Los monstruos son de los otros

Dentro de la Selección Oficial Fuera de Competencia del 36° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Sebastián Perillo presentó «Las noches son de los monstruos», donde veremos un nuevo ejercicio del género de terror en la búsqueda estética y narrativa de pertenecer a un universo que no le es propio ni puede volver orgánico.

Tenemos un llamativo prólogo en el que un hombre que transporta animales es sorprendido en el camino nocturno y cuando baja a investigar qué pudo golpear su camión encuentra una escena sangrienta y terrorífica. Inmediatamente después conocemos a Sol (Luciana Grasso), que llega a un pueblo -el de la ruta del prólogo- para mudarse a la casa de la nueva pareja de su madre (interpretados por Esteban Lamothe y jazmín Stuart, respectivamente).

Una vez allí descubrimos un mundo de complicaciones: el novio de su madre es a las claras un hombre violento, las chicas de la escuela la molestan y el chico que le gusta es bueno pero es el novio de la más mala de sus compañeras, entre otros clichés. Pero Sol se encuentra con un perro herido que la muerde y podemos intuir que la transforma de alguna manera.

Así comienza a tomar forma la historia, evidentemente cargada de lugares comunes, a la cual se le añaden los elementos estéticos extraídos del insoltable cine de los 80′ y los universos de Stephen King pero puestos de una forma bastante literal. «Era una película más del Conurbano y del mundo del trap y yo lo llevé a una cosa más genérica», dijo el director en una charla que se dio en el marco del festival. Pero sería impreciso concederle la cualidad genérica cuando su película está cargada de iconografía de la cultura estadounidense hasta en los vasitos rojos de la utilería que se compran en internet como «vasos americanos».

Progresivamente, la película se dispersa y pierde el impulso del prólogo hasta resolverse de manera panfletaria y llana. En un par de diálogos, el director se saca los conflictos de encima de la misma forma que abandona lo salvaje y pasa a moderar su retórica. En conclusión, «Las noches son de los monstruos» ni siquiera desarrolla la idea de su título y se queda a medio camino del objetivo, no propone una idea novedosa del conflicto que aborda ni demuestra destreza para el homenaje cinéfilo.