El valor de destacar

Desde pequeñas, las mujeres somos expuestas al mítico conflicto con nuestro exterior. Ver a nuestras madres o hermanas experimentando frustraciones o angustias se convirtió en lo cotidiano de nuestras vidas. Es inevitable caer en las garras de la opinión ajena, demostrando desconcierto en cada aspecto de nuestras vidas.

Fuimos criadas y moldeadas por los programas que se transmitían en la televisión y, en mi opinión, son los principales acercamientos a la comparación y a la frustración con nosotras mismas. Recuerdo cuando en mi niñez, las películas de Disney nos mostraban un solo estereotipo de cuerpo y personalidad, asociando la feminidad con debilidad y devoción, y la valentía con la fuerza de la masculinidad.

Crecimos en medio del caos virtual, donde las redes tomaron las riendas de nuestra claridad y la exposición terminó por corromper nuestra visibilidad. En nuestra sociedad está naturalizado el acoso verbal y sexual que reciben las mujeres en las calles. Desde chicas nos enseñaron el cuidado y la atención que debemos tener en estos momentos vulnerables.

No existe la consciencia de la repercusión que puede tener un mínimo comentario de nuestra apariencia física, ya sea de nuestras abuelas, amigos, gente desconocida o, más importante, de nosotras mismas. Todos los gritos, opiniones y sugerencias son guardados y escuchados en lo más profundo de nuestra mente, generando un tornado de sensaciones en nuestro interior.

Actualmente, el valor estético es más importante que el valor de nuestro ingenio, creando un figura idealizada y desconformidad con nosotras mismas.

Esa misma valoración genera burbujas de personas, donde algunas son aceptadas y otras excluidas, es por eso que es una gran preocupación para las nuevas generaciones hacer todo lo posible para pertenecer a un grupo que lo único que le importa es el atractivo. En Argentina, esta situación es notable en la mayoría de los adolescentes y jóvenes adultos, personas que se sienten superiores por cumplir con los estereotipos impuestos, son las mismas que al salir de su circulo de inmadurez, les cuesta más afrontar la realidad.

En los últimos años, las redes sociales permitieron crear grupos de contención para que las mujeres recuperen su confianza y autoestima. Videos de TikTok, publicaciones en Instagram o podcasts hablando del tema ayudan a miles de personas a enfrentar el duelo de la exposición cada día. Son muchos los casos cercanos que encontraron, a través de estas, un lugar de contención y seguridad en el que sentirse protegidas sin ser juzgadas.

Lo más importante es que todas nos ayudemos entre sí, conociendo nuestra historia personal, para que vuelva a fluir nuestra personalidad y sencillez con la que nos destacamos. Cada una tiene su propia historia, es por eso que tenemos que apoyarnos para que todas recuperemos nuestra seguridad y acompañarnos sin juzgar en un mundo que no nos permite avanzar.

Artículo elaborado especialmente para puntocero por Sofía Rabenbach.