La crisis en Venezuela continúa su curso, más de dos semanas después de realizadas las elecciones presidenciales del 28 de julio. Luego de aquella jornada, en la cual Nicolás Maduro fue proclamado vencedor sin actas cargadas al mismo tiempo que se denunciaba un presunto hackeo proveniente de Macedonia del Norte, el país se sumió en la incertidumbre y la violencia. Represión, muertos y detenciones arbitrarias pasaron a formar parte del paisaje político y social venezolano.
En los últimos días se sucedieron importantes novedades. Primero, el pronunciamiento de la asesora del Centro Carter para Latinoamérica y el Caribe, Jennie Lincoln, quien la semana anterior, en una entrevista con la agencia de noticias AFP, sostuvo que Edmundo González Urrutia triunfó con más del 60% de los votos y que no hay evidencia del supuesto hackeo. Lincoln recordó que el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Elvis Amoroso, «dijo que publicaría los resultados mesa por mesa en la página web y entregaría un CD a los partidos políticos» cuando anunció un primer boletín. «Es una promesa que nunca cumplió», agregó.
El Centro Carter es una ONG fundada en 1982 por el expresidente Jimmy Carter, con sede en Atlanta, que fue uno de los pocos organismos internacionales, junto con las Naciones Unidas, que recibió una invitación del CNE para observar las elecciones venezolanas de 2024. Su importancia se debe a su prestigio internacional, que hasta el propio chavismo reconocía hasta la crisis actual. Muchos recuerdan su rol clave en 2004 en el referéndum revocatorio sobre la continuidad del entonces presidente Hugo Chávez. En esa ocasión, el “No” (a la revocación del mandato de Chávez) ganó 58,2 a 41,7 por ciento, y la oposición denunció fraude. En ese marco, y apenas dos años después del derrocamiento (luego revertido) contra el propio Chávez en 2002 a instancias de Estados Unidos y la oligarquía local, el Centro Carter se pronunció destacando la transparencia de aquellos comicios.
El segundo hecho importante de las últimas horas es la convocatoria a «tomar las calles» del país y el mundo el próximo 17 de agosto por parte de la líder opositora María Corina Machado, quien no fue habilitada a presentarse como candidata, razón por la cual un ignoto diplomático -González Urrutia- fue quien terminó en la boleta. Este llamado a la movilización callejera fue realizado días después de que realizara un pronunciamiento en el cual señaló la debilidad del régimen de Maduro. «No es sostenible», lanzó respecto a la fragilidad y aislamiento del Presidente, quien se recuesta en la cúpula militar y en su circulo de confianza para intentar sostenerse, en el marco del amplio descontento social reinante.
Finalmente, la geopolítica. El eje compuesto por Brasil, México y Colombia busca sostenerse como la instancia de negociación entre las partes, para evitar un desenlace catastrófico que redunde en una escalada represiva y una nueva oleada migratoria. En ese sentido, los cancilleres de los tres países mantuvieron una reunión virtual el pasado miércoles, en la cual pidieron al Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) que dé a conocer los resultados de las elecciones «desglosados por mesa de votación».
Mientras, Maduro continúa la represión y sostiene la narrativa del ataque fascista contra Venezuela de parte de la ultraderecha, Elon Musk y las corporaciones tecnológicas. En ese sentido, atacó a WhatsApp por presuntamente haber entregado a la oposición «la base de datos» de Venezuela, y pidió a la población que elimine la aplicación. Otro tanto hizo con X, sobre la cual ordenó un bloqueo de 10 días en todo el territorio nacional.
Quizás la imagen más fuerte fue la detención de María Oropeza, coordinadora en el estado de Portuguesa del partido Vente Venezuela, liderado por María Corina Machado. Oropeza, quien alcanzó a filmar su detención a través de un «vivo» de Instagram, fue encarcelada en el marco de la denominada Operación Tun Tun, con la cual se procedió al arresto de manifestantes y dirigentes opositores.
Algunos ven en la agudización de la represión un síntoma de la inminente caída del madurismo. Otros, por el contrario, creen que el camino «a la Nicaragua» le permitirá mantener el poder aún a costa de un aislamiento internacional que el propio Maduro ya atravesó en el pasado. Mientras tanto, Lula, Petro y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) mantienen la vocación de diálogo para resolver la crisis por los cauces políticos y diplomáticos. Un resquicio cada vez más estrecho.