Problemas de transferencias en el fútbol argentino

¿A River Plate finalmente lo hirieron con su propio veneno? Por estas horas, en estas líneas de la situación parece que sí. Es lo primero que se nos viene a la mente: lo hizo River con Rosario Central por Marcelo Larrondo y con Javier Pinola, pero ahora le tocó sufrir la situación al Millonario.
Corría fines de julio del año pasado cuando caía una bomba en Rosario. Después de idas y vueltas, de negativas de Central y de intentos de River por obtener la ficha de Marcelo Larrondo y pagar la cláusula de rescisión, se dio a conocer la noticia de que el delantero abandonó la ciudad portuaria por la madrugada, a hurtadillas, para evitar inconvenientes con barras bravas y viajar hacia su nuevo destino: Buenos Aires.
La noticia explotó en el aire en la mañana de uno de esos días del mes de julio. Corrían las declaraciones fervorosas del vicepresidente de Rosario Central, un tal Carloni, que demuestra su sangre tana al punto tal de que sus palabras suenen a amenaza para Larrondo si, en tal caso, algún día volviera a pasar por la ciudad santafesina.

Primero Larrondo, luego Pinola

Es importante no perder de vista dos cosas: ante las quejas, declaraciones y negativas de Central, River casi acude a una triangulación con el club canadiense Montreal Impact, que pagaría la rescisión de contrato sin problemas para luego cederle el jugador a la entidad de Núñez. Central, ante los rumores periodísticos, amenazó con llevar el reclamo por esa maniobra non-sancta hasta los popes de la FIFA. Por otra parte, hay una suerte de acuerdo de palabra, como lo hay entre las «famiglias», para no comprarse jugadores entre clubes argentinos utilizando la cláusula de rescisión. De igual manera, se supone que no se podrían utilizar, dado el alto precio de las clausulas imposibles para los clubes domésticos. Claro, Larrondo es un caso extraño, porque explotó entrados sus 28 años, con lo cual tiene una cláusula de rescisión baja. En definitiva, River terminó por pagar casi el doble del monto de la cláusula, pero la relación entre los clubes quedó dañada.
En junio de este año, en una operación furtiva, el club que entrena Marcelo Gallardo depositó en el Canalla la cláusula de rescisión de Javier Pinola. El defensor abandonó Rosario ante las pintadas amenazantes de barras en la escuela de sus hijos y se convirtió en nuevo refuerzo del club porteño. Otro capítulo a la novela dramática de los últimos años entre Central y River, que en otros tiempos fue dulce, como cualquier noviazgo. Emiliano Rigoni fue otro de los casos de pago de cláusula de rescisión de un club argentino a otro. Claro, en este caso sin inconvenientes entre Belgrano e Independiente.
Ahora, cabe preguntarnos, ¿cuál es el problema de fondo con las transferencias en el fútbol argentino? ¿Por qué cuesta tanto comprar jugadores en el mercado local?
El éxodo masivo de jugadores hacia mercados europeos es cada vez más grande. Los jugadores no solo son atraídos por clubes españoles, italianos, ingleses y mexicanos: ahora las figuras son captadas también por equipos portugueses, chinos, griegos (si bien este mercado por la crisis decreció en los últimos años), brasileros y las últimas joyitas, la Major League Soccer (MLS) de Estados Unidos y Rusia, que luego de varios años volvió a fijarse en nuestra liga.

El sueño de explotar afuera

Las figuras con buen rendimiento emigran al promediar dos campeonatos o una temporada larga. Más allá de ese tiempo, es imposible retener un jugador en nuestro país, empiezan las peleas entre representantes y dirigentes, aparecen artimañas legales para liberar al jugador, los dirigentes los cuelgan ante la especulación: los jugadores no quieren renovar para quedar libres y no depender de la voluntad de transferencia del club. La institución que se preocupa por cuidar su patrimonio termina por «colgar» a estos jugadores que, a pesar de ser influyentes en el juego del equipo, terminan entrenando a solas o con la cuarta división durante un semestre para luego poder irse. Claro está, a veces esta lotería sale mal.
Pero los problemas principales de estos días son otros: por un lado, ya no son las figuras con pergaminos los que emigran, sino que los chicos con un puñado de partidos y buen rendimiento, o al menos una buena prensa que los coloque como futuras figuras, alcanza para que estos jugadores sin la formación suficiente, sin la experiencia y con el destello de los euro dólares, viajen a destinos no siempre mejores para su crecimiento. Es común ver cómo buenos jugadores que podrían transformarse en estrellas en los clubes argentinos (por ejemplo Matías Kranevitter) terminan recalando en equipos que compran y compran y alcanzan una superpoblación de jugadores en algunos puestos. Finalmente, estos pasarán a préstamo a equipos del fondo y mitad de la tabla, a ligas menores o terminarán por ocupar un lugar permanente en el banco de suplentes. El que iba a la selección ya no será tenido en cuenta por el técnico nacional y al fin de un año, como máximo, ese jugador terminará retornando al país o recalando a ligas menores, atentando contra su juego y su rendimiento por una especulación puramente económica.

