Drama hitchcockiano con toques de western

Una agradable sorpresa resulta el último film escrito y dirigido por Néstor Montalbano, «Las Corredoras», ya que marca una clara diferencia con la mayoría de su filmografía anterior con su tono de comedia paródica («Soy Tu Aventura», «Pájaros Volando», «Por un Puñado de Pelos», «No Llores por Mí Inglaterra»).

El realizador decidió probarse filmando, nada menos, que una cruza de géneros, y en una temporalidad lejana (los 50) y sale airoso de este desafío.

Para ello cuenta nuevamente con Diego Capusotto, adaptable ciento por ciento a las exigencias que este nuevo guion le imponía y a los tres personajes y cuarto que interpreta, abandonando ese clásico humor que lo solía caracterizar en sus trabajos, y dotando a cada uno de ellos de una dosis de verdad, compromiso actoral y solvencia que sorprende.

Lo acompaña en esta tarea Carola Reyna, una actriz que hubiera merecido un mayor destaque en la cinematografía nacional. El dueto se complementa a la maravilla y afronta a fuerza de talento todas las vicisitudes que la trama plantea.

Desde el planteo inicial, el viaje de una empleada de un Ministerio a un pueblo alejado para la firma de una cesión de tierras, y su encuentro con un personaje que sugiere que es otro, nos remite al mundo de «Psicosis» de Alfred Hitchcock. El desarrollo narrativo mantiene ese suspense con la presencia de una invitada que recibe sorpresas constantes.

A ello debe añadirse un más que ajustado guiño al western, en el que el hombre a caballo seduce a su chica mostrándole su territorio.

Dado que la historia transcurre en 1959, el vestuario y la dirección artística reflejan convincentemente la década señalada, realzado ello con una potente banda sonora a cargo de Renzo Montalbano.