Perú en 20 días

Era mi segundo viaje a estas tierra incas. A pesar de que ya conocía el lugar y que ya había cumplido mi sueño de conocer Machu Picchu, las expectativas eran las mismas y las ganas muchas.

sombras
Machu Picchu en 2013

El 2010 no fue el mejor año para ir: las lluvias provocaron aludes e inundaciones que destruyeron caminos, pueblos y terminaron con la vida de una chica argentina y de un guía de turismo peruano. Muchos no pudieron llegar a la ciudadela y otros tantos quedaron varados durante días en la estación de tren de Aguas Calientes. Afortunadamente, a mis amigas y a mí no nos pasó nada, todo lo vivimos de cerca pero sin ser directamente afectadas. Después de cuatro días de caminar bajo la lluvia, de levantarnos cuando todavía era de noche y de dormir en carpa, llegamos a Machu Picchu… y salió el sol.
Este año el viaje iba a ser distinto. Por un lado, me pude relajar más, ya que la organización no recayó toda en mis manos: mi novio fue quien se encargó de manejar papeles, plata y demás documentos importantes de los que preferí no hacerme cargo. Además, pude conocer lugares que en mi primer viaje quedaron afuera del recorrido.
Mercado de San Pedro, Cusco
Mercado de San Pedro, Cusco

Llegamos a Lima una mañana con la temperatura ideal. Recorrimos Barranco, un barrio a 40 minutos del centro. Calles chiquitas, subidas y bajadas, casas de colores y una vista al mar privilegiada. Al día siguiente nos iba a sorprender el frío de Cusco, como los Incas lo llaman, el “obligo del mundo”. Todo estaba igual a como lo recordaba. Me encantó poder volver a recorrer sus calles, sus mercados y reencontrarme con su gente. Con boleto turístico en mano (si sos estudiante sale la mitad), recorrimos cuanto museo se nos cruzó y al otro día visitamos las ruinas de Sacsayhuamán, Qenko, Puca Pucara y Tambomachay, todas en los alrededores de Cusco.
El redescubrimiento de Machu Picchu
camino
Vista del Río Urubamba

Llegar a Machu Picchu no fue fácil. Esta vez elegimos hacer el Inka Jungle, pensando que no iba a ser tan duro como el Camino del Inca. Y no lo fue, pero costó. El primer día, una camioneta nos dejó en la ruta a 4.350 metros sobre el nivel del mar y ahí comenzamos a bajar durante tres horas en bicicleta. El mayor esfuerzo lo hicieron nuestras manos ya que tenés que ir frenando constantemente porque es todo en bajada. Atravesamos ríos, nos mojamos, nos secamos con el viento, nos volvimos a mojar, llegamos y hacía calor. Primera parada: Santa María, un pueblo muy chico frente al río Urubamba. Al día siguiente arrancamos temprano a caminar. Fueron siete horas con muchas subidas, bichos molestos, calor pero un paisaje incomparable. Nos metimos en la selva, subimos montañas, nos mojamos en el río, mascamos coca y tomamos chicha morada. El premio por tanta caminata fue un reconfortante baño en las termas de Santa Teresa. Una jornada completa. El tercer día arranca con adrenalina. Tirolesa durante dos horas. Cinco cables que atraviesan montañas, ríos y árboles. Miedo y emoción a la vez. Totalmente recomendable. Después de un rápido almuerzo, tres horas de caminata por las vías del tren para llegar a Aguas Calientes, último destino desde donde al día siguiente saldríamos para Machu Picchu. Noche de lluvia intensa y un despertador que suena a las 4 am, cuando la lluvia todavía sigue.
Camino por las vías del tren
Camino por las vías del tren.
Foto: Nicolás Poggi

