Nos obsesionamos con el capital financiero, los activos tangibles y la economía del crecimiento ilimitado. Pero la verdadera riqueza, esa que va a definir nuestro futuro y que nos permite disfrutar de lo único que tenemos realmente, se encuentra en un lugar mucho más complejo y vulnerable: el cerebro. Esta es la nueva disyuntiva: el enfoque tradicional en la economía de la materia o la audaz apuesta por un nuevo modelo basado en la expansión de la mente.
Un desafío silencioso a escala global
Durante años, medimos el progreso de nuestras sociedades a través de indicadores como el Producto Bruto Interno (PBI). Se trata de un modelo que, si bien trajo avances, ignoró un componente esencial de nuestra capacidad como sociedad y como especie.
La economía global se enfoca en la producción y el consumo, adoctrinando para obtener bienes materiales y transformando al mundo en una gran «caja de Skiner». La intención es clara, una adaptación hedónica hacia el consumo indiscriminado y poco pensado.
Sin embargo, enfrentamos desafíos de una magnitud sin precedentes, desde pandemias y cambios climáticos hasta la desinformación masiva. Esta realidad que nos vulnera, realza que el capital que realmente importa está en la mente: nuestra capacidad para innovar, ser creativos, resilientes emocionalmente y hábiles para colaborar de manera empática con nuestros semejantes. Todas acciones que se transforman en un activo intangible que, en la era de la Inteligencia Artificial, se vuelve extraño y escaso.
La inversión en el capital cerebral, más que un capricho
Frente a este desafío, surge una idea disruptiva y fundamental: el capital cerebral. Según Psychiatric Times, «el capital cerebral es un concepto que abarca los recursos cognitivos y emocionales de un individuo o de una sociedad». A diferencia del capital tradicional, es un recurso que se puede cultivar y fortalecer. No se trata de una utopía sino de una oportunidad de inversión emergente.
De hecho, The Lancet Neurology lo refuerza, señalando que el capital cerebral podría ser la clave para un futuro sostenible. Esto implica un cambio de paradigma total: pasar de una economía que extrae recursos a una que invierte en las capacidades mentales de sus ciudadanos.
Se trata de entender que el bienestar psicológico, la salud cognitiva y la creatividad son el motor de la prosperidad. Es una idea que nos debería unir como humanidad, la inversión en el fortalecimiento mental es, en esencia, financiar el futuro colectivo.
Por lo tanto, más que un capricho teórico, es una llamada a la acción para gobiernos, empresas y, sobre todo, para cada uno de nosotros. Se trata de adoptar políticas que promuevan la salud mental, la educación de calidad, la nutrición adecuada y la estimulación cognitiva a lo largo de toda la vida.
Botánica, docente y sarcástica. Conversaciones que marcan, guían. Arremeto con argumentos para debatir. Poseo rasgos de personalidad y valores que resaltan mi humanidad sobre ser humana.