiempo que convergen con la precisión de un mecanismo oculto, no dispersa la atención sino que multiplica la intriga. Cada segmento aporta un fragmento distinto del universo sin artificios ni trampas narrativas.
Cregger se arriesga a expandir el universo emocional de «Bárbaro» y lo hace con un control asombroso del tono. Esta es una película grande, coral, jugada. Aborda temas como la brutalidad policial, el duelo, la adicción, el miedo a lo desconocido y la violencia estructural sin perder de vista su motor principal: la tensión. No busca sustos fáciles sino una incomodidad persistente que crece plano a plano. Y lo logra no solo desde el guion sino, también, desde lo formal. Posee una fotografía que retrata lo suburbano como un escenario de normalidad podrida constituida por luces de neón, faroles débiles, interiores bañados en televisión, sin dejar de lado un diseño sonoro que apuesta por el silencio como presencia activa.
Ese silencio, que podría leerse como ausencia, se vuelve amenaza. Cuando todo calla, lo que se insinúa pesa más que cualquier grito. La película se mueve desde el thriller hacia el horror con una elegancia inesperada, porque el umbral no se cruza, más bien se desplaza. Lo que era cotidiano se vuelve siniestro. Y lo que era seguro, se vacía.
El reparto acompaña esta construcción con una solvencia notable. Josh Brolin encarna a Archer Graff con una mezcla de agotamiento físico y violencia contenida, su desesperación nunca se vuelve histriónica. Julia Garner (como la profesora Justine Gandy) encuentra el punto exacto entre vulnerabilidad y determinación. Alden Ehrenreich aporta una densidad inquieta como el oficial Paul Morgan, y Benedict Wong, desde el rol del director Andrew, compone una figura que oscila entre lo burocrático y lo roto. Amy Madigan deja una huella punzante con pocos gestos, y Austin Abrams junto a Cary Christopher sostienen desde lo juvenil un miedo que no necesita explicación.
Las actuaciones, en apariencia dispares en tono y energía, funcionan como una orquesta disonante. Cada una responde al clima de su segmento, pero todas sostienen una coherencia emocional que refuerza la sensación de estar frente a algo profundamente humano, incluso cuando lo que vemos es insoportable. Nadie actúa como si estuviera en una película: todos interpretan como si no tuvieran alternativa. Esa convicción es lo que nos arrastra.
Hay algo profundamente hipnótico en esa mezcla de naturalismo y extrañeza. Como una pintura que de lejos parece realista, pero al acercarse revela proporciones alteradas, pinceladas torcidas, detalles fuera de lugar. «La hora de la desaparición» es una obra bella, pero incómoda. No por lo que muestra sino por lo que sugiere. No por lo que resuelve, en cambio, por lo que deja abierto.
Es, sin duda, una de las mejores películas del año. No solo por su precisión técnica o su ambición estructural sino por su capacidad de mantenerse extraña sin dejar de ser accesible. «La hora de la desaparición» no ofrece respuestas. Ofrece inquietud. Un rompecabezas que no necesita resolverse para fascinar. Un juego macabro a lo Agatha Christie, pero sin reglas claras ni soluciones posibles. Lo mejor es entrar sin saber. Lo mejor es, simplemente, entrar.
«La hora de la desaparición» estuvo dirigida por Zach Cregger y contó con las actuaciones de Julia Garner, Josh Brolin, Alden Ehrenreich, Benedict Wong y Amy Madigan.
Artículo elaborado para puntocero por María Cabrera.
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