Ola de racismo sacude América

«Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos», «Un muro en la frontera con México nos ahorraría muchísimo dinero», «México nos envía a la gente que tiene muchos problemas, que trae drogas, crimen, que son violadores». «Cuando eres una estrella puedes hacer cualquier cosa. Agarrarlas por el coño, lo que quieras».
A Donald Trump le dio todo igual. Ser millonario y no sufrir desgaste electoral por sus actos lo hizo ganar. Poco le importó ser un charlatán y cargar contra todo lo que no le gustaba. Aunque para ello empleó frases racistas, xenófobas, machistas o violentas, con las que consiguió un número vergonzoso de adeptos e, increíblemente, los votos suficientes para llegar a la Casa Blanca.

Su táctica dio frutos

Tener la total atención de la prensa y demostrar frescura ante sus adversarios. Así fue la campaña que llevó a la victoria electoral en los Estados Unidos a un candidato que odiaba a los inmigrantes, cuando su territorio supera los 47,3 millones entre residentes legales e indocumentados. Según un informe del Centro para Estudios de Inmigración (CIS), uno de cada ocho residentes en Estados Unidos es inmigrante, «el más alto porcentaje de los últimos 106 años, 1,1 millones de nuevos inmigrantes llegaron de México».
El multimillonario estadounidense combinó ignorancia, racismo y machismo en la mayoría de sus intervenciones durante su campaña. Como una moda maquiavélica, Brasil ha sido presa de la misma estrategia. Jair Bolsonaro, el ultraderechista que ganó la primera ronda de las elecciones del país hermano, ha expresado su profundo rechazo a la comunidad gay y a los negros. Su machismo genera vergüenza ajena. Con frases como: «No emplearía (hombres y mujeres) con el mismo salario. Pero hay muchas mujeres competentes», o «Sería incapaz de amar un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita aquí. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí». Bolsonaro se mide este domingo con el progresista Fernando Haddad por la presidencia de Brasil.
Mientras Haddad, sustituto de Lula da Silva como candidato del Partido de los Trabajadores (PT), intenta ganar adeptos y sanar heridas anteriores, Bolsonaro maniobra con la cara de un candidato violentamente antidemocrático.

Diferencias

Según la nueva encuesta de Datafolha, el apoyo a Bolsonaro de cara a la segunda vuelta electoral del domingo ha caído del 50% de la semana pasada al 48% de este jueves. Por su parte, la intención de voto para Haddad ha subido del 35% de la semana pasada hasta el 38% actual. La distancia entre ambos ha pasado de 15 a 10 puntos: una cifra todavía muy abultada a solo horas de la cita con las urnas.
Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística Locomotiva, los hombres negros con estudios superiores ganan de media un 29% menos que los blancos, mientras que la diferencia es del 27% entre las mujeres de diferentes razas.
A pesar de ser mayoría en un país de más de 200 millones de habitantes, la población negra es la que más muere, menos gana y más sufre con la pobreza y el desempleo. Brasil es el último país de América en abolir la esclavitud, en 1888. No es coincidencia que, según las últimas estadísticas divulgadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), siete de cada diez personas asesinadas en Brasil son negras y cerca de 23.000 jóvenes negros mueren violentamente cada año en el país, lo que equivale a uno cada 23 minutos.
Parece, entonces, una locura siquiera pensar que en un país con mayoría de población negra y femenina gane un candidato bilateralista al estilo Donald Trump.