Desde este jueves, y luego de su paso por el Festival de Cine Alemán en septiembre pasado, se puede ver en las pantallas el film de Thomas Arslan, «Verbrannte Erde», algo así como «Tierra Quemada» y que en castellano la titularon «Sin Códigos».
El film integra la segunda parte de una trilogía (la primera se llamó «Im Schatten», solo estrenada en la edición 2010 del BAFICI), que retoma al personaje central Trojan (Misel Matisevic), un preso que vuelve a su actividad criminal, especializado en grandes robos a targets determinados y muy bien pagos.
La propuesta es autónoma en sí misma, y evoca el mejor cine policial americano de Michael Mann con un estilo seco y potente, con una narrativa que tropieza con un signo inesperado que da por tierra con el plan orquestado (característica del cine de Arslan, que repite la propuesta de la anterior).
El director es un exponente de la nueva camada de cine alemán, llamada «la Escuela de Berlín», al igual que otro conocido por estos lugares, Christian Petzold, entre otros, y decide recorrer con su cinta lugares poco frecuentes de esa ciudad.
El suspenso es sólido y se construye a partir de actuaciones impecables y situaciones atractivas de escaso subrayado y pocos diálogos. Los silencios adquieren en este film un valor superlativo, y son los que van hilvanando un relato atractivo y creíble.
«Sin Códigos» que, además formó parte de la última edición de la Berlinale en la sección Panorama, sitúa a su protagonista en un mundo digitalizado que le es ajeno, y 14 años después de su anterior incursión en los operativos lucrativos de otrora, pero con una fuerza intacta y una habilidad maestra.