«Primero está la vida y después el cine»

Conversamos con Víctor Cruz sobre su documental “Taranto”, que cuenta sobre el cierre parcial de la acería más grande de Europa a causa de la contaminación que produce. Esto divide a una ciudad entre aquellos que denuncian el desastre sanitario ambiental y los que temen perder sus empleos.

A partir del comienzo de la pandemia, los estrenos se encontraron con recorridos comerciales diversos que incluyen las salas de cine y múltiples plataformas de streaming y «Taranto» no es la excepción. «Me parece que los cambios en los modos de distribución y los consumos hacen que la propuesta ideal sea salir con las tres cosas a la vez (TV, plataformas, salas). Me refiero a películas como esta con repercusión escasa en términos de público. La idea es que tengan todas las posibilidades los espectadores, que aquel que se entera en un pueblo que no tiene ni cine la pueda ver, otra ventana muy importante sigue siendo la televisión, cuando vos ves la suma de espectadores entre quienes la ven en salas, plataformas y lo que es medio punto o un tercio de punto en un canal público, la conclusión es que mucha más gente la ve por televisión».

Ahora, ¿cuál sería entonces la situación de las salas en ese contexto?

«Creo que está quedando como un espacio restringido a los festivales y a cierto cine más ‘gourmet’, eso es toda una cuestión incluso a la hora de pensar la película: si uno hace una mezcla de sonido muy onerosa para una película que a lo sumo está una semana en una sala, ese gasto no tiene sentido frente a poder usar ese dinero de una manera más inteligente. Y con esto no estoy negando la sala pero, evidentemente, han cambiado las cosas, la forma en que las películas se ven siempre modificó cómo se producen, y sin decir que hay que pensar las películas para determinados dispositivos ni negar lo autoral, pero sí creo que las películas tienen que llegar a los espectadores porque allí es donde cobran sentido.»

Una Torre Eiffel envenenando Taranto

La distinción sustancial de este documental es que no llega al territorio para registrar una denuncia de forma «reveladora» o como una historia saldada del pasado sino que lo hace en pleno desmembramiento del conflicto. «Fue muy impresionante llegar y ver la presencia que tenía la fábrica en Taranto, las chimeneas se ven desde todos lados, son la Torre Eiffel de París, omnipresente pero envenenando. La gente tenía mucha necesidad de contar lo que les pasaba y me conmovió para investigar y hacer esta película. El mejor vehículo para contar historias es la acción, y que el conflicto esté vivo y que uno esté en el medio de todo eso es una oportunidad muy buena».

«Lo que me parece importante es poder sostener el vínculo con las personas, la familiaridad de tener una lengua en común y una historia social en común es que se comparten códigos. El desafío más grande de estar en un lugar que no es el tuyo es saber que sos un extranjero, que tenés una mirada externa y que tenés que establecer un vinculo con los protagonistas para que la película tenga un sentido y no sea una cosa hecha por un paracaidista que cae a filmar y que hace una especie de extractivismo cinematográfico».

Sobre la forma de la película, Víctor nos cuenta que «en este caso me parecía importante el testimonio, la oralidad tenía que estar presente, pensamos en integrar mucho las locaciones porque el espacio donde transcurrían las historias era muy importante, los testimonios son en un lugar que cuente algo y que sea significativo. El equipo para filmar entraba en una mochila y eso fue una decisión consciente, porque nos parecía que ya había bastante distancia en que yo fuera un argentino que balbucea en italiano como para sumarle la parafernalia de equipo. Sobre la fotografía decidimos trabajar la cámara en mano y me gustaba que hubiera más de un personaje en escena y que el camarógrafo tuviera conflicto a la hora de decidir qué filmaba y que no».

A propósito de este último comentario, retomamos la escena del cementerio donde se estaba mostrando el polvo de hierro que caía al suelo y una señora interrumpió la situación para manifestar su descontento, defender a la fábrica como fuente de trabajo y desestimar el relato sobre la incidencia del cáncer en la población de Taranto. «El conflicto que la película trataba desarrollar desde un lugar intelectual y mediante los testimonios se nos presentó en vivo. Chocaron en el cementerio donde cada uno tenía muertos por tumores y discutían de una manera increíble. Si yo tuviera que decir cuál es la escena que determina la película, es esa». Y sobre la decisión del equipo de dar continuidad a la secuencia, agrega que «sabíamos que no había que cortar. Vinieron los de seguridad, después vino la policía que quería que borremos el material, tuvimos gente que contuvo a los curiosos que se querían meter en la escena. Sabía que eso era importantísimo para la película, fue un pequeño milagro que no buscaba y agradecía que estuviera pasando, expresaba el conflicto en carne viva».

«Seguir viviendo más vidas dentro de una vida»

Víctor fue mecánico, constructor y guardavidas, y nos contó cómo fue y qué significa su paso al oficio del cine: «Vengo de una familia laburante, mi viejo era mecánico y yo trabajaba en su taller, también soy maestro mayor de obras y trabajé bastante tiempo en la construcción, a la vez era guardavidas y al mismo tiempo estudiaba cine. El cine es un oficio, porque la forma que se aprende es la misma en la que se aprenden los oficios y eso no lo baja de ningún lugar, al contrario. A la hora de pensar en estudiar no sabía mucho qué era el cine, mi idea no tuvo nada que ver con lo que fui aprendiendo en la universidad, luego cuando terminé de estudiar volvió a cambiar todo otra vez, porque lo que había estudiado no tenía nada que ver con lo que estaba haciendo».

«Para mí es fundamental que un cineasta tenga muchas vivencias, las cosas que uno vivió y compartió son las que delinean cómo uno se relaciona con el mundo y con las cosas. Trabajo desde los 14 años como un adulto, tuve muchos trabajos, eso me permitió justamente tener muchas vivencias aunque a la vez retrasó mi ingreso al cine más profesional, porque cuando uno tiene que laburar no puede hacer meritorios gratis y otras cosas, entonces tenés que arrancar por otro lado. Este año van a ser 20 años desde que mi primera película estuvo en el BAFICI y ese fue el punto de partida, pude empezar a pensar que el cine podía ser una profesión y dejar las otras. Soy una persona respetuosa y humilde con el otro, los que hacemos cine somos personas que manejamos un oficio y contamos historias, me conecto con este oficio en ese sentido. Para mí, primero está la vida y después el cine. Hacer documentales me permite seguir viviendo más vidas dentro de una vida».

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