Las esposas de Victory

La nueva película de Olivia Wilde llega a los cines de Argentina luego de su paso por el Festival Internacional de Cine de Venecia. La directora, que en 2019 había estrenado «Booksmart» sobre dos adolescentes en su última noche de fiesta umbral al mundo adulto, esta vez propone un relato extraño, lejos de la comedia y bastante más cerca del thriller psicológico.

Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) viven en una pequeña comunidad llamada Victory ubicada en el medio del desierto en los años 50′. Todas las familias que viven allí son parte de una corporación que promete estar elaborando un proyecto de grandes dimensiones liderado por Frank (Chris Pine), solo los hombres de la ciudad trabajan en el llamado «Proyecto Victoria» y sus esposas se dedican al hogar, la crianza y la belleza.

La presentación visual de la vida rutinaria es colorida e impoluta, hay una cuestión coreográfica que funciona por repetición para entender que en ese lugar cada día es igual al anterior y que esa estructura resulta sumamente satisfactoria… hasta que Alice comienza a notar algunos detalles extraños que la vuelcan en una búsqueda de respuestas a preguntas simples pero que nadie atiende.

Tal como sucedía en «The Stepford Wives», la novela de Ira Levin (1972), la película de Bryan Forbes (1975) y luego en la remake de Frank Oz (2004), hay una lectura elemental sobre los temores a ciertos desarrollos tecnológicos. Por otro lado, también es evidente que puede interpretarse en clave de género.

En estas obras y en la de Olivia Wilde podemos observar una organización social que ubica a las mujeres como una masa uniforme totalmente abnegada en favor del hogar y de sus maridos, mientras que ellos se ven como los principales sospechosos de ocultar un secreto a propósito de esto.

En una de las escenas, Alice agarra unos huevos a la hora de cocinar y se lleva la sorpresa de encontrarlos vacíos. Algo así es «Don’t Worry Darling», cuya destreza visual y estética funciona como una cáscara reluciente rellena de aire. La construcción es fuertemente pretenciosa, se toma la porción mayoritaria del relato para elaborar el mundo y acrecentar el misterio para luego llegar a un lugar sin mayores novedades, un lugar común ya transitado desde las tres obras mencionadas antes hasta el reciente universo de Marvel con «WandaVision». por ejemplo, sin nuevas vueltas de elaboración argumental.

La sólida interpretación de Florence Pugh motoriza un relato que se erige como un enorme amague cuyo remate puede dejar sabor a poco.