"Zama", exponente de inmersión sonora

«La educación abre puertas y nos instala percepciones de la realidad que quienes trabajamos en arte necesitamos sacudir». «Zama», con fecha de estreno el día 28 de septiembre, es una película escrita y dirigida por Lucrecia Martel basada en la novela homónima del mendocino Antonio Di Benedetto.
La directora argentina se dio a conocer en el año 1995 con su cortometraje «Rey muerto» y luego se volvió reconocida en el ámbito internacional por sus películas «La Ciénaga» (2001), «La niña santa» (2004) y «La mujer sin cabeza» (2008). Casi diez años después estrena su cuarta película.

Antes de «Zama»

La banda sonora siempre fue el elemento que Lucrecia Martel tuvo más claro a la hora de concebir sus películas, según sus propias palabras. Desde pequeña ya era una gran oyente y escuchaba la cotidianeidad familiar. Supo luego trasladar esa esencia de la intimidad característica en los ambientes de «La Ciénaga», «La niña santa» y en «La mujer sin cabeza».
«Lo que uno es socialmente es la perspectiva de la realidad. Situar la cámara es eso», asegura la directora. Siguiendo su idea de que estas películas están contadas desde el punto de vista de un niño de unos 9 o 10 años, instala en ellas ciertos hilos que mueven toda la forma del relato y esta es que el punto de vista de un niño siempre tiene muy poca moral y mucha curiosidad.
Con este punto de partida, podemos entender el acceso que tenemos como espectadores en las tres películas, desde lo sonoro y lo visual, a los rincones secretos de las familias y esos momentos en que los chicos espían escondidos porque no se les permite estar presentes. Y la posibilidad de presenciar desnudas de moral y cargadas de curiosidad las sensaciones más privadas de la intimidad familiar.

Una especie de trilogía

Además, Lucrecia Martel se destaca como una gran dialoguista, sin un sentido directo, con un trabajo minucioso palabra a palabra y tono a tono, funda la paciencia del espectador para entender los acontecimientos y la esencia de lo que se dice, con la impronta hermosa y puramente provinciana en lo cifrado, los acentos y los modos.
Estas primeras tres películas conforman una especie de trilogía en la que la directora expresa que sintió como un ciclo cerrado al finalizar «La mujer sin cabeza». Es cierto que los tres materiales tienen mucho en común, como el punto de vista en la puesta, la configuración espacial de la provincia de Salta (su provincia natal) y la fuerte marca de las mujeres que atraviesan las tres historias. Desde aquel momento se prometía que el siguiente material de la directora iba a despegarse hacia otros lugares.
La magia que emana el cine de Lucrecia Martel reside en el cuidado de su trabajo para conectar todos los elementos de la puesta, creando órdenes complejos que responden a su deseo de transmitir, alejándose de lo típico, no en el capricho de innovar sino desde un lado muy fiel a sus convicciones. «El cine como industria se exige a sí mismo ser popular o ser accesible (en un sentido sensible) para todos, pero eso no tiene nada que ver con la condición humana, uno trata de expresar algo que desea comunicar, a veces sale a veces no», manifiesta Martel.

Refuerzo de las teorías del sonido

En el cierre del ciclo «Esperando a Zama» que se dio en la Sala Lugones del Teatro San Martín, se pudo presenciar una charla pública con la directora Lucrecia Martel, quien presentó su última película con la posterior proyección de la misma.
En la charla previa a la proyección, la directora se muestra mucho más firme en cuanto a su experimentación con el sonido y la importancia que tiene para ella en la construcción de la puesta en escena. «El cine se vuelve 3D cuando tiene sonido, lo otro que le dicen 3D es otra cosa que es… no sé que es», y plantea que este elemento es el que nos puede presentar el mundo infinito que queda afuera en el recorte de la imagen.
También presenta de una forma didáctica la teoría de la inmersión sonora, que es la única forma de evocar todo lo que no se ve y este es uno de los trazos que se marca fuertemente en «Zama». La película construye el fuera de campo sonoro constantemente, a veces completa lo que vemos y otras cuenta una historia que no vemos. Incluso, hay ocasiones en las que desautoriza a la imagen.

La continuidad

Asimismo, plantea que si uno piensa el tiempo como un volumen, se conecta más con los sentimientos que tenemos respecto del mismo. Asocia la acción del sonido y cómo nos ayuda a «viajar en el tiempo» hacia el pasado en los recuerdos y hacia el futuro en la imaginación.
Algo vinculado también al tratamiento temporal de «Zama» está especialmente dado en la sensación de dilación eterna que padece el personaje, además del hecho de que Martel no se esfuerza ni un poco en ubicar temporalmente al espectador entre las elipsis pequeñas y grandes. Genera una distorsión de la línea de tiempo, de la continuidad dura que, si bien se puede reconocer que es una película de época, es una construcción del pasado bastante falaz con la intención de lograr la reflexión, quitando y añadiendo elementos de forma arbitraria.
La concepción política de «Zama» es reinventar las causas y consecuencias, Martel construye una vez más un relato que reinventa las convenciones del argumento. En esta película vemos a una Lucrecia Martel distinta, entramos en un mundo literario hecho cine, con una reconstrucción del pasado llena de riqueza, de tratamiento maravilloso, misterioso y extrañado.
Recorrer con un personaje, descubrir y re descubrirlo, conocer su sentir y su padecer, ser partícipe de la corrosión que hace en su alma la espera, el miedo, el desarraigo y la desesperanza de Diego de Zama.

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