Sin un peso para el club

El desafío de estos tiempos es contrarrestar este éxodo masivo, pero los clubes solos no pueden. Un caso paradigmático es el de River Plate, que luego de ganar la Copa Libertadores no pudo retener a jugadores fundamentales en su columna vertebral que, habiendo salido campeones, cerraron un ciclo y vieron con buenos ojos una transferencia al exterior, tales los casos de Marcelo Barovero (Necaxa), Carlos Sánchez (Monterrey), Leonel Vangioni (Milan), Ariel Rojas (Cruz Azul), Teófilo Gutiérrez (Sporting Lisboa, se fue antes de la final de la Libertadores), Matías Kranevitter (Atlético de Madrid), Ramiro Funes Mori (Everton) y Gabriel Mercado (Sevilla). Claro, es imposible para el club retener tamaña dimensión de jugadores, casi todos ellos contaron con posibilidades en la selección y fueron vendidos a buen precio a equipos de ligas de primer nivel. Pero aquí tenemos que hablar de otro problema: los primeros cuatro se fueron con el pase libre, sin renovar y sin dejarle un solo peso a la institución que les dio la posibilidad de crecer como futbolistas.

Las cláusulas

El segundo inconveniente son las cláusulas de rescisión que antes mencioné. Si bien a los clubes locales les entra buena plata por estas ventas, es imposible muchas veces reemplazar a esos jugadores. Primero porque funcionaban y tenían un conocimiento del equipo y de la institución que no podría tener un jugador recién llegado, que no siempre viene en su mejor nivel ya que, en su mayoría, regresan de otros países donde no tuvieron muchos minutos de juego o bien les «pesa la camiseta», como suele decirse.
El segundo problema es la negativa de los clubes locales a vender sus mejores jugadores en el mercado local, para no potenciar a sus rivales directos. Claro está que, con los campeonatos largos y la economía débil que tenemos, los más beneficiados han sido los clubes más grandes: River y Boca Juniors sacan mucha diferencia, al punto de que en este mercado el club xeneize ha salido a comprar jugadores como forma de inversión y luego los ofrece a préstamo como el caso de Ramón «Wanchope» Ábila, y otros que terminan generando superpoblación en algunas posiciones. Hace poco más de un mes, la AFA decidió dar luz verde a la ampliación del cupo de extranjeros de 4 a 5 jugadores, ya que son cada vez más los futbolistas sudamericanos que se convierten en refuerzos, ante las pocas posibilidades de incorporar.
Otro fenómeno relativamente nuevo es la numerosa incorporación de jugadores de ligas del ascenso a equipos de Primera División de segunda y tercera línea. Se masificaron las incorporaciones de jugadores de la Primera B Nacional, crecieron las del Torneo Federal A y la Primera B Metropolitana, pero aparecieron algunos jugadores del Torneo Federal B (cuarta división) en equipos como Atlético de Rafaela, Tigre, Godoy Cruz, Talleres, Sarmiento de Junín, Crucero del Norte y Olimpo de Bahía Blanca. Todo indica que este fenómeno va a seguir incrementándose.

El modelo brasilero

Todo esto habla de un fútbol que decreció en su nivel de juego, en su calidad de figuras y en un torneo poco atractivo, donde solo Boca y River parecen tener condiciones naturales para obtener títulos. Algo va a tener que hacer la Superliga para potenciar su producto, aunque primero tendrá que fijar su objetivo en el saneamiento de la mayoría de los clubes que tienen deudas muy grandes. Una buena opción sería retener los mejores jugadores al menos durante 2 o 3 temporadas antes de venderlos, con contratos patrocinados directamente por sponsors. Brasil optó por este modelo hace algunos años y goza de una liga atractiva, con súper estrellas brasileñas que retornaron a su país natal desde clubes de primer nivel mundial.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Juan Pablo Rostirola.