El triunfo del anonimato

«El método Tangalanga» es un triunfo. Primero, de la comedia como género bastardeado y siempre marginado hacia un estrato inferior (ya el concepto de considerar mayor o menor a ciertas etiquetas es un error), más aún en el panorama del cine argentino, el cual descansa en películas particulares y especiales más por la disonancia que por la filiación a las estructuras o a ciertas cualidades. En segundo lugar, hay un mérito en desmarcarse de ciertas tendencias actuales sobre las películas biográficas, las cuales parecen inscribirse en la recolección de situaciones asépticas.

El camino que se construye es el de una historia desovillándose, al contarnos la historia de Julio (Martín Piroyansky) como un oficinista gris de una empresa de jabones y de otros productos sanitizantes, quien tiene un problema para relacionarse en público. Su mejor amigo y compañero de trabajo, Sixto (Alan Sabbagh), enferma y, como consecuencia de ello, su rol en la empresa lo obliga a ser más proactivo en áreas sostenidas por el poder de la oratoria. El mundo parece desarmársele a Julio, hasta que se cruza en forma azarosa con un gurú (Silvio Soldán, sí, Silvio Soldán) poseedor de poderes hipnóticos. A partir de ese encuentro, cada vez que levanta el tubo de un teléfono se le activa un súper poder combinado en partes iguales por la verborragia y un humor políticamente incorrecto, más si se considera la época en la que se emplaza la historia: la década de 1960.

A partir de un conjunto de momentos conocidos y de un anecdotario de Julio Victorio de Rissio (conocido como el Dr. Tangalanga), la historia toma la forma de una comedia clásica maridada con tintes románticos, aunque la definición más acertada podría ser la de una comedia tierna. Entre los llamados ficcionalizados también se cuelan audios verdaderos de bromas, con la voz particular del gran Tangalanga. En el moldeo de su figura, además, aparece la materialidad, si bien puede considerarse que su voz lo fue con más potencia en comparación con su figura. Hay un momento de círculo que se completa cuando Julio se transforma en el mito: al ponerse la barba candado y las cejas falsas y el gorro característicos.

Las decisiones de puesta de cámara y el pulso perfecto para la comedia de Mateo Bendesky rodean esta historia de espíritu biográfico, pero sostenida en la idea con la que se resumía a Tangalanga: “El más famoso de los desconocidos y el más desconocido de los famosos”.