A la altura de las circunstancias

Entre diversas oportunidades que ofrecen los festivales, está la posibilidad de acercarse a películas de ciertas cinematografías que no traspasan la barrera de la distribución y de la exhibición en la búsqueda de un lugar en la cartelera comercial. En nuestra región sucede algo muy particular: de los países limítrofes nos llega poco y nada. De esta forma, la Competencia Latinoamericana del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata cumple una función especial y “El visitante” de Martín Boulocq permite tener un pequeño vistazo sobre varias cuestiones del cine boliviano.

Desde el plano de apertura, la presentación ofrece un pantallazo a la iconografía de Cochabamba, una de las ciudades con mayor altura de Bolivia. Partiendo de esa cualidad, el director traza un camino de cuesta arriba para Humberto (Enrique Aráoz), quien acaba de salir de la cárcel y pretende reconstruir un lazo con su hija adolescente. En el medio están sus exsuegros, unos pastores evangelistas millonarios dispuestos a mantener el orden las cosas. Humberto no solo debe luchar contra su actualidad desfavorable en comparación con la vida resuelta que su hija tiene sino, también, contra las ambigüedades acerca de su fe religiosa.

Hay en Boulocq una especie de filiación a una estrategia formal del Nuevo Cine Argentino de fines de los 90′, como si el Pablo Trapero de los inicios se hubiera fusionado con películas que bordean la ficción menos artificial, el caso de “Mauro” (2014). En ese film de Hernán Rosselli evidenciaba la influencia estética de un cine argentino arraigado a un período y a unos modos ya configurados. Por eso es que “El visitante” se inscribe más como deudora de una forma, la cual eclipsa en muchos momentos a ciertas situaciones de una densidad dramática potentes, marcadas por la sustancia más que por los contornos de un modo de mostrar. A pesar de este cierto acartonamiento, la película se las arregla para ofrecer grageas que permiten celebrar la experiencia en sala -más en estos tiempos- como el caso de la reunión del pastor y de sus fieles en la que invoca a sacar al demonio. Allí se percibe una construcción sonora cuasi barroca en su armado, un buen ejemplo para comprender que una banda sonora no son solo efectos y música.

“El visitante” invita, además de la trama, a ver más de lo que hay en un primer plano de situaciones y acontecimientos. Este esfuerzo del cine boliviano podría ser un puntapié (cierto es que vimos múltiples intentos de un comienzo nuevo) para acercar el cine de nuestra región, el cual no es tan distinto del que nos dan todas las semanas las diferentes ofertas comerciales.