Los caminos hacia «Roma»

Tras su estreno en Netflix, «Roma», la última película de Alfonso Cuarón, fue rápidamente reconocida como una obra maestra, sensible y espectacular. Más allá de alguna polémica sobre el consumo del cine y las diferentes pantallas, el contenido es indiscutido de manera unánime.

El ecosistema se centra en una familia que araña la clase media. Muchos elementos y pequeños conflictos cotidianos pintan el patetismo de las pretensiones de clase de estas personas. Pero la figura más importante en la que se hace foco es en Cleo (Yalitza Aparicio), la empleada doméstica, y todo su micro universo.

¿Carta de amor o mirada burguesa de la vida?

Estas mujeres que son empleadas de sol a sol, son mujeres invisibles, con deseos soslayados y con una voluntad doblegada frente a la familia empleadora. Cleo tiene una vida por fuera de su casa de trabajo, intenta vivir el amor y la amistad, pero no podemos hablar de libertad. «Roma» retrata la dolorosamente introspectiva situación de las empleadas domésticas en México en esa época (y en muchos aspectos aún en la actualidad) y también le dedica un especial cuidado a la relación de los niños con estas mujeres. El amor y la ternura pura que se sucede de parte de los niños para sus nanas es parte de un vínculo real que se comparte con una realidad de dolor e injusticia.

La película contiene una primera mitad de un ritmo pausado que se encarga de implantar varios elementos que parecen aislados. A partir del punto medio explota el contexto histórico, a la vez que implosiona la crisis de Cleo junto con la familia de Sofía y, desde ese momento, todo lo que se había tejido previamente comienza a ponerse en juego de forma más activa.

No tiene miedo de exponer situaciones brutales de la vida de Cleo y, lejos de romantizarlas, las hace crudas e impactantes. «Roma» no es una simple carta de amor y lejos está de una distante mirada burguesa. «Roma» es un reflejo, y como tal capta los extremos blancos, negros y la cantidad de grises que merezcan la compleja realidad.

La fotografía es magnánima desde el primer plano de la película. Se concentra en ser minuciosa en cada encuadre, movimiento de cámara y composición. La cadencia pausada de los planos nos da tiempo de recorrer todo lo que sucede dentro de la imagen. El trabajo de sonido sigue este camino, más difícil de apreciar desde la tv en casa.

A esto hay que sumar el innegable compromiso social y político de Cuarón. El director ganador de un Oscar debió recurrir a una producción y distribución alternativa a total riesgo. Decidió usar toda su autoridad artística para plantarse con su película mexicana, en blanco y negro y hablada en mixteco.