La revolución del fuego

La inflación en Argentina supera el 300% en casi cuatro años de gobierno del presidente Mauricio Macri, tiene una deuda enorme con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y está en una crisis social considerable y… ah, no, pido perdón, porque el Líbano es el tema que nos compete en esta nota, aunque la situación es similar. Luego de años de bonanza económica, de lujos para políticos millonarios, como todo en la vida, algún día pasa y entra en crisis.

Hace unos días se producían unos incendios forestales en las montañas del Líbano, con más de 100 focos en todo el país. Según las últimas investigaciones, la creciente ola de calor sumada a los fuertes vientos provocaron que se expandieran rápidamente y que fueran difíciles de controlar. Ante estos incendios, el gobierno libanés se volvió incapaz de resolverlo por su cuenta por los ineficientes destinos de dinero a las distintas áreas y el país de los cedros no pudo controlar por su cuenta estos incendios, por eso solicitó ayuda al exterior.

Así fue como aviones de Jordania, Chipre y Grecia pudieron combatir en conjunto con los bomberos locales, más las personas de los distintos pueblos, para apagar el incendio que se volvía incontrolable, a tal punto de afectar al centro del Líbano. Durante la noche de ese mismo día, la lluvia llegó y aplacó los focos que quedaban, pero lamentablemente hubo un fallecido que intentó salvar su casa y no lo logró.

La lluvia controló los incendios, pero luego de eso el jueves 17 de octubre la gente recibió otro fogonazo y, esta vez, del gobierno libanés. Se implementaba un impuesto sobre la aplicación de WhatsApp, la cual cobraba una tasa de 20 centavos de dólar diario al servicio de voz sobre el protocolo de internet y los sistemas de videollamadas que utilizan Facebook y la citada app de mensajería instantánea. Lo bochornoso de este impuesto es que lo recaudado se dirige a empresas de telefonía que son estatales, por lo cual van a las arcas del gobierno. Esta fue la chispa que encendió el conflicto.

Desde el 2015, el Líbano no protagonizaba marchas multitudinarias, la mala situación económica que vive el país de los cedros hace años también ayudó a que el pueblo tomara las calles: falta de empleo, deuda externa estrafalaria, la crisis regional, la situación de los refugiados y otros temas son los que forman parte de una bolsa de conflictos de gravedad para el futuro del Líbano, sin mencionar la corrupción política, las familias dueñas de la política y la poca credibilidad del pueblo hacia sus representantes.

Luego de los ajustes fiscales que realizó la gestión de Saad Hariri, el pueblo sintió el cinturón sobre sus cabezas. Hay gente que evade impuestos, no se pagan los servicios básicos y, encima, los políticos tampoco cumplen con sus impuestos. Lo que se dice, una olla hirviendo.

Las movilizaciones comenzaron a gestionarse a través de internet y, oh casualidad, el medio que de alguna manera querían rentabilizar. Luego de eso la gente se desplegó en las calles y comenzaron a copar Beirut y también Sidón. Luego se sumo Trípoli, la segunda ciudad más grande del Líbano. En estas protestas la gente formó barricadas, sentadas, algunos jugaban a las cartas y tawle, como también se formó el famoso y conocido «piquete» para nosotros, algo no tan común por aquellos lados.

Los manifestantes que se encontraban cercanos a la Casa de Gobierno se enfrentaron a la policía en violentas protestas, los cuales muchos de ellos resultaron reprimidos. Se estima que hay alrededor de 200 personas heridas, 70 aproximadamente son de las fuerzas policiales y, según la agencia National News Agency, hubo 2 muertos por inhalación de humo.

El viernes los bancos permanecieron cerrados, los colegios suspendieron sus clases, no hubo tampoco actividad en las universidades y, por primera vez en mucho tiempo, ocurre algo en la vida de los libaneses: la suspensión de clases, algo que no sucede desde la época de la guerra con Israel.

Por su parte, el primer ministro Saad Hariri ordenó con urgencia la reunión de todo el gabinete para estudiar las medidas. En las últimas horas se supo que el famoso impuesto a WhatsApp fue dado de baja aunque diversas partes que conforman al gobierno no estaban de acuerdo.

Sabemos que la situación libanesa es crítica, de hecho, el mes pasado se declaró la Emergencia Económica. La deuda pública del Líbano se estima que equivale al 150% del Producto Interno Bruto. Por su parte, la inflación crece y crece año tras año y existe la posibilidad de devaluar la moneda libanesa, con todo lo que eso significa.

Según informes de organismos internacionales como el Banco Mundial, estiman que alrededor de 2 millones de personas en el Líbano están por debajo del nivel de pobreza, en un país que posee 5 millones de personas y 2 millones más en calidad de refugiadas provenientes de Siria en los últimos años.

Se dice que el Líbano es como el Ave Fénix, las llamas de los últimos días hicieron arder al país y el fuego de las protestas indican que «el ave está resurgiendo». Este es un llamado de atención a la dirigencia política libanesa y una preocupante alarma en la economía, algo que los dirigentes deberán cambiar lo antes posible. La «Suiza de Medio Oriente» está en peligro y urgen cambios contrarreloj.

El tiempo corre y el Líbano no puede dar más pasos en falso. Por un lado lo corren las decisiones políticas y que la corrupción se reduzca. Por otra parte, los «comensales externos» están con los cubiertos en mano esperando su momento: Daesh, Irán, Israel y Arabia Saudita, entre otros.