Alguna vez escuchamos expresiones como «Uy, me equivoqué, tengo dislexia», «me trabé cuando leí, tengo dislexia» o «no sabés hablar, sos re disléxica». Muy pocos comprender la gravedad y la frustración que esta forma de expresarse trae a las personas que lo padecen.
¿Qué es exactamente la dislexia?
Si te dijeron que la dislexia es solo confundir letras, es un hecho completamente erróneo. La ciencia la explica de forma mucho más clara y humana. La dislexia es una dificultad específica del aprendizaje que afecta, principalmente, la lectura y escritura en conceptos de lentitud, fluidez, la confusión de letras con formas o sonidos similares y los errores frecuentes de ortografía. En precisión y velocidad o ambas. Se pensaba que solo recaía en un problema fonológico, pero ahora sabemos que también influye la denominación rápida, mejor dicho, tiene un origen neurológico y no está relacionada con la inteligencia, la motivación ni el nivel de esfuerzo de la persona.
Estas dificultades pueden generar cansancio, frustración o inseguridad en el ámbito escolar, pero humanizarlas representa un cambio prominente en familias y escuelas. Comprender esto es fundamental para dejar de usar la palabra de manera fácil y empezar a generar más empatía hacia quienes conviven con esta dificultad todos los días. Además, la dislexia se manifiesta de forma distinta según las características del idioma, no es lo mismo leer en español que en inglés. La nueva definición reconoce el impacto emocional que tiene la dislexia, la compresión, la escritura, la autoestima y el rendimiento se ven afectados sin el apoyo adecuado.
La dislexia no es una enfermedad ni un problema visual. Tampoco trata de que la persona lea «al revés», ya que es un trastorno en el procesamiento del lenguaje escrito. Muchas veces pasa desapercibida o se la confunde con desinterés, falta de esfuerzo o incluso con una supuesta falta de capacidad, cuando en realidad no tiene nada que ver con eso.
Suele detectarse durante la infancia, cuando comienzan los procesos de lectura y escritura, aunque también puede diagnosticarse en etapas posteriores. Un diagnóstico temprano permite un mejor acompañamiento educativo.
Si bien la dislexia no se cura, puede mejorar significativamente con estrategias pedagógicas adecuadas y apoyo psicopedagógico. Estas herramientas ayudan a desarrollar habilidades y a compensar las dificultades. Con el acompañamiento correcto y un entorno comprensivo, las personas con dislexia pueden aprender, estudiar y desarrollarse plenamente en su vida académica, laboral y personal.