Las Moiras: temor de los Dioses

Las Moiras, a diferencia de los Olímpicos, no poseen leyenda propia pero aunque se sepa muy poco de ellas tienen mucho simbolismo en sí mismas.
Cuenta la mitología griega que ellas nacieron de Nix (La noche) y el Caos (el vacío primordial, anterior a la creación, cuando el orden no había sido impuesto aún en los elementos del mundo).
Si bien en un principio se la personificaba como una sola, los mitólogos siempre coincidieron que eran tres.
Se dice que los mismos dioses les temían, ya que ellas solo estaban sujetas al devenir del Universo, no al capricho de un Dios. Recuerden que los Dioses Griegos son tan o más caprichosos que los mortales. Imaginen a Zeus indicándole a una de las Moiras que tenga piedad por alguno de sus hijos, especialmente por alguno de los héroes, y si esta no lo complacía seguramente lo único que le esperaba era vivir en carne propia el poder del rayo. Lo único que a nosotros nos diferencia de los Dioses es la inmortalidad, pero esto también lo podemos discutir en otra nota.
Las Moiras no son deidades, son fuerzas elementales del mundo, donde ellas mismas rigen su propio curso.
Vuelvo a mi relato… las Moiras o las Parcas, como eran llamadas también, en su etimología significa «porción» o «parte», por eso se dice que todo humano «tiene su Moira o parte», y esta se encuentra representada por el hilo de vida que ellas hilaban, median y cortaban.
Sus nombres
Cloto (la hilandera). Esta tejía la vida de los mortales de acuerdo a unos registros que solo ellas tenían acceso. Cloto estaba más implicada en relación al nacimiento, y en la antigua Grecia se la invocaba en el noveno mes de gestación. El símbolo de Cloto era una rueca y un Huso.
Laquesis (la que tira la suerte) tenía como símbolo una madeja de hilo y ella decidía la longitud del hilo de vida del mortal y era la que le indicaba a Átropos (la inflexible o inevitable) cuándo debía cortar y Átropos, sin cuestionar, partía el hilo y así buscaban al mortal para llevarlo a su próxima morada. El símbolo de Átropos era una tijera.
De acuerdo al tiempo de vivencia, los hilos podían ser dorados, plateados (felicidad, alegría y bienestar) o de color grises o negros (representación del dolor y la pena).
El tejido, o sea la forma que ellas le daban, estaba en relación al destino que debía transitar el humano, y el fin llegaba sin piedad. No importaba la riqueza acumulada o el poder adquirido en esa vida, ellas cumplían con su deber, por eso nadie podía corromperlas. Sus apariencias físicas varían de acuerdo al relato: algunos dicen que Cloto era joven, Laquesis tenía una edad mediana y Átropos era una anciana.
En definitiva, las Moiras nos enseñan que son incorruptibles, porque las leyes con las que se rigen no son humanas, el destino está en manos de ellas y de acuerdo a como nosotros llevemos nuestras vidas o escribamos nuestra historia será la única forma donde puedan variar el tramo destinado.