“Hay que estar bien temprano arriba porque si no después se llena de gente”. Voy a refutar esta frase que suelen decir los guías. Todo el mundo quiere llegar primero o al menos bien temprano. Esto provoca que la entrada para empezar a caminar por una hora y media en subida de 45 grados y puros escalones, se llene de gente. A las 6 am empiezan las visitas guiadas y los turistas están como locos de acá para allá sacando fotos, hablando a los gritos y subiéndose donde está prohibido. Además, la vista no fue la mejor a esa hora: una niebla espesa cubría el paisaje, ese que se ve en las fotos de Google. Afortunadamente, a las 14 el cielo se despejó, la gente se fue y sentimos que teníamos todo para nosotros.
En 1911, el profesor norteamericano Hiram Bingham redescubrió Machu Picchu, y en 2013 lo redescubrí yo. Si ir a Machu Picchu es único y mágico, volver es aún mejor. Podés recorrer esos rincones que te quedaron pendientes, disfrutar de una linda siesta al sol y sacar miles de fotos una vez que los grupos de turistas con sus guías se van. Una de las nuevas Maravillas del Mundo, nuevamente no me defraudó.
Cuando salió el sol en Machu Picchu
Cuando salió el sol en Machu Picchu

Rumores poco felices
Según los guías de la zona, este año cerrarían Machu Picchu para construir unas pasarelas aéreas similares a las de las Cataratas del Iguazú y así poder recorrer la ciudadela pero sin pisarla. Esto se debe al constante deterioro de las ruinas por las visitas diarias y la poca conciencia de los turistas que no respetan los límites de lo que se puede tocar y lo que no.
Cuando Rambo nos salvó el día
Plaza de Armas de Arequipa
Plaza de Armas de Arequipa

La siguiente parada fue Arequipa, la segunda ciudad más industrializada y con más población del Perú después de Lima.  Es conocida como la Ciudad Blanca y tiene una vista privilegiada, ya que está rodeada de volcanes que se pueden visitar. Nosotros optamos por conocer el Cañon del Colca que tanto nos habían recomendado. Nuestra experiencia no fue la mejor. Al subir al colectivo nuestros asientos estaban ocupados por otras personas que también habían comprado esos lugares. Discusión de por medio con la empresa, pudimos recuperarlos y viajar unas cinco incómodas horas en un micro repleto hasta Cabanaconde. Allí teníamos la idea de hacer caminatas y disfrutar de la increíble vista del cañón. Pero nos encontramos con un pueblo vacío y un amenazante cielo negro. Decidimos subirnos de nuevo al colectivo y volver a Arequipa. Finalmente tanto viaje tuvo su recompensa (o intentamos buscarle el lado bueno a todo eso):
-Tuvimos la suerte de ver cinco cóndores volando. En todo el cañon hay 25 y la gente espera durante horas para poder verlos.
-¡La temperatura bajó tanto que nevó! Todo lo que habíamos visto a la ida se cubrió de nieve y cambió por completo el paisaje.
-En el micro pasaron Rambo I.
El misterio de Nazca
El Mono, figura de las Líneas de Nazca
El Mono, figura de las Líneas de Nazca

Llegamos a Arequipa muy cansados pero dispuestos a subirnos a otro ómnibus para pasar la noche hasta llegar a Nazca. Cuando nos despertamos ya estábamos en el desierto. A las 7 am nos subimos a una avioneta para hacer el sobrevuelo a las Líneas de Nazca. La experiencia, aunque corta, es muy linda y la vista es impresionante. Las figuras, de una geometría perfecta, parecen chiquitas a esa altura pero miden hasta 300 metros. Nada de ovnis, se sabe que fueron hechas por la cultura Nazca, sin embargo un halo de misterio está presente en la zona. La UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad, pero corren riesgo de arruinarse por la construcción de una ruta que pasa muy cerca de ellas. La avioneta se mueve bastante, por eso no es recomendable para los Dramamine-dependientes.
El Oasis de América
Huacachina
Huacachina

Nuestra última parada fue Huacachina, conocido como el Oasis de América. A solo 10 minutos de la cuidad de Ica, este lugar parece sacado de un cuento. Un lago con algunos hostels y restaurantes rodeado de enormes médanos. Nadie vive allí, todo parece preparado para el turismo. El gancho de Huacachina, además de el lugar en sí, es el deporte en la arena. No se puede visitar el Oasis sin recorrer el desierto en buggy y hacer sandboard. Cuatro días ahí nos sirvieron para descansar y recuperar las energías bien gastadas estos 20 días recorriendo uno de los países mas intrigantes y mágicos de Sudamérica.
Más fotos del viaje acá.